Mauricio José Chaulón Vélez | Política y sociedad / PENSAR CRÍTICO, SIEMPRE
Lenin escribió en su texto ¿Qué hacer?, específicamente en la parte II titulada «La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia», lo siguiente: «La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo que hace falta es querer formar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de su corrección!».
Esto corresponde a 1902, y ya para 1905 los bolcheviques eran una fuerza política importante que empezó a definir los objetivos revolucionarios en Rusia, los cuales se cristalizaron doce años después, hasta 1917. Con sus avatares y contradicciones, los bolcheviques se organizaron a partir de la conciencia de clase, y desde esa racionalidad y reconocimiento, pudieron organizar un proceso histórico de transformación cualitativa.
En aquel contexto, había grupos que también deseaban derrocar al zarismo, pero no lograron la fuerza orgánica. Esta es posible en tanto la acción práctica sea coherente con la formación política permanente, lo que exige un ejercicio intelectual disciplinado y profundo. Al mismo tiempo, la coherencia ideológica de clase debe identificar lo que evidencia la realidad concreta, siendo consecuente con los riesgos y los principios, asumiendo la responsabilidad de las consecuencias sin pactos que pongan en peligro las luchas.
Los bolcheviques se convirtieron en la dirigencia orgánica de la Revolución rusa. Se formaron en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, y en 1918 se conformó el Partido Comunista de Rusia (bolchevique), luego, ya establecida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se formó el Partido Comunista de la Unión Soviética (bolchevique), nombre que se mantuvo hasta 1952. Se le concedió una enorme importancia a la organicidad histórica que los bolcheviques le dieron al contenido y la práctica revolucionaria de la URSS.
En cambio, los mencheviques, que conformaban el grupo de los moderados, no lograron un proyecto orgánico. Manifestaban contra el zar y los estamentos feudales dominantes e incluso tuvieron participación destacada durante el proceso revolucionario de 1917, pero su moderación los separó de la dirigencia de clase. Su defensa sobre determinadas instituciones del Estado, más cercana a fortalecer a la burguesía que a los obreros, los colocó en una posición de búsqueda de articulaciones con sectores antagónicos en la lucha de clases. Esto los dejaba afuera de cualquier posibilidad de sumarse a un proyecto político revolucionario y autónomo respecto al capitalismo y la ideología liberal burguesa.
Desde el bolchevismo, Lenin planteó que la Revolución no se hace sino que se organiza. Cualquier persona o colectivo puede salir a las calles y portar pancartas, pintar las paredes, tomar incluso las armas y asaltar espacios del poder. Sin embargo, al no existir una conducción dirigente que se base en la organicidad de las demandas de clase, el elemento constitutivo de las luchas puede no solo quedar limitado, sino vaciarse rápidamente y ser cooptado por las clases y grupos dominantes a los que se les combate, o por los emergentes que surgen de estos.
De ahí que Lenin titule a la segunda parte de su texto «La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia». Comencemos por examinar cuál es la razón de nuestras luchas, o sea, la conciencia de la práctica política que estamos llevando a cabo. En ella se encuentra cuáles son los objetivos que nos planteamos, de manera individual y colectiva. Y esto se hace formándonos, discutiendo, debatiendo, dialogando, proponiendo, pero sobre todo analizando la realidad concreta de forma crítica y prioritaria. Y también estructurando la participación democrática a lo interno, pero a través de una dirigencia elegida de acuerdo a las capacidades de cada quien, para que la direccionalidad del proyecto político que viene desde las bases se ejecute con la mayor precisión posible.
Lo espontáneo no es malo, pero sin dirección y organicidad desaparece pronto; corre el peligro de diluirse porque no encuentra cohesión y la poca que tiene se pierde rápidamente. La espontaneidad debe convertirse en proyecto político y solo así la persona y los grupos pasan a ser nuevos sujetos políticos en proceso de transformarse en sujetos revolucionarios.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando, en casos como el de Guatemala, asistimos a manifestaciones donde surgen consignas espontáneas o meramente reactivas ante acontecimientos coyunturales o que van surgiendo muy rápido, y que en esa misma rapidez se van modificando? ¿Cuántas veces en los últimos tres años no se han dado protestas sin organicidad, donde incluso se insiste en que no se muestren liderazgos porque se deben rechazar «los vanguardismos»? ¡Qué manera de servirle el triunfo a la hegemonía! Nos hemos tragado que si alguien es líder, pretende ser vanguardia. ¿Y es que acaso las vanguardias no fueron importantísimas, porque eran los grupos o clases dirigentes en procesos de lucha orgánica? Otra cosa muy distinta es que individuos o grupos se aprovecharon de ser vanguardia o dirigencia, y cometieron abusos y traiciones; mientras otros se creyeron vanguardias y marginaron a otros, actuando de manera ambiciosa e irresponsable.
¿Después de pedir la renuncia de Jimmy Morales y de funcionarios como Degenhart y Jovel, o el retorno de la Cicig, qué hacer? ¿Se está organizando un verdadero proyecto de clase, o solo se trata de continuar con esta institucionalidad oligarca y neoliberal, que permite sobrevivir y mantener a una deslegitimada «izquierda» institucional, al oenegismo y a la «izquierda» rosa-lila bien-pensante en sus negocios y para contener las luchas, escondiendo la lucha de clases y haciendo más fuerte la falsedad de una democracia que solo es funcional para el sistema dominante?
Un movimiento de clase puede plantear un proyecto político orgánico. Hoy, en Guatemala, solo veo al Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) con esa posibilidad. Espero que en la toma de conciencia de personas y otros grupos puedan verlo con claridad y trabajar orgánicamente en esa unidad. La historia nos está dando la razón.
Mauricio José Chaulón Vélez

Historiador, antropólogo social, pensador crítico, comunista de pura cepa y caminante en la cultura popular.
Un Commentario
A MI NI ME INTERESA SI SE INVITA A MORALES A IRSE, LO IMPORTANTE ES QUE SEPA QUE NO ES DESEABLE, Y QUE EL EMPLEAO QUE SE LE DIO CON EL VOTO LE QUEDÓ SUPER HOLGADO, Y LA HISTORIA EN GUATEMALA YA ESCRIBIÓ EN SU LIBRO LA PAUPÉRRIMA Y PÉSIMA EJECUCIÓN DE SU EMPLEO. ÉL ES UN EMPLEADO DEL PUEBLO Y LA ARROGANCIA DE OSTENTAR UN RÓTULO QUEDÁ SIMPLEMENTE EL RÓTULO, QUE SE DEBE USAR PORQUE ASÍ SE ES REQUERIDO, PERO YA LE QUEDA POCO PARA SALIR, Y AUNQUE LE GUSTE O NO, YA LA PATADA DEL ESCENARIO , TAL CUAL LE DAN A UN ACTOR EN EL TEATRO, PARA QUE TENGA BUENA SUERTE EN LA ESCENA, ESTÁ MUY LEJOS DE SER EXITOSO, BAJARÁ DEL TABLADO CON LA CORTINA SIN APLAUSOS, ESO NO LO VA A BORRAR ASÍ SU CÓMPLICE JOVEL Y TODOS SUS INEPTOS TONTOS QUE SIGUEN CERRANDO LAS PUERTAS A LA LEGALIDAD EN EL PAÍS, DE MODO QUE,CON CICIG O SIN CICIG, EL PAÍS SABE QUE HARTO ESTÁ DE VERLOS MOFARSE Y ROBAR LIBERTAD, PAZ Y HONESTIDAD AL PAÍS, Y ESTAR ENTRE LOS PEORES PAÍSEIS DEL MUNDO, DE MODO QUE YA MUCHOS SECTORES SABEN QUE EL GRITO ESTÁ DADO Y AUNQUE, SEAN OSADOS Y CÍNICOS CREAN QUE TENEMOS QUE VERLOS PASAR CON SUS ABUSIVAS, ACCIONES, NO LOS DEJAREMOS SEGUIR ESTROPEANDO AL PAÍS. PARA ELLO NO NECESITAMOS VESTIRNOS CON ARMAMENTOS NI UNIFORMARNOS DE POLICÍAS NI MILITARES. SOMOS FUERZA POR HONESTIDAD Y NOS VALEN LOS LADRONES,, SINO QUE HABLEN BALDETTI Y PÉREZ MOLINA.
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