Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL
No sé usted, pero a mí me causa hartazgo leer en las redes sociales la eterna y descarnada batalla que se libra, especialmente por estos días, en las que cada internauta parece empeñado en sacar a relucir lo peor de sí mismo y presumir su impresionante capacidad de desprestigiar, denostar y vilipendiar a quienes considera como los grandes causantes de todas sus desgracias, es decir, Jimmy Morales e Iván Velásquez.
Aparte de hostil e incivilizada, estamos asistiendo a una de las manifestaciones extremas de cómo un recurso tecnológico es malgastado de manera estéril, mientras naciones avanzadas lo utilizan de manera inteligente, para propiciar aún más su desarrollo, al destinarlo a asuntos realmente relevantes y útiles para su sociedad.
Asumo que no se podía esperar algo muy distinto, siendo un país donde nadie vale nada; donde la palabra «corrupto» se convirtió en un insulto universal y donde hay que destruir al decente y al que empieza a sobresalir, porque esto último no está permitido en esta jungla. «Los inmorales nos han igualado», diría Enrique Santos Discépolo en Cambalache, su tango inmortal.
A estas alturas, resulta oficioso enterarnos del triunfalismo de la derecha tras la partida de Velásquez y que en nada se distingue del triunfalismo mostrado por la izquierda en agosto y septiembre pasados. Es desgastante ser testigos de los interminables ataques hacia un colombiano «comunista y entrometido» y de quien se asegura, con atroz ignorancia, que con su salida se abortó el plan que buscaba convertir a Guatemala en otra Venezuela.
Y es, igualmente pasmoso, ver a una izquierda, habitualmente caracterizada por su brillantez intelectual, perdida totalmente entre la corriente ilusa de la Constitución Plurinacional, la refundación del Estado y la reivindicación total del pueblo que «unido, jamás será vencido», tal como se repite desde 1972, año en que nació esta consigna. O sea que, al final, nada en dos platos…
Pero lo grave no es el bullicio digital. Aburre, pero al fin y al cabo es una válvula de escape ciudadano, para beneplácito del establishment. Lo terrible es que la escandalera y los graciosos memes nos impiden volver la vista hacia donde se necesita: hacia un país que arde en llamas; hacia los residuos del Estado andrajoso que nos va quedando.
Lo delicado es que, salvo contadas excepciones, no vemos a los representantes de las élites plantear soluciones. Al contrario, la mayoría utiliza sus espacios de expresión para avivar el fuego. Hay otros que, de manera idealista, sostienen que Morales abrió la compuerta hacia un cambio de las condiciones, y que ahora es el momento de que las diversas organizaciones (?) respondan con unidad granítica y manifiesten su rechazo a la militarización y a un Gobierno alineado con el crimen organizado y bla, bla, bla…
Por supuesto, sería demasiado iluso esperar que la ultraderecha actúe con honestidad y demostrara que aquel su discurso de «el problema no es la Cicig sino Iván Velásquez», era pura demagogia. Pero ahora que lograron el objetivo de salir de este último, sin duda las piedras se van a dirigir, con fuerza espectacular, contra la Comisión, «por inconstitucional, violatoria de los derechos humanos y punta de lanza del comunismo internacional encabezado por la ONU». De hecho, ya lo están haciendo.
El caso es que, obnubilados por los acontecimientos, unos creen que la batalla final para Guatemala consistía en salir de Iván, mientras los otros sostienen que lo procedente es la renuncia de Morales. Y acto seguido, que asuma Jafeth Cabrera para bajarlo en unos meses y «encaramar» a otro Alejandro Maldonado; alguien que asegure las condiciones para otro outsider en la Presidencia (ahora le tocaría a uno de Los Tres Huitecos, se plantea el ingenio popular). O sea, las mismas condiciones de la vez pasada; esas que algunos no querían que se repitieran, pero que tampoco hicieron mayor cosa para evitarlo.
Con todo esto, pareciera que el espacio para las propuestas está cerrado. Aun así, es imprescindible creer que en este país todavía es posible sentarse a dialogar. Crear un foro donde, sin desconfianzas mutuas, se empiece por reconocer que, tanto Morales como Iván fallaron y nos arrastraron a un Estado que está muy cerca de ser, ahora sí, un Estado fallido.
Un diálogo donde se pueda decidir cuál sería el modelo adecuado para una Cicig reformada –si es que tal posibilidad es factible y si vale la pena, «reformar» una entidad cuyo tiempo de vida está más que definido–. Y donde se discuta con honestidad acerca de la necesidad impostergable de derrotar a la corrupción, en un plan donde se involucre todo el Estado, para que esto no sea el único y central objetivo del Ministerio Público.
Un encuentro donde podamos presionar a la clase política para que en los próximos años sí se apoyen las demandas ciudadanas en materia electoral, de servicio civil, de adquisiciones públicas, de transparencia y de lucha efectiva contra la corrupción e impunidad, pero sin que esta se entienda únicamente como persecución penal.
Un tête à tête donde se busque, de manera prioritaria, la forma de romper la polarización y terminar de una vez con este enfrentamiento vulgar, disfrazado de ideología. Fuimos capaces de hacerlo en la última década del siglo pasado. Bien vale la pena intentarlo de nuevo. Y es que, como dije en mi artículo del pasado viernes: si no lo hacemos, todo lo que tenemos que perder es al país.
Yo todavía creo en el diálogo. Cuánto daría porque usted también.
Imagen tomada de Laus Deo, Diario Digital Católico.
Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.
3 Commentarios
Diálogo donde quepamos todos, con un mínimo de confianza sobre la mesa para rescatar al pais. Es la única salida; de lo contrario, preparemonos para más de lo mismo; para nuevas paginas de de descalificacion mutua y sin trascendencia,mientras avanzamos hacia la debacle total. Hay que intentarlo.
¡Hola Edgar! Estoy contigo en tu lectura macro y, sobre todo, en que tenemos que intentar acercarnos entre los bienintencinados hasta que «la muerte nos separe» de esa posibilidad. Cada día nos regala oportunidades para ser imaginativos. El matiz es este: hay «inequívocamente malintencionados» con quienes no se puede platicar, con ellos se tendría que negociar más adelante, cuando los bienintencionados ya tengamos alguna posición para ofrecer y pedir cosas.
¡Abrazos!
DIÁLOGO ENTRE QUIENES??????………… entre las masas que nos friegan a los de en medio con las tapadas y destrucción de nuestra infraestructura mal construida y que no nos permite asistir a ganarnos el pan diario?; ó entre prepotentes que no quieren ceder sus posiciones e intereses; es como tratar con vaqueros y ganado cimarrón, solo muir y silbar pueden y corretear a donde van los demás; no creo que eso se logre con tanta ignorancia.
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