Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL
El 3 de julio pasado llegaba desde Chile una noticia llena de esperanza. Se había condenado a nueve exmilitares por el asesinato de Víctor Jara, el líder político, artista y cantautor asesinado por la dictadura de ese país en 1973.
A Jara la dictadura de Augusto Pinochet le arrebató la vida a pocos días de asumir el poder, el 11 de septiembre de 1973. Los hechos tuvieron lugar en el mismo Estadio Nacional de Chile.
La historia parece tan familiar a pesar de la distancia entre Guatemala y Chile: por un lado un militar con delirio de poder, por el otro un músico talentoso con sueños de justicia social. Qué lugar tan golpeado es esta Latinoamérica nuestra.
Por supuesto que estas líneas no pretenden describir la vida del personaje, suficiente material habrá en este mar digital de información en el que navegamos en la actualidad. Estas líneas son más una reflexión de lo que nos provocan hechos como los sufridos por el protagonista.
Y es que para quien atenta contra un artista jamás será posible visibilizar la envergadura de sus acciones. Sus proyectiles no solamente privan a una familia de su ser querido, privan del recurso cultural a toda una nación, y es aún peor cuando ese artista ha logrado llevar su mensaje más allá de su país, en esos casos la humanidad entera se desangra.
El caso de Víctor Jara inevitablemente trae a la memoria latina miles y miles de fusilamientos al arte. Pienso en Jara y recuerdo a Luis de Lión o Alaíde Foppa acá en Guatemala, ambos escritores desaparecidos desde la década de 1980. Qué peligroso puede ser el talento en algunos lugares.
La justicia, por su parte, dibuja trayectos complicados, es un camino repleto de ansiedad, impotencia y desesperación. A veces una vida no alcanza para encontrarla, pero para quienes no cesan en su búsqueda, es un destino eminentemente reparador.
Nueve responsables condenados por el asesinato del artista casi medio siglo después de los hechos, parece increíble, pero debemos abrazar ese símbolo regional. Las guitarras, las plumas y las letras latinoamericanas desaparecidas y asesinadas tienen una esperanza, hoy la justicia cultural se llama Víctor Jara y viene del sur.
Quizá lo más irónico de estos casos es que podrán eliminar sus cuerpos pero jamás su arte, sus mensajes viven en todos los que reconocen en ellas y ellos un talento único, el de hacer vibrar con sus cantos y letras los corazones solidarios de América Latina.
Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.
4 Commentarios
Ay patria! A esos coroneles que se orinan en tus muros, hay que arrancarlos desde lo más hondo de sus raíces y colgarlos en un árbol de rocío agudo, violento de las cóleras del pueblo! del poeta Oto René Castillo y la canción «El derecho de vivir en paz» de Víctor Jara, son cápsulas suficientes para despertar la conciencia de muchos latinoamericanos. Fracasaron los asesinos porque nada podrá contra la vida.
Qué gran comentario Benjamín. Saludos.
La esta tierra es de nosotros
Y no del que tenga más…
Un abrazo solidario Cristian.
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