Hernán Alvarado | Para no extinguirnos / VUELO DE ÁGUILA
El último mundial masculino aumentó la brecha del fútbol centroamericano. Aunque sus resultados mejoran, todavía son erráticos y no corresponden a la inversión, al talento de los jugadores, ni a las expectativas del aficionado. La organización aún deja mucho que desear. Responsable de conjuntar los múltiples factores del rendimiento (físicos, técnicos, tácticos y psicosociales), resulta ser tan determinante, que el fútbol femenino, a pesar de su diferente dotación, viene repitiendo, mutatis mutandis, el patrón seguido por el masculino. Además de lidiar con una dificultad adicional…
La competencia femenina de Concacaf comenzó en Haití y ha sido dominada por Estados Unidos, ganador de ocho copas, de diez disputadas, entre 1991 y 2018. También cuenta con un tercer lugar. Ese dominio va mucho más allá, puesto que acaba de ganar su cuarta copa mundial. El segundo puesto del área es para Canadá, campeón dos veces (1998 y 2010) y subcampeón cinco. Suma también un tercer y un cuarto lugar. Aquí ha brillado, pero en el Mundial ronda en el décimo puesto.
En tercer lugar está México, con dos subcampeonatos (1998 y 2010) y cuatro terceros lugares en Concacaf. A nivel mundial, aparece en el puesto 26, después de tres participaciones. Su fútbol masculino supera al femenino. En el cuarto lugar, aparece un país centroamericano: Costa Rica; que ha logrado un tercer lugar y dos cuartos lugares en la llamada Copa de Oro Femenina, nombre actual de la etapa clasificatoria. Su mejor participación fue un subcampeonato (2014). El fútbol de los ticos también supera al de las féminas. Guatemala obtuvo, una vez, el cuarto lugar de Concacaf; Panamá la igualó el año pasado. El Salvador, Honduras y Nicaragua ni se mencionan. El mundial femenino solo conoció una vez a las ticas.
En Francia, acaban de estar Estados Unidos, Canadá y Jamaica. Este Mundial comenzó con 16 países, en la República Popular China; luego pasó a 24, en el 2015. Concacaf cuenta con dos puestos y medio. En el 2023 serán 32, según acaba de acordar la FIFA. Estados Unidos conservó su cetro y ha ganado la mitad de las copas disputadas (1991, 1999 y 2015). Ya contaba con un subcampeonato (2011) y tres terceros lugares. Le sigue Alemania con dos trofeos; atrás vienen, con uno, Noruega y Japón. Este año, Canadá obtuvo el lugar 11, Jamaica el 23. Centroamérica volvió a brillar por su ausencia.
El fútbol mundial femenino no tiene nada que envidiar al masculino. Técnica y tácticamente no se nota mayor diferencia. Lo físico da ventaja a los varones, en cuanto a fuerza y velocidad, pero ellas lo compensan con asociación e inteligencia. El juego, corazón del deporte, está más vivo entre las mujeres, menos arrugado por el rigor disciplinario. El espíritu de competencia parece más libre de la enajenación monetaria que hoy consume al fútbol masculino. El de ellas luce más generoso, mientras el otro parece más mezquino y agresivo. Un promedio de casi 3 goles por partido, en Francia, indica que ese fútbol se está volviendo cada vez más interesante. El clima festivo, con sus coloridos y trompetas, parece igualmente emocionante y hasta ahora no se ven manifestaciones de violencia. Los estadios lucen repletos de banderas, donde se mira menos drama e interrupciones, a favor del espectáculo. Como el público no se aburre, ni se frustra, también las árbitros llevan su fiesta en paz.
Estados Unidos y Canadá marchan a la vanguardia del fútbol femenino mundial, lo que contrasta, superlativamente, con el escaso protagonismo de los varones. Los demás países del área no parecen haberse percatado de la gran oportunidad que representa ese fútbol para el desarrollo general del deporte. ¡Qué pena que el fútbol femenino centroamericano aparezca tan rezagado! Incluso más que el masculino. Sus resultados reflejan el subdesarrollo de una organización que enfrenta un obstáculo adicional: la tara cultural del patriarcado que, en vez de triunfos deportivos, cosecha femicidios, a lo largo y ancho del istmo.
Por eso, resuena la voz de Yiyalin Rodríguez, de la etnia ngäbe, en San Vito de Coto Brus, hoy futbolista y mañana preparadora física. Ella fue seleccionada como representante centroamericana en 2019. En marzo dijo: «Todas las mujeres podemos, somos capaces de lo que deseamos como futboleras. Ojalá se abra más el camino para cualquiera que le encante y que nunca dejen el deporte porque también es para nosotras» (Centroamérica, Pasión de Fútbol). Dada la realidad de su pueblo, sus palabras retumban, como un eco, en el vergonzoso abismo de una ancestral exclusión.
Hernán Alvarado

Director técnico titulado, Universidad Nacional, Costa Rica, mejor promedio de 1994. Exguardameta de tercera, segunda y primera división. Sociólogo y economista, con Maestría en Teoría Psicoanalítica de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis. Autor de varios libros y artículos; entre ellos: Alvarado y Alvarado. Guardametas de fútbol. Estrategia para el siglo XXI. Heredia: Editorial Fundación UNA, 2003.
Correo: hernanalvaradougarte@gmail.com
Un Commentario
De acuerdo, el fútbol femenino ofrece más belleza, técnica y gracia. No se fingen lesiones, ni se ve mala intención como sucede algunas veces entre varones.
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