Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
Las postrimerías del siglo XX nos heredaron un mundo mucho más desigual y oprimido que cuando la centuria había comenzado. Los ricos son ahora mucho más ricos, pero son también muchos menos. Los pobres, en cambio, son muchos más, aunque se presuma de haber eliminado, formalmente, la esclavitud y dado cierto espacio laboral y económico a las mujeres.
Imaginando que el club de los ricos ya estaba completo, y que la clase obrera estaba casi extinguida, se impuso como ideología hegemónica el desmantelamiento del Estado como actor activo en la economía y dejar de apoyar a los menos afortunados, de suyo los más productivos y eficientes trabajadores. Se proclamó, con bombos y platillos, el cierre de las aduanas y el imperio del libre mercado de aplicación estricta en los países pobres y relativa en los más ricos.
Mientras a los países periféricos se les impuso la ortodoxia neoliberal más absoluta, con un estado débil, principalmente en lo económico, y mercado libre para recibir todo lo importado, los centrales y ricos,jugaron al ratón y el gato, protegiendo a unos y liberalizando a otros. Sin desearlo, y de mala cara, la Rusia postsoviética se coló en ese club, y China apareció como sombra, pero se les imaginó siempre como comparsas y no como bailarines principales.
El asunto, al final de cuentas, mantuvo la premisa de siempre: los dueños del dinero deben ganar siempre más y los trabajadores cargar con los costos. ¡Nada nuevo debajo del sol! Solo que ahora los trabajadores, desorganizados y disminuidos, incorporados muchos a los servicios industriales, asumieron la ideología hegemónica y, sin serlo, se creyeron parte de los que partían el pastel, defendiendo sus intereses como propios.
Pero los resultados no han sido como se esperaba. Los que se imaginaron simples comparsas han impuesto su propio ritmo y melodía, desquiciando la hegemonía económica imaginada. La gran potencia, defensora radical del libre mercado en el exterior, ha visto su economía afectada, evidenciándose claramente lo nefasto del cumplimiento de la premisa. Sus ricos sí son más ricos y poderosos, pero se han ido con sus riquezas a otras partes, para disfrutarlas sin cargas impositivas o explotar a trabajadores menos exigentes.
Las consecuencias no han sido, por lo tanto, las imaginadas, pues los pobres se han multiplicado, dentro y fuera de las grandes economías. Y si para unos el sueño es correr a los países ricos, los de allí no tienen para donde escapar y es necesario tranquilizarlos, pues resulta que esos pobres votan y, aunque deformadas y falaces, las democracias necesitan electores, por lo que hay que construir discursos demagógicos que, creíbles, puedan embaucar a los necesitados y así mantener el modelo.
Había que crear, pues, un nuevo discurso, encontrar culpables de carne y hueso, mejor si vestidos con harapos y con pigmentación cutánea diferente, a la vez que imponer aranceles, o culpar a la moneda común, para hacer como que se protege a los empobrecidos del país rico. Así, y como consecuencia y no como causa, surgió Trump, con su impetuosa xenofobia autoritariaPero no está solo, pues el fenómeno no es simplemente estadounidense.
Los gobernantes de Italia y Hungría son sus más próximos seguidores, pero también le acompañan sonrientes los de Austria y Turquía. La derecha ultraconservadora, autoritaria y xenófoba deambula demagógica por el mundo entero y, aunque no es mayoritaria, es bulliciosa y estridente, logrando porcentajes que, como en los casos señalados, logran sobrepasar el 30% de los electores.
Si los predicadores de la teología de la prosperidad, con su venta de cielos falsos, tienen público, seguidores y creyentes, la derecha xenófoba y autoritaria los tiene aún más, pues su discurso es aún más fácil de promover y difundir, pues el cielo que ofrecen es de este mundo.
Jaulas para niños en Estados Unidos o lanchas que naufragan con cientos de personas a bordo son expresiones de un mismo drama: un mundo desigual y sangriento. Si antes se les transportaba atados, luego de cazados en sus tierras, o se les puso a extraer el oro para enviarlo a las noblezas improductivas, hoy se les obliga a ser ellos mismos los que se ofrezcan como esclavos de la nueva economía, salvadores de sus explotadores, rechazados y vilipendiados por quienes les imaginan cometedores desleales, aunque llegan a ofrecer fuerza laboral donde ya nadie quiere darla.
Las jaulas para niños centroamericanos separados de sus padres no se han cerrado en Estados Unidos, simplemente se han endulzado los discursos y los estilos. Del autoritario y prepotente Presidente estadounidense pasamos al dulzón y fatuo decir de su hija y esposa, que más astutas que el patriarca familiar, han notado que las jaulas no les darán los votos que esperaban y lo han llevado a cambiar de tono, pero entonando la misma canción. En realidad, como lo expresaba en su chaqueta la esposa del estrafalario magnate, a ellas en realidad no les importa, y piden que a nosotros tampoco, aunque desfilen en la pasarela mediática haciendo como que saben de solidaridad.
A nuestros gobernantes y sus élites económicas tampoco les importan esos niños, aunque en los congresos se peleen por aparecer como sus más paternales defensores. Si a sus padres los regresan, ya habrá otros que, desesperados, intenten llegar y lo consigan, pues lo que interesa y urge a las fracasadas élites económicas y políticas criollas son las remesas, sin importarles con cuanto sudor, dolor y lágrímas sean conseguidas.
Y en esto sí nos diferenciamos de África. Allá no hay oligarquías holgazanas que despilfarren y se enriquezcan con los envíos de dinero de los expulsados. Aquellos quieren salvar la vida, llegar a un puerto y quedarse para luego reunir a su familia en otra patria. Los centroamericanos, en cambio, están aún atados al discurso demagógico de la patria y la tierra, al sueño de hacer crecer a su familia en el país que los expulsa, subsidiando así una economía atrofiada, obsoleta. Doblemente explotados, han dado lugar a una forma posmoderna de la migración: huir, pero continuar alimentando a los que les expulsan, en un remedo neoliberal y humillante de lo sucedido a los hispanos coloniales.
Si Italia, con su rechazo inhumano a los migrantes ha olvidado rápidamente que cuando los barcos cargados de empobrecidos italianos arribaron a costas de Argentina, Brasil y Estados Unidos, por decir solo los destinos más significativos, nadie los regresó al mar sino todo lo contrario, los estadounidenses olvidan que ellos mismos se construyeron con oleadas de migrantes de distintas regiones del mundo, ¡además de todos los esclavos que llevaron a la fuerza!
El mundo atraviesa por una crisis de identidad humanitaria gigantesca que, lamentablemente, tiene en Centroamérica, y en Guatemala en particular, su más cínica y dramática expresión: mientras del diente al labio se prodigan bendiciones, oraciones y exclamaciones repletas de supuesta fe y devoción, el drama que a diario viven miles de guatemaltecos nos tiene sin cuidado. El modelo económico seguido hasta ahora ha fracasado, el sistema político, en consecuencia, ha colapsado. La Guatemala de ayer, la de antes, ya no es reconstruible, debemos crear una nueva, totalmente diferente, donde todos y todas tengamos reales y concretas opciones de una vida digna.
Esa nueva Guatemala, que no tendrá que ser de la asunción sino de la terrenización, deberá tener como signos identitarios nuestra diversidad étnico cultural y nuestro espíritu centroamericano. Sin una región integrada en la dignidad de sus ciudadanos estamos condenados a continuar en el fracaso.
Imagen principal tomada de AFP.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
3 Commentarios
Nunca había considerado las cosas desde esa perspectiva, y tiene mucha razón. No solo nos oprimen los otros, sino que nos oprimimos entre nosotros mismos, y no nos damos (o no queremos darnos) cuenta
Italia y Europa olvido a los que vinieron a Ámerica porque los expulsó. Sur ámerica era la vía para aliviar la presión de un sistema que ahogaba a la mayoría.
ahora la vía es U.S.A. Todo mundo se asombra de que se cierre, de que olvide que es un país formado por muchas migraciones, sin tomar en cuenta que esos que formaron el país son los mismos que se alzaron un 1 de mayo- que lograron los derechos civiles-y que hoy se ven empujados a la calle por los nuevos que llegan ofreciéndose por menos. La dinámica de la xenofobia no esta en el ADN, de Irlandeses y otros descendientes está en la dupla perversa de un sistema que permite que el dueño salga a buscar mano de obra barata y lo encuentre en un continente agradecido por doble causa: Porque trae »fuentes de trabajo» y porque recibe allá a los que no caben aquí y además con la ilusión de una vida de ricos. La avalancha migratoria no parece que quiebre esa dupla porque es ganancia en los dos extremos de la riqueza, y los pobres no interesan ni aquí, ni allá, ni en Rusia, ni en la china.
Excelente analisis y vision del mundo capitalista y su serio y profundo debilitamiento economico con pasos acelerados hacia un colapso internacional. Este panorama, lamentablemente, anuncia el serio peligro de incrementar, inventar, fabricar nuevas neo imperialistas guerras invasoras, especialmente contra los paises de la periferia. Y en el caso estadounidense, sus acelerados intentos por inventar una nueva guerra intervencionista disfrazada de «ayuda humanitaria» para reestablecer un capitalismo mucho mas expoliador en los paises con potenciales recursos naturales y humanos.
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