Una reflexión sobre el valor la justicia

Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES

Eduardo Galeano mostró muy bien en sus relatos históricos como Espejos, Memorias del fuego, Los hijos de los días y, por supuesto, Las venas abiertas de América Latina, que los seres humanos adquieren valor y calidad moral cuando realizan actos justos y, al contrario, pierden valor cuando realizan actos injustos con sus semejantes. De tal modo que el valor de una persona es proporcional a la cantidad y calidad de actos justos que realice en su vida; entre más y mejores sean sus actos justos más valioso será su ser y, a la inversa, su falta de valor será también proporcional a la cantidad de actos injustos que lleve a cabo; entre más actos injustos realiza, mayor será la falta de valor que tendrá su ser y su persona. Por eso para él, los personajes de la historia no se deben juzgar o valorar en función de los triunfos militares que lograron o de las acciones que realizaron en el ejercicio de su poder, sino en función precisamente de los actos justos o injustos que realizaron con esos medios de poder que tuvieron. Criterio que no solo es válido para juzgar las grandes personalidades de la historia sino también al común de los seres humanos.

Sin embargo, los seres humanos no solo son o no son valiosos por esta razón. También adquieren valor cuando sufren acciones injustas de otro u otros, cuando son víctimas de actos injustos que otros cometen. El hecho de que alguien sea víctima de un acto injusto de otro lo convierte en un ser mucho más valioso que él. Pues al convertirlo en víctima, le transfiera o le da, sin darse cuenta o de manera involuntaria, el valor que tenía hasta ese momento, perdiéndolo. Este hecho casi sorprendente no significa por supuesto que debamos convertirnos voluntariamente en víctimas de otros para acrecentar nuestro valor como seres humanos; solo nos revela con claridad que cuando alguien comete un acto injusto contra otro, no solo pierde su valor como ser humano sino, además, ese valor lo pierde transfiriéndolo a su víctima.

Así, entonces, los seres humanos adquirimos el valor de lo justo, nos volvemos seres justos cuando obramos con frecuencia y regularidad con justicia con respeto a los demás y perdemos este valor cuando obramos con frecuencia de manera injusta. Pero como somos seres imperfectos y limitados no podemos evitar de ninguna manera, así tengamos la férrea voluntad moral de obrar con justicia siempre, actuar injustamente por lo menos una vez en nuestras vidas. De ahí que nunca lograremos ser seres justos completos por más que nos lo propongamos. Y por otro, el que obra con frecuencia injustamente, no dejará, por lo menos una vez en su vida, de obrar con justicia, no podrá evitar ser justo alguna vez así no sea este el propósito que tenga. Esta es una especie de ley invariable que marca la realidad de la vida práctica de los seres humanos.

Pero, además, cada acto justo que realiza una persona tiene el poder extraordinario de borrar o eliminar los actos injustos que ha cometido antes o, por lo menos, de disminuir o debilitar el contenido injusto que tienen. Y al ocurrir esto recupera el valor que había perdido de su ser, recobra, así sea en parte, la condición valiosa de su existencia. Recuperación que se incrementará progresivamente en la medida que continúe realizando actos justos o valiosos. Por eso cuando una persona que ha realizado actos injustos decide realizar en un momento de su vida actos justos se redime ante sí mismo y ante los demás que lo rodean en tanto recupera el valor que ser humano que había perdido. Esto lo mostró muy bien el gran escritor Víctor Hugo, en su inmortal novela Los miserables, a través de la vida de su personaje principal Jean Valjean. En efecto, la vida de este personaje representa o encarna perfectamente esta verdad de la existencia humana. Primero es condenado en los años siguientes de la Revolución, a finales del siglo XVIII, a la pena de prisión por haber cometido el delito de haber robado un pan para alimentar a su familia; y como intentó varias veces fugarse de las autoridades, le prolongaron la pena hasta 19 años. Tiempo de encierro carcelario totalmente desproporcionado y excesivo para castigar la pequeña falta que cometió, el pequeño acto injusto que realizó con el dueño del pan. Y después de obtener su libertad, volvió robar de nuevo: primero, una vajilla de plata al obispo Myriel en su casa, y después a un niño de nombre Petit Gervais 40 monedas en un camino. Dos robos en apariencia no tan graves que, sin embargo, fueron profundamente injustos porque los realizó a una persona como el obispo que le había generosamente abierto su casa para hospedarlo y a un niño incapaz de defenderse y proteger esas monedas que poseía.

Pero Jean Valjean se percata o comprende con claridad, en una especie de epifanía, después de haber cometido estas graves injusticias que son tales, es decir, que son actos injustos que no debía haber realizado. Decide, entonces, volverse otra persona, otro ser humano, adoptando un nuevo nombre, el de el señor Madeleine, y comenzar una nueva vida con el propósito de no volver a cometer semejantes injusticias. Se instala en la ciudad de Montreuil-Sur-Mer en la que abre un taller de tejidos y en donde es nombrado alcalde.

Sin embargo, al cabo del tiempo, despide de su taller a una joven trabajadora Fantine por el hecho de haberle negado que tenía una pequeña hija llamada Cosette que había dejado bajo la custodia de la familia Thenardier en una población cercana. Despido que deja a la joven sin el dinero que todos los meses le mandaba a esta familia para cubrir los gastos de su mantenimiento. Desesperada y miserable, decide prostituirse para tratar de conseguir así ese dinero que tanto necesitaba. Y en medio de esa vida, enferma gravemente y muere. En ese momento Jean Valjean se percata o toma conciencia por segunda vez que ha cometido, como una nueva y diferente persona, una nueva y diferente injusticia de las que había cometido en el pasado al dejar sin trabajo a esta joven por un motivo irrisorio e insignificante; hecho que la condenó a su degradación y a la muerte. Ante esa nueva epifanía, esta nueva luz que ilumina su mente, le promete a la joven Fantine en su lecho de muerte que buscará a su hija para traérsela. Pero como al poco tiempo muere, decide tratar de reparar esa injusticia que cometió con ella comprándola a la familia que la tenía en pésimas condiciones, y encargándose de criarla, cuidarla y rodearla de afecto.

Así, la vida de este personaje es uno de los grandes ejemplos literarios de un hecho trascendental, a saber, que los seres humanos solo comprendemos el deber o imperativo moral de obrar con justicia con respecto a los demás cuando realizamos uno o varios actos injustos que les han hecho daño; aprendemos y comprendemos el sentido y valor de la justicia solo o después de que nos enfrentamos de modo consciente a un acto injusto que cometemos. Pues, en este caso, ocurre lo mismo que con todos los demás hechos y fenómenos de nuestra realidad humana: captamos y comprendemos bien el significado de cada uno de ellos solo a través de la existencia de sus contrarios que se presenta vivamente en nuestra mente. Y esto es así porque, como ya dijimos, somos seres limitados, y, por lo tanto, contradictorios, que al vivir y actuar plasmamos en la realidad esa contradicción que en esencia somos. Contradicción de la que no podemos escapar a pesar de todos los esfuerzos que hagamos en nuestras vidas por lograrlo; siempre subsistirá con y en nosotros hasta la llegada de la muerte, como un testimonio palpable y elocuente de nuestro ser.


Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 7 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.

Reflexiones

Correo: camilobok@hotmail.com

2 Commentarios

Alexander Parada 21/05/2019

Estre’s es un personaje de todos los seres humanos. Nos puede llegar a deciciones indebidas contra otros o nosotros mismos.
TIPS
Dormir bien.
Alimentacion balanceada (vegetales, frutas, frutos secos)
Hacer una actividad fisica (cambiar, entrenar ect)
Tener un trabajo que te guste.
Cuida lo que piensas y hablas.

Beatriz. Vanzetti 20/05/2019

Asi es Camilo..muchas veces ,cometemos ..tantas injusticias y sin querer hacerlo , logramos lastimar al otro..pero es un poco la condicion del hombre…tambien estan aquellos que a sabiendas hacen el mal.
.en esas circunstancias…habria que evaluar..cual fue el motivo ,aunque el daño este hecho..todos ( creo..) deben tener una segunda oportunidad..Muy intersante el tema..Gracias Camilo…me encanto , el ejemplo que pusiste ..de «Los miserables » gracias

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