Vidas robadas

Carla Sandoval Carrillo | Política y sociedad / UBUNTU O NUESTRA HUMANIDAD COMPARTIDA

Al inicio era una. Ahora, son una decena. Y hay muchos más. Miles más.

Hace unos 5 años, una amiga me preguntó si podía ayudar a una amiga suya, quien tenía un hijo casado con una chica nacida en Guatemala, pero adoptada a los 5 años por una pareja belga. Esta chica estaba casada con un belga y estaban pensando en iniciar una familia propia. Pero la chica quería de primero ir a Guatemala para tratar, si era posible, encontrar su familia biológica, conocer sus raíces. En fin, hacer las paces con el pasado, me imaginé yo. Así que, ¡con gusto! le dije.

Vinieron un domingo a mi casa. Recuerdo la primera impresión que tuve al verla: una chica de estatura baja, con rasgos indígenas, pelo negro, lacio, corto. Fue como ver a una chica indígena de Guatemala, de algún pueblo del occidente, vestida a lo europeo y hablando solamente francés. Al inicio me fue difícil, porque mi primer impulso era siempre de hablarle en español. Yo tenía frente a mí una paisana, una guatemalteca como yo, y aunque no hubiéramos crecido ahí, teníamos nuestras raíces en común, una lengua común, el español, y el legado de nuestros padres. Al rato me tuve que hacer a la razón: esta chica era adoptada, no recordaba nada de Guatemala y era belga de habla francés.

Linda persona. Había estudiado aquí, tenía un buen trabajo, una pareja estable. Estaban pensando en tener hijos propios. Pero era claro que le faltaba algo: saber quién era ella, de dónde venía, quiénes eran sus padres y familia biológica… Así que la ayudé como pude. Ella traía sus documentos de adopción, con el nombre de la madre y de donde era originaria. Así que le dije que lo mejor era ir al pueblo indicado en los documentos y preguntarle ahí a un taxista. El pueblo no era grande y la gente se conoce entre sí.

Se fueron a Guatemala y con las pocas palabras de español que sabía, ella le preguntó a un taxista si conocía a la mujer mencionada en el documento. Este le dijo que sí y la llevó. Me cuenta ella después que la llevó frente a una casa que era al mismo tiempo tienda de barrio. Entraron y la mujer que estaba despachando, cuando le mostraron el documento de adopción, les dijo que sí, que ella la conocía. Era su hermana, pero ella ya no vivía en Guatemala sino que en los Estados Unidos. Luego les dijo que su hermana nunca había tenido hijos, pero que ella pensaba saber quién era la verdadera mamá. Así que los llevó a una casa a la vuelta de la esquina. Ahí, encontraron a la familia biológica de la chica.

A partir de ahí, las cosas se fueron desarrollando rápidamente: la chica había sido robada cuando era pequeña. Estaba jugando afuera, la abuela la cuidaba porque la mamá trabajaba en la capital como muchacha. Cuando la abuela quiso entrarla a la casa, la chica había desaparecido. Trataron de encontrarla, pusieron denuncia en la policía. En vano. Había desaparecido para siempre. La familia, indígena y de escasos recursos, recibió amenazas, ¡que mejor ya no siguieren averiguando dónde estaba su hija! Y punto. Treinta y cinco años después, la madre y la abuela se encuentran con esta chica venida de las Europas. Era la hija robada. La hija desaparecida. Como tantos otros miles de chicos y chicas. ¡Era un milagro! ¡Que si ahora se iba quedar a vivir con ellos! ¡Que venga toda la familia a celebrar este milagro, los tíos y tías, los sobrinos y sobrinas, los cinco hermanos y hermanas, y el pastor! Se va encontrando la chica con más de cuarenta personas en una fiesta improvisada, con tamales y frijoles. Con tortillas y caldo de gallina. Con rezos y alabanzas.

Me cuenta ella después que fue como un sueño. No podía creerlo. Pero era la verdad, la cruda verdad.

Luego, viene la cólera. La pregunta del millón: ¿Por qué? ¿Quién la había robado? ¿Cómo era posible que la hubieran dado en adopción? Cuando me llamó desde Guatemala para contarme esta historia tan improbable y surrealista, le dije que se pusiera en contacto con una organización que trataba estos casos y luchaba desde hace años para cambiar la Ley de Adopciones, justamente con el objetivo de erradicar las adopciones ilegales en el país. Así lo hizo. El caso fue tomado por la organización. Se hicieron las indagaciones del caso, se llegó a establecer como responsable del robo a la mujer identificada en los documentos de adopción. Se le localizó, se fue a juicio. La mujer está presa. No así la red que operó esta adopción ilegal entre las miles otras: todas las personas con cargos públicos o privados en Guatemala que hacen posible estas adopciones ilegales (funcionarios del Registro Civil, aduanas, notarios, abogados, etcétera) y que se hacen ricos con ello. No así las asociaciones de sociedad civil europeas y estadounidenses implicadas igualmente en este «negocio» millonario.

Como este caso se hizo público y los periódicos guatemaltecos cubrieron el caso, también la prensa internacional se enteró. En Bélgica, los padres adoptivos de la chica se enteraron de primero por la prensa escrita, ya que la chica estaba en Guatemala haciendo los trámites necesarios y quería explicárselos en persona, una vez estuviera de regreso en el país. Este fue un episodio inadvertido y desdichado. Pero luego, varios jóvenes guatemaltecos adoptados en Bélgica, Holanda y Francia también se enteraron del caso, leyeron en los periódicos de la asociación belga a través la cual la chica había sido adoptada. ¡Y cuál ha sido la sorpresa de varios de ellos cuando se van dando cuenta que también ellos habían sido adoptados a través de esta misma organización! Así que contactaron a la chica, ella me contactó a mí para realizar una reunión con todos los que se habían comunicado con ella. Han sido ya más de una decena. Tuvimos una primera reunión en octubre del 2017 y una a inicios del 2018. Fue algo bastante surreal también: alrededor de la mesa, seis chicos y chicas (entre los 25 y 35 años) representando a Guatemala en toda su diversidad, ya que algunos de ellos tienen rasgos indígenas, otros son claramente mestizos, unos bajitos, otros altos, unos blancos, otros morenos… Todos y todas en búsqueda de su verdadera identidad, con una carga emocional tangible y profunda. Fue un encuentro lleno de emociones, de rabia, de dolor, pero también de reconocimiento a través del otro y de solidaridad. Para mí, ha sido un privilegio poder acompañarles.

Estos chicos y chicas se han unido para tratar no solo encontrar sus padres biológicos en Guatemala (uno de ellos lo ha logrado a través de Facebook y viajó a Guatemala para conocer a su familia), sino también para tratar de obtener justicia aquí en Bélgica, ya que la asociación belga aún sigue existiendo, pretende no saber que se trataba de adopciones ilegales, pero es obvio que todos los documentos de estos chicos fueron falsificados y que casi todos tienen la misma historia: son hijos e hijas de madres de escasos recursos, muchas de ellas madres solteras, la mayoría de ellas sin o pocos estudios. Una de ellas, por ejemplo, dio a luz en un hospital público en ciudad de Guatemala y le dijeron que el bebé había nacido muerto. Nunca le dejaron ver el cadáver, por lo que ella siempre sospechó que no le estaban diciendo la verdad. Estos chicos y chicas quieren justicia, aquí en Bélgica y allá en Guatemala. Veremos hasta donde logran llegar.

Estas historias tan conocidas, estos secretos a voces, estas redes de criminales de la trata humana, tanto en Guatemala como aquí en Europa, me dan una gran rabia. Me dan asco. Me hace pensar que el ser humano, en su codicia y su ignorancia, es verdaderamente capaz de los actos más degradantes e inhumanos. Robar y vender a niños y niñas como si fueran mercancía. Las madres y las familias destrozadas y rotas. Vidas robadas sin ninguna vergüenza y en completa impunidad. Pero ya no es solo una, ya son una decena y tantos más. Son miles que quieren hacer escuchar su voz y obtener justicia. Para ellos, para sus familias biológicas en Guatemala, para sus familias adoptivas en Europa.

Y hablando de hacer escuchar su voz, aquí les comparto, por si no la conocen, la historia de una cantante/comediante francesa: Carmen María Vega, también adoptada de forma ilegal en Guatemala. Vale la pena conocer su historia, la cual ella también ha descubierto hace poco.

Imagen tomada de YouTube.

Imagen principal proporcionada por Carla Sandoval.

Carla Sandoval Carrillo

Soy una Guatemalteca que no es de aquí ni de allá. Politóloga formada en Bélgica donde resido actualmente. Feminista convencida y con ganas de aportar a los debates fundamentales que contribuyen a garantizar el Estado de derecho, los Derechos Humanos y a agudizar el espíritu crítico tan necesario en estos tiempos actuales.

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Un Commentario

Jose Humberto Dela cruz 12/05/2018

Si tengo conocimiento de esas actividades en Guatemala, han sido mucho(a)s ni~nos que han sido robados y que han sido dados en adopcion, al nacer en los Hospitales Nacioonales, les dicen a las Madres que bacieron muertos, y son los que se roban para darlos en adopcion, conozco de una amiga q su sobrina llego de Estdos Unidos a Guatemala, y tuvo a su bebe en el Hospital Rooseveth de la ciudad capital y no se lo querian entregar ya q se lo querian robar, no lo dejaron ver desde que nacio, sino que tuvo que dar muchas vueltas para poder lograr localizarlo, ya que lo tenian escondido dentro del mismo Hospital, son casos que ya han sido denunciados y son los mismos encargados de los documentos de los bebes que nacen ahi….son el puro negocio, ya que son muchos los que estan haciendo dinero con los bebes recien nacidos…Ojala qu estos logren encontrar a sus verdaderos padres aunque cueste muicho localizarlos…

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