¿Y ahora?

-Rafael Cuevas Molina / AL PIE DEL CAÑÓN

En Guatemala están los que quieren todo y los que no esperan nada, en los dos extremos, como siempre ha sido el país. Los que lo quieren todo claman por una revolución, por volver todo patas arriba, porque se realice lo que no se pudo por otros medios, por lo que no deje rastro de nada y permita que todo comience de nuevo.

Los que no esperan nada piensan que es lo mismo de siempre, que todo es una quimera, una farsa, que atrás de las muchedumbres están los grandes titiriteros, los que buscan sus propios intereses y usan a las masas para sus propios fines perversos y mezquinos.

En el centro están los que marchan, los que gritan, los que no saben pero claman porque ya están cansados, a los que no le gusta lo que pasa pero no tienen ni idea de para dónde deben ir las cosas pero protestan y eso, piensan, ya es mucho en un país en donde protestar fue siempre sinónimo de muerte.

En Guatemala hay repudio, enojo y confusión. Aunque algunos parezcan muy seguros y hagan propuestas, la verdad es que nadie sabe muy bien para dónde van las cosas y qué límites se transgredirán.

Los que protestan tienen ante sí la tarea más dura, la de encontrar caminos nuevos, la de hacer propuestas, la de perfilar un nuevo estado de cosas. Los que son cuestionados y se defienden se apertrechan, manipulan, mienten, engañan, crean falsas expectativas. Pero están asustados.

La Guatemala de hoy ha crecido políticamente. Los que protestan hoy ya nos son los mismos de hace dos años, cuando echaron a don Pérez Molina y a doña Baldetti del poder. Antes fueron al encuentro de lo desconocido, de lo que no sabían. Ahora ya saben de su fuerza, de su poder, y algunos grupos entre ellos están mejor organizados, han conquistado espacios y ya se conocen.

Son todavía una masa amorfa, bastante disgregada, sin objetivos comunes, unidos por el enojo. Son cualitativamente más de lo que eran antes, pero son menos de lo que deberían ser para que los golpes del gigante que son pudieran tener verdadera contundencia.

No es un problema solo de ellos, es una característica de los movimientos de este tipo en estos tiempos. En el 2002, en el Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, Brasil, se identificó como una de las grandes debilidades de los movimientos sociales nuevos, de nuestros días. Hay grandes movilizaciones, se resiste, se echa a los que no se quieren, incluso a costas de grandes sacrificios, y luego lo logrado es capitalizado por otros, o se esfuma en el aire.

En el seno de los que protestan hay grandes reticencias a delegar autoridad dentro del movimiento; a asumir posiciones de toma de decisiones llegado el momento; a la posibilidad de estructurar partidos políticos. Se desconfía de todo.

Las experiencias de América del Sur nos muestran que situaciones como esta pueden prolongarse durante mucho tiempo y propiciar situaciones de prueba y error continuas. Véase Ecuador botando presidentes, uno tras otro, y llevando gente como Bucaram el payaso, el impresentable, el declarado insano, a la presidencia. O Bolivia, teniendo la marca mundial de presidentes puestos y quitados en menos de tres años.

Hasta que aparece algo, o alguien, que cataliza y enrumba el torrente, el poderoso mazo que golpea, entonces sí, con contundencia, en donde debe ser, se deshace de los repudiados y su sistema corrupto. Dije sistema.

Aprendamos.

Rafael Cuevas Molina

Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.

Al pie del cañón

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