Ven a ver la tierra desde el otro lado

-Carlos Gerardo / RESIDENCIA CON LLUVIA

El hecho de que el lenguaje esté exento la dimensión plástica es un caso privativo de occidente. Al respecto, Octavio Paz cita el ejemplo de la escritura oriental, que a través de su historia ha estado ligada a la destreza en el manejo de su técnica gráfica. Los grandes poetas chinos y japoneses fueron también calígrafos. Es decir: si además de saber escribir los poetas no sabían dibujar de forma artística los caracteres, estaban condenados. A principios del siglo pasado, la novedad de Breton al proponer el poema objeto como una composición que tiende a combinar los recursos de la poesía y la plástica descubría para la civilización occidental lo que muchas culturas no occidentales daban ya por sentado. Sin embargo, fue con el surrealismo que el poema objeto cobró vigencia para lo que entendemos por literatura.

Me gustaría seguir de la mano con Paz, quien identificaba como la gran ambición de la poesía moderna lograr con el lenguaje, que es temporal y sucesivo, una representación simultánea ajena al discurso. La simultaneidad de la que hablaba Paz se refiere a la pervivencia de la representación. Y dice que esta simultaneidad es la que sí logra el poema objeto: la presentación simultánea de imagen y palabra. Es esta simultaneidad también su limitación: los signos gráficos tienden a convertirse en imágenes y las imágenes en signos.

Ven a ver la Tierra desde otro lado es el último libro de Rodrigo Arenas Carter. Fue publicado por la editorial La Maleta Ilegal a finales del año pasado, y se presenta como un libro objeto. Es decir, un libro que pretende lograr simultáneamente la representación de la imagen a través de un objeto concreto con la imagen del poema. El libro necesariamente debe leerse en dos planos, pues tanto el poema como el objeto pueden funcionar de forma autónoma como piezas artísticas. Los textos -objeto y poema– no son dependientes, sino complementarios. La emoción estética depende de la conjunción de la lectura del libro junto con la de los objetos que lo complementan.

Al igual que el libro, los poemas funcionan también en dos planos. El sentido del libro termina de entenderse con la imagen. El sentido de cada poema depende del objeto, pero también de otra partición. Una que divide el texto en dos horizontes de sentido diferentes. Los poemas están escritos como fractales en los que su lectura depende necesariamente del contraste de dos realidades. En mi lectura, relacioné esta división con otra división más bien geográfica, establecida por las fronteras geopolíticas de las cuales el libro busca dar noticia. El tema de Ven a ver la Tierra desde otro lado, tanto de los poemas como de los objetos, es la migración. Los objetos son reproducciones hechas a mano de las herramientas y «artilugios» que los migrantes ilegales utilizan para cruzar las fronteras. Los poemas responden a su vez a una migración de la cual el autor ha participado desde su infancia. En ellos, el poeta se declara nómada, ajeno a cualquier sitio. Su identidad verdadera es la del viaje.

A través de estos dos sentidos se entiende el hecho de viajar, el hecho de migrar. Contra la migración que se realiza por placer está el objeto y el segundo sentido del poema, que se transforma en grito, en expulsión, en pérdida.

El lugar de la enunciación del texto es un nosotros, que se perfila con una identidad profundamente latinoamericana. Esa condición que solo los latinoamericanos podríamos entender cuando nos descubrimos extraños en otras partes del mundo; cuando descubrimos nuestras carencias, nuestras faltas, pero también nuestro ingenio, nuestro carisma, nuestro humor, nuestro fuego. Sin embargo, no es constante el nosotros. El sujeto migra del nosotros al yo para encontrar la soledad de la noche estrellada en el cielo del desierto. Se desarraiga de ese nosotros para definir el trayecto de un recorrido personal. En este sentido, el poema Zapatos para no dejar huellas que pertenece a la sección de Desiertos, hace una necesaria alusión a la infancia. El motivo del desierto se relaciona con la infancia en el imaginario simbólico de Rodrigo desde su novela Once publicada por la editorial Alas de Barrilete hace unos años.

Se construye una identidad que encuentra su raíz precisamente en su nomadismo. La renuncia del poeta a identificarse con imaginarios de nación representa una apropiación del sentido que pretende darle al libro. El poeta se declara expatriado, migrante. No quiere definir su subjetividad a través de vínculos nacionalistas. Contra la vocación de quedarse, la de irse lejos para encontrarse y saberse otro. El viaje presenta la posibilidad destruir los vínculos de identidad del yo. Al cambiar de país, ponemos en evidencia nuestra vulnerabilidad.

Esta vulnerabilidad que el autor opta por manifestar, a través de su libro, converge con el plano de los objetos, que evocan la presencia sin rostro de esa gran cantidad de seres humanos vulnerables, obligados a migrar. Son expulsados de su país por condiciones de vida –o de muerte– que los obligan a preferir una promesa insegura, cuya premisa es un viaje tortuoso que pone en riesgo su vida. Pienso que el libro hace bien al contrastar esos dos planos y al hacerlos converger. Exhibe las pérdidas y los riesgos que suceden en ambos. Contra aquella campaña del Gobierno que exhortaba a los niños y niñas migrantes a quedarse en el país, como si esa fuera una opción digna, habría que leer este libro que es uno entre los muchos que dan noticia de esta realidad, dura como el concreto de los muros que nos separan de los sueños.


Imagen principal proporcionada por Carlos Gerardo.

Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Residencia con lluvia


Un Commentario

Juan Patricio 28/03/2018

Excelente trabajo el de Rodrigo Arenas-Carter.
Muy buen texto el que presentan aquí.

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