Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
El proceso electoral 2019 ha llegado a su fin y, como temíamos, el candidato semioficial, apadrinado por los sectores tradicionales y más oscuros de las élites económicas, políticas y militares, dirigirá el país los próximos cuatro años.
El ciclo PP-FCN se prolonga un período más, permitiendo que las fuerzas retrógradas, autoritarias y corruptas, tres patas de un mismo banco, continúen destruyendo el país. El candidato hizo muy bien su trabajo, se alió con dios –predicadores pseudo neopentecostales que se enriquecen vendiendo cielos falsos– y con el diablo –las mafias militares que se han incrustado como sanguijuelas en el erario público y que, logrando pasar de rastreras larvas a estacionarias orugas en el gobierno de Jimmy Morales, ahora depredarán todo el Estado en su calidad de polillas–.
Ningún cambio en el fondo ni en la forma. La ética ha pasado de largo y hasta los que fueron guardaespaldas de Mario Estrada, como el expresidente del Cacif, Antonio Maluf, alcanzaron ya premio y posición. Seguiremos con gobiernos que ofrecen estabilidad económica, lloran porque llegue capital extranjero, pero no implementan políticas para retener lo que cómodamente ganan los grandes empresarios, quienes seguirán engordan con las remesas de los inmigrantes.
El ganador, muy a su estilo bravucón y acelerado, no ha lanzado una sola propuesta de unidad, mucho menos ha considerado los diálogos con los opositores. ¡Todo lo contrario! Los ve ya como enemigos y estimula golpes para desarticularlos. Cree ciegamente en el saludo uno, ¡saludo dos!, de Arzú Irigoyen, pero resulta que en el Congreso las derechas tendrán más jefes que maseguales.
Jimmy Morales ya puede dormir en paz. El golpe cuidadosamente procesado se está produciendo. Falta desarticular a la CC y apropiarse plenamente de la CSJ para declararse impune por los siglos de los siglos. Como sucedió con Arana Osorio, Kjell Laugerud y los secuaces que desfalcaron al Estado y lo convirtieron en terrorista.
El futuro presidente, prepotente y autoritario, no ha sabido ser humilde al día siguiente de su pírrico triunfo e, incapaz de leer los resultados, no logra entender que, en la práctica, apenas lo apoya el 13 % del electorado, pues fueron los únicos que votaron por él en el primer turno. El resto, los que le hicieron presidente, se lo prestaron todas las derechas y los que no querían a Sandra Torres, candidata que, por cierto, hizo de todo para perder la elección.
Con una campaña que pareció más dirigida por un predicador neopentecostal que por un profesional del marketing político, la candidata de la UNE nadó desesperadamente hacia la orilla de la ultraderecha, creyendo, ingenuamente tal vez, que los votos conservadores se irían arrepentidos a sus brazos. Atacada desde su paso por Casa Presidencial, cuando era esposa de Álvaro Colom, por todas y las más variadas derechas, Torres y sus asesores parecen no haber entendido que quien es expulsado del redil reaccionario nunca más vuelve a él, así haga acto de presencia en cuanto foro ultraconservador exista, se declare abiertamente homofóbica y prometa hacer de las cárceles campos de concentración privatizados.
Incomprensiblemente, Torres despreció a toda esa población que se entusiasmó con la agenda de transparencia y lucha contra la corrupción levantada por Thelma Aldana, y si en el primer turno dejó que Thelma Cabrera presumiera dignidad y recogiera buena cantidad de esos votos, en el segundo no hizo el menor intento por acercarse a esos electores que, desamparados y sin opción real, optaron por quedarse en su casa porque la encontraron demasiado parecida con su contrincante. Situación que ya había ocurrido en el 2015, cuando inexplicablemente prefirió a Mario Leal como compañero de fórmula, imaginando, tal vez, que podría tejerle apoyos con las derechas modernas, mas no solo la contaminó, sino que la infestó de sus prácticas corruptas.
Temió, tal vez, hablar de lucha contra la corrupción porque se le ha acusado de ello, dejando en el ambiente la duda, al no demandar la continuidad de la Cicig –que habría sido su asidero electoral–, de que algo debía.
Torres no fue capaz de enfrentar y cuestionar el desastroso gobierno de Jimmy Morales, y, al no asistir a los principales debates, no se permitió identificar a Giammattei como el fiel y total heredero del régimen patriota-efecenista. Sin vocación progresista, no pudo siquiera endilgar a quienes la atacaron de comunista que el amado compañero de Aznar, íntimo socio de Dionisio Gutierrez, fue Tony Blair, quien junto a Bush destruyeron Irak y nos robaron muchos años de paz y desarrollo. Pudiendo perfectamente jugar al menos la carta de la tercera vía, insistió en endulzar las rabiosas gargantas de los radicales ultraderechistas, sin entender que en esa área siempre será una advenediza.
No puede pues, el ganador, decir que derrotó a las izquierdas, porque estas no estaban ni mínimamente representadas en la propuesta electoral de la UNE, como sí pudieron haberlo estado, aunque tímidamente, en el gobierno de Álvaro Colom. El sector progresista de ese partido se ha ido desdibujando, pudiéndose afirmar que se ha contentado con sobrevivir al amparo de la derecha oportunista que tomó cuenta, casi absoluta, de esta campaña presidencial.
En la práctica, las izquierdas se derrotaron a sí mismas, incapaces de construir verdaderos discursos alternativos que, de nuevo, pasaban necesariamente por la recuperación de la lucha firme y directa contra la corrupción clientelista. Los netcenter prooligárquicos, por su lado, jugaron perfectamente su papel en el primer turno, construyendo una candidata que, disfrazada como la supuesta dignidad política, acaparó cientos de miles de votos clasemedieros bien intencionados, que no llegaron a entender que era una propuesta antidemocrática, sectaria y autoritaria, aunque le hubiese bendecido en un lapsus Thelma Aldana.
Las aguas, lodosas y fétidas, han vuelto a su nivel. La estridente gritería de fraude que levantaron las ultraderechas, con sus aliados tácitos del sectarismo de izquierda, ya no tiene sentido, pues la restauración está siendo casi completa. Cada quien la aprovechará a su manera y antojo, mientras la sociedad, en su conjunto, y los sectores más empobrecidos, en particular, pagarán la cuenta, con intereses sobre algo que no deben.
Fotografía principal, Alejandro Giammattei, por Carlos Sebastián, tomada de Nómada.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
2 Commentarios
Y………. entonces que propones Virgilio?………….. creo que me moriré sin escuchar ó leer una propuesta congruente y realizable porque en la actualidad todo es protesta, crítica destructiva; des calificación de todo lo habido y por haber, inconformidad, especulaciónes, puros «tabcines» (estar a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor), etc. etc. y como nos expone Luis Zurita, nos encanta subir la roca a la cima y esperar a que nos caiga encima pero a mi manera de ver las diferentes circunstancias, esa roca nunca nos caerá pero siempre que se derrumbe la volveremos a subir porque ya es parte de nuestro entretenido juego para algunos y negocio para otros.
Bueno, pero qué debe hacer un pueblo sin brújula política?
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