Y el imposible, se produjo: Alejandro Giammattei bate a Sandra Torres

-Elfidio Cano del Cid | PUERTAS ABIERTAS

Según los resultados reportados en su oportunidad, por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), Sandra Torres, la candidata del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), le sacó, en la primera elección del 16 de junio, una diferencia a su favor de más de medio millón de votos, a Alejandro Giammattei, de la organización VAMOS. Una diferencia numérica que se consideraba prácticamente irremontable.

La historia cambió el 11 de agosto, porque el aspirante de VAMOS, Alejandro Giammattei, no solo alcanzó a Sandra Torres, sino que la superó con creces; y, ahora, se tiene un presidente electo y no una mujer como estaba originalmente previsto. Con un 99.73 % de mesas electorales escrutadas, VAMOS obtiene un millón novecientos siete mil votos contra un millón trescientos ochenta y cuatro mil de la UNE. Una diferencia de quinientos veintitrés mil votos, a favor de quien, en la primera elección, terminó en segundo lugar. Como se dice en la jerga popular: caballo que alcanza, gana.

¿Y cómo se produjo este fenómeno? De manera simplista, se podría afirmar que el postulante de VAMOS tuvo una mayor habilidad para articular compromisos, alianzas y coaliciones, lo cual le habría abierto las puertas para definir el resultado final por la Presidencia. Esto en teoría es correcto, pero las realidades arrojan otros escenarios complementarios, si no es que primarios.

Percibimos que Sandra Torres perdió el control del manejo de los medios televisivos de comunicación, o que estos le cerraron intencionalmente los respectivos espacios. En este plano, la mesa estaba más que servida para Giammattei, quien tuvo una mayor habilidad en el manejo de un discurso agresivo contra su oponente. No hubo derecho de respuesta posible. Aquí se cumplió el aforismo de que quien no aparece en la televisión, no existe en la realidad. Los medios escritos y radiales hicieron algo similar.

Como es costumbre en estos eventos de trascendencia estratégica nacional, las corporaciones compiten, o se complementan, en el apoyo a determinados candidatos. Salió a luz el caso del vicepresidenciable de Sandra Torres, Carlos Raúl Morales, a quien supuestamente le unían vínculos muy estrechos con la corporación de las telecomunicaciones denominada Tigo. Nunca se supo de los menesteres, en esta competición, de la poderosa Claro del multimillonario Carlos Slim. Bueno, al entendido por señas.

Por primera vez en la historia de las elecciones del país, se hizo público el apoyo a uno de los candidatos por parte del magnate de la industria de la carne de pollo y sus derivados, Dionisio Gutiérrez, quien por otro lado, enfiló abiertamente las baterías contra Sandra Torres, en el periódico programa televisivo Cuestión de Estado. Una emisión semanal, cuyos virulentos ataques eran dirigidos contra Sandra Torres. Aquí, la susodicha estuvo en franca desventaja. Las piezas del ajedrez político avanzaban inexorablemente hacia el jaque final.

Sin embargo, no toda la debacle de la UNE y su elegida se debe a esta bien orquestada batalla mediática y de estrategia política de desgaste. Ella misma es responsable de su propia derrota. A ver, expliquémonos.

En primer término, no supo sacar ventaja del recuerdo que sus beneficiados tenían de la existencia de los programas sociales, impulsados por ella durante el gobierno de la UNE del presidente Álvaro Colom (2008-2012). Por lo mismo, fue acusada de «comunista» o «socialista»; se empantanó en la resaca ideológica de ambos conceptos. Seguía perdiendo terreno frente a las expectativas de sus antiguos beneficiarios.

Cuando la acusaron de ser de izquierda, se atascó en la maraña de sus argumentos, tratando de explicar que no lo era. Quiso jugar a ser de «derecha» cuando esa arena ya estaba copada por alguien que no tenía que dar explicaciones que lo era. En este ámbito, asistió a foros cuyas agendas estaban previamente definidas y aspiró a competir con quien auténticamente no necesitaba hacer mayores esfuerzos por sentirse cómodo en un espacio religioso, por ejemplo. Sandra, no escuchó, o sus estrategas de campaña tampoco entendieron, la naturaleza de las arenas movedizas que se la tragaban lentamente.

En este orden, es bien sabido sobre los vínculos políticos de Sandra Torres con la Internacional Socialista (IS), de la cual es una de sus presidentas. Al negar a morir que no era socialista y que era una defensora convencida de la propiedad privada, estaba siendo auténtica en su fuero interno, pero políticamente incorrecta con sus amigos, potenciales aliados y adherentes de esa agrupación mundial. Al próximo foro de la IS que asista, si es que la invitan, tendrá que dar más de alguna explicación.

Finalmente, tampoco entendió el escenario político que ella misma se encargó de fraguar cuando conspiró contra un partido y una candidata, quienes constituían un fuerte valladar a sus no ocultas, históricas y desmedidas ambiciones por llegar a la Presidencia de la República. Las facciones democráticas, progresistas y de izquierda fueron liquidadas previo y luego de la primera elección del 16 de junio. Alguien con aspiración o ambición de poder debe comprender el contexto y ser audaz para aprovechar el escenario y los espacios políticos favorables o perniciosos.

Al tenor de las consideraciones anteriores, son pertinentes las siguientes interrogantes: ¿Quién realmente derrotó a Sandra Torres Casanova? ¿El orden establecido? ¿Las corporaciones y los empresarios coludidos? ¿El sector religioso evangélico? ¿O fue ella, quien coadyuvó a la ejecución de su propio haraquiri?

Ninguno de los dos contendientes puede sentirse orgulloso de los resultados electorales. Tanto el ganador como el derrotado cargan con el peso de una pírrica legalidad; les cae encima el peso del abstencionismo (57.3 %), el cual es mayor que los votos legalmente emitidos. La legalidad es un aspecto formal de los actos ciudadanos, en tanto que la legitimidad se adquiere mediante la conciencia de la ciudadanía que hace suyos los postulados de la democracia, tanto participativa como representativa.


Fotografía principal tomada de Acento.

Elfidio Cano del Cid

Como sugiere mi segundo apellido, he sido un Campeador. A mi edad, con ganas de seguir en la batalla. Nunca me he callado lo pensado; de allí, los problemas. Por los caminos de la sociología, pero debería haber ido por la literatura.

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2 Commentarios

arturo Ponce 19/08/2019

Magníficos argumentos; creo que no ganó Giamatei sino que perdió Torres.
Complementando el epílogo pienso que no solo los de la democracia sino todo lo que es por elección en general.
Gracias por el excelente aporte.

Omar Marroquín 18/08/2019

Buen análisis mi estimado Elfidio, te felicito.

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