Rodrigo Carrillo | Arcoíris / ENTRE EL CIELO Y EL SUELO
En el romanticismo se podía morir de amor. Los versos de aquella época dejan ver algunas historias de algunos y algunas que murieron de amor. Martí da cuenta que una niña en Guatemala muere de amor, aunque muchos argumentaron que «entró de tarde en río y la saco muerta el doctor».
Los conjuros y sortilegios de amor también pueden matar al amante que se fue o al que se quedó, todo depende del brujo o chaman. Pero llegada la década de los años 80, en el siglo pasado, la muertes por amor empezaron a verse en los diarios.
En junio de 1981, el Center for Disease Control and Preventión (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades) de Estados Unidos, dio cuenta a la prensa de cinco casos de un tipo especial de neumonía (Pneumocystis carnii), y en julio informaron de un tipo de cáncer de piel denominado sarcoma Kaposi.
Lo que llamó la atención es que estos dos padecimientos afectaran al mismo tiempo a hombres jóvenes homosexuales. Con el tiempo, además de estas afecciones se sumaron otras enfermedades que mermaban la salud de los pacientes. Y en 1982, a esta «nueva enfermedad» se le dio el nombre de Acquired Immunes Deficiency Syndrome (AISD, por sus siglas en ingles) que fue traducido como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Llegó el luto para muchos y el pánico de contagio para el resto. Poco se sabía de la enfermedad. Creían que era contagiosa por contacto físico o de utensilios. La discriminación de los enfermos hizo complicada la admisión de estos en hospitales y los tratamientos eran experimentales.
El estigma también selló a quienes lo padecían. Era una enfermedad de homosexuales, pero también morían por la infección heterosexuales en África y el Caribe, mientras muchos religiosos decían que esta era un castigo divino, pues el principal medio de contagio ha sido por relaciones sexuales sin protección.
Actualmente ya no se muere por el VIH. Los tratamientos con antirretrovirales salvan vidas y permiten que los pacientes tengan una vida normal, como sucede con las enfermedades crónicas que necesitan de control y medicación. Pero se hace necesario el diagnóstico para poder atacar el mal de la mejor manera.
Los personas que pertenecen a grupos llamados de riesgo están llamadas a hacerse chequeos periódicos. Por ello, las entidades públicas y privadas dedicadas a la prevención y combate del VIH invierten en estrategias de comunicación que buscan permear, en la audiencia en general, la importancia de examinarse para ser diagnosticado. No importa a qué grupo social se pertenezca, lo importante es no morir ni por amor ni de VIH.
Rodrigo Carrillo

Escritor, periodista, dramaturgo y director de teatro guatemalteco. Maestro en Historia del Arte por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Creador de poemarios, libros de cuentos y obras de teatro. Ha estrenado obras de su autoría y clásicas de Hugo Carrillo. Es caminante impertinente de ciudades donde atrapa personajes y lenguajes.
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