Ricardo Gómez Gálvez | Política y sociedad / GUATEMALA: LA HISTORIA INCONCLUSA
De nuevo la historia se repite. La posibilidad efectiva de destrozar nuevamente una esperanza en ciernes. La connivencia oscura de los sectores más retardatarios de las élites dominantes, con la situación convulsa de los intereses del país hegemónico, amenazan con interrumpir la oportunidad de Guatemala de avanzar hacia la modernidad. Igual que en 1954.
Es el resultado de la confluencia nefasta entre factores internos, tales como la ausencia de ciudadanía orgánica, consciente y participativa, además de la tergiversación espuria del espíritu de la Constitución de 1985 por parte de la élites dominantes, acompañadas de la perversión continuada de la sociedad y del Estado guatemaltecos, todo esto aunado a la crisis generalizada de la civilización a escala mundial y de la crisis política interna que afecta el predominio de EE. UU. en el mundo. Todo parece conjuntarse para abortar la posibilidad, lo hemos repetido, solamente la posibilidad, de interrumpir la historia de etapas inconclusas de nuestro desafortunado país.
Queda ahora plenamente al descubierto, la conspiración y la estafa perpetradas por la élites dominantes en contra del pueblo de Guatemala, mediante la candidatura de un impostor a la Presidencia de la República en las elecciones generales del 2015, con el fin de abortar la eclosión que debería conducir a impedir otro gran desastre nacional: la consumación de la conversión de Guatemala en un Estado fracasado, sometido al control del crimen organizado.
De manera inusitada, la situación pareció enrumbarse hacia la modernización de las instituciones el Estado guatemalteco, a partir de la creación de la Cicig en el 2007. Tuvo que ser la influencia externa, bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas, con el respaldo de la comunidad internacional y la anuencia de EE. UU., la que abrió la posibilidad de rescatar a Guatemala del precipicio al que nos aproximábamos en el 2015
Las elecciones convocadas para ese año, nos conducían directamente a la toma del Estado por una coalición de organizaciones criminales, públicas y privadas, que a la corta o a la larga encaminarían a una intervención directa de la potencia hegemónica en el país, en una situación desesperada, de la cual solo unos pocos eran conscientes. Los mismos que activamente forjaron las condiciones para la aprobación del convenio que dio vida a la Cicig. Era imperativo terminar con las reglas no escritas de las prácticas mafiosas, que se habían apoderado del Estado, mediante un sistema partidista y electoral pervertidos.
En un proceso marcado por sobresaltos, virajes inconcebibles y errores graves, la Cicig sobrevivió y se erigió en el factor confiable y decisivo que condujo a la apertura de esa esperanza, no sin despertar las perores conjuras que conoce la Guatemala reciente. La conspiración sorda de las élites dominantes, mediante el acostumbrado doble discurso, encaminado a cambiar todo para que nada cambie. Una conspiración diabólica mediática moderna, en un país que no termina de salir del medioevo.
Y henos aquí, ahora, en el clímax de la conspiración, ante la mirada confusa y sorprendida en su buena fe, de un pueblo largamente acostumbrado a perder, como víctima de su propia inopia, que no termina de creer el acto final de la mascarada: los antifaces cayeron, dejando al descubierto la sordidez de los farsantes
Pero no todo se ha perdido.
Por primera vez en nuestra historia, las lacras fueron develadas públicamente, sin tapujos. La hipocresía y el doble discurso de las cloacas del poder quedaron al descubierto, mostrando las pruebas de una larga historia de crímenes contrarios a los intereses del bien común, crímenes compartidos por parte de las élites dominantes del país desde 1954, impidiendo el progreso, el bienestar y la paz social de Guatemala. Y dicho sea de paso, no se trata de reivindicar epopeyas que no lo fueron. Lo ocurrido en 1954 fue la prueba contundente de que el camino del infierno puede estar sembrado de buenas intenciones, si se renuncia a la sensatez y a la decencia.
Sin embargo, no todo está dicho. Los conspiradores extremistas antisistema están jugando con fuego; con un fuego que también los consumirá a ellos.
Hay indicios que señalan que la conspiración está construida sobre arenas movedizas. Esta vez es evidente que no logran engañar a todos, aunque recurran, como siempre lo han hecho, al criminal método de apelar a la candidez cómplice de las buenas consciencias y a invocar aviesamente el nombre de Dios en vano.
Esas arenas movedizas que no parecen advertir las fueras oscuras antisistema en Guatemala, están directamente relacionadas con la crisis política que afecta a los EE. UU.
La nación del norte atraviesa por una situación política sin precedentes, que involucra una disfuncionalidad institucional del Poder Ejecutivo, marcada por el carácter peculiar de su actual titular. La compleja e impredecible situación busca estabilizarse instaurando como eje del establecimiento político, el fortalecimiento del sistema bipartidista ubicado en el Congreso, que junto al prestigio y la independencia del Poder Judicial, constituyen los dos grandes pilares sobre los que descansa todo el entramado político democrático y constitucional de la federación.
El tema del combate a la corrupción y a la impunidad en Guatemala y en el llamado Triángulo Norte de Centroamérica se trasformó en un poderoso factor para consolidar el sistema bipartidista en el Congreso de EE. UU., concitando el apoyo activo de las dos cámaras, y lanzando el rol destacado de una guatemalteca: la congresista Norma Torres
No hay pronósticos ciertos sobre el destino de esa crisis en EE. UU., así como no los hay sobre las escaramuzas que precederán, -tal como la vivimos actualmente alrededor de la persona del actual titular de la COCG-, las próximas elecciones generales a celebrarse en Guatemala, salvo imponderables, en junio del año 2019
Lo que sí subyace clara y firmemente en las declaraciones oficiales de las autoridades del Gobierno Federal de EE. UU. que están relacionadas directamente con nuestra crisis, es que la política contra la corrupción y la impunidad está más saludable que nunca a pesar de los ventarrones. Al final se trata de las prioridades de su seguridad nacional.
Mientras tanto, a nosotros nos corresponde velar por la continuidad y fortalecimiento interno de ese gran esfuerzo iniciado en el 2015, para sanear el corrompido sistema político de Guatemala.
Ricardo Gómez Gálvez

Político de vocación y de carrera. Cuarenta años de pertenencia al extinto partido Democracia Cristiana Guatemalteca. Consultor político para programas y proyectos de la cooperación internacional y para instituciones del Estado.
Que la razón política ciudadana no renuncie a la sensatez y a la decencia. Que por primera vez prevalezcan los intereses colectivos nacionales, prudentemente orientados hacia un mejor futuro, sobre los abyectos intereses criminales minoritarios. Que la fuerza de la realidad política prevalezca sobre la oscuridad de la oprobiosa y mezquina conspiración.
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