– Antonio Móbil / LANZAS Y LETRAS –
Suenan los tambores, resuenan las trompetas, chicos y muchachas marchan a su son. Es la fiesta de la libertad y de la democracia. El paso de ganso gasta suelas y estremece los suelos. ¿Acaso los nazis están en el podio? ¡Imposible! Es el quince de septiembre. En Guatemala ondea la bandera. A lo lejos alguien canta: Guatemala feliz… La muchedumbre recoge su mano derecha y cubre su pecho.
***
¡Viva la libertad, viva la independencia!
Hoy, celebrando la independencia, recuerdo con nostalgia a un expresidente de la República. Se llamaba Juan José Arévalo. Finalizado su mandato, en el discurso de despedida incluyó un párrafo singular:
Terminó la guerra iniciada en 1939. Las armas del Tercer Reich fueron quebrantadas y vencidas por el vigor y la modernidad de las dos naciones que se sentían hermanas: los Estados Unidos y Rusia.
Condecoraciones fueron puestas en los pechos en nombre de la “democracia” triunfante y de la libertad salvada o en nombre de los valores de la cultura… Pero en el diálogo ideológico entre dos mundos y dos líderes, Roosevelt perdió la guerra. El verdadero vencedor fue Hitler…
Nosotros, desde un mirador más sereno –en la imperturbable serenidad de este Caribe heterogéneo- hemos podido ver y comprobar que el hitlerismo no ha muerto, hitleritos caricaturescos se multiplicaron allá en Europa y aquí en América; y lo caricaturesco podría servir para diversión y solaz de espectadores. Como en la butaca de un vaudeville, si no fuera que debajo de ellos están los pueblos, salpicados de sangre y hambrientos de vida, padeciendo la crueldad de la comedia. Hitleritos con doctrina o sin ella, pero todos admitidos y estimulados en los claustros oficiales “democráticos” y opinando con respetada autoridad en las solemnes discusiones sobre “los derechos del hombre”.
***
Frente a mí, el mapa de América se extiende de polo a polo. La cumbre del norte lanza barras y estrellas. Se esparcen por todo el continente latino. Lluvia ácida en manos de hombrecillos siniestros que siembran cimientos de odio y desesperanza. Sus nombres no deben olvidarse porque constituyen el lado oscuro de la degradación humana. Leámoslos: en Venezuela Marcos Pérez Jiménez y Vicente Gómez; Chile se ahoga bajo la sombra de Carlos Ibañez del Campo, Gabriel Gonzalez Videla y Augusto Pinochet; Perú exhibe a Juan Velasco Alvarado y Alberto Kenya Fujimori, mientras que en Argentina se yergue Juan Domingo Perón. Nicaragua se estremece bajo la férula de Anastasio Somoza García; en Guatemala mandaron y ordenaron Rafael Carrera, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico y en Honduras Tiburcio Carías Andino. Manuel Antonio Noriega alza su machete en Panamá; Haití sobrevive a François Duvalier, y Cuba se desangra con Fulgencio Batista Zaldívar. En República Dominicana Rafael Leónidas Trujillo Molina es un recuerdo que espanta; Colombia sobrevive a Gustavo Rojas Pinilla. Paraguay aún se estremece con el recuerdo de Alfredo Stroessner Matiauda.
Y aún hay más, muchos más pequeños hitlercillos que han dispuesto de la sangre y de los huesos de millones de seres humanos. Es la democracia de las rutas del abismo que conducen las barras y las estrellas.
En Guatemala, desde 1954, barras y estrellas disponen de soberanía absoluta. La educación nacional cede el paso al automatismo del robot que anula conciencias y nos ubica en la inmensidad de la modernidad incierta.
Hoy 15 de septiembre de 2017, pienso que Juan José Arévalo fue siempre un oráculo indiscutible, los nombres citados lo corroboran. ¡No hay duda, ha ganado Hitler la contienda!
Antonio Móbil

Escritor, editor, poeta, diplomático, apasionado por la vida y la belleza, defensor de la justicia y la equidad en todas sus acepciones y contextos. Exiliado por su pensar y decir, ha descubierto en la reflexión sobre la plástica una de sus grandes pasiones.
Un Commentario
Que alegría poder leer de nuevo a Tono Móbil.
Dejar un comentario