-Luis Enrique Morales / OTREDAD Y EDUCACIÓN–
Rudolf Steiner, partiendo de una pequeña influencia de la filosofía nietzscheana, desarrolla, al mezclarla con la teosofía y algunas otras cuestiones místicas, una de las pedagogías más controversiales hasta la actualidad. La pedagogía de Waldorf.
Esta pedagogía tiene su origen teórico en la publicación del primer libro de Steiner, 1907, Sobre la educación de los niños desde un punto de vista espiritual, y su origen práctico después de la Primera Guerra Mundial, cuando la Alemania de la época quedó pobre. En 1919 se funda la primera escuela, en la fábrica de cigarrillos Waldorf- Astoria, la cual contaba con 256 estudiantes, hijos de los trabajadores de dicha fábrica.
Steiner comprende la antrosofía como una respuesta práctica en la vida cotidiana a las preguntas cosmológicas, filosóficas y religiosas. Esto lo reduce el autor, definiendo al ser humano como una individualidad hecha de espíritu, alma y cuerpo. Él dice que esta individualidad se desarrolla cada siete años. Es decir, la infancia, la adolescencia y la madurez hasta los veintiún años. Según Steiner, es necesario que en los primeros siete años el desarrollo se base en la imitación de lo natural, es decir que el estudiante tiene que estar en el campo, jugando con los objetos naturales como árboles, piedras, tierra. La segunda etapa, de siete a catorce años, se caracteriza por el desarrollo de la imaginación, pintando, haciendo música, teatro, manualidades, etcétera. Y la última etapa se caracteriza por conocer la realidad social, histórica, política. Es importante que los niños se mezclen en diferentes edades, dependiendo al septenio en el que se encuentren. Esto ayudará a los niños a construir su propio conocimiento y que los que conocen más, ayuden a los otros a construir lo que desconocen. Esto crea un sentido de colectividad, que quienes enseñan a los otros acomoden de una mejor manera el conocimiento ya adquirido para compartirlo y hace que el estudiante desde pequeño sea consiente de sí mismo. El juego y la experimentación son fundamentales, porque son el camino a la creación de nuevos valores y de la independencia de los estudiantes.
Es un hecho lamentable cuando a los niños de edades preescolares y primarias se les encierra en un aula, educándolos en el sistema disciplinario de siempre. Un claro ejemplo de ese encierro son los colegios-casas, donde la única área verde es un pasillo con una maceta. Los estudiantes no se desarrollan de manera íntegra. Lo que hacemos es enseñarles a vivir en encierro y a repetir como loros las reglas para mantenernos dentro del aula, quietos e inmóviles. Además de seguir alimentando ese sistema de educar en el miedo, como lo dice Naranjo.
Arjona cuenta sobre ese encierro en alguna de sus entrevistas, él dice que en su época de maestro tuvo problemas con los maestros que preferían seguir el programa de siempre y enseñar el nombre de las plantas usando el libro. Él, en cambio, se iba con sus estudiantes a un barranco cerca de la escuela para conocer la naturaleza de cerca. Desde Aristóteles se viene diciendo que el aprendizaje está ligado a la mano, aludiendo a que en la práctica se desarrolla el conocimiento. Está claro que no hemos podido romper ese paradigma del encierro, de lo metódico, del miedo y la repetición. Aún creemos que entre más tiempo pasa la gente sentada en un escritorio escuchando a un tipo que da sueño, más se aprende. Hay pruebas que el desarrollo cognitivo se construye a medida de la experiencia y la práctica sensible. Es por eso que la pedagogía de Waldorf es una solución para el problema de la educación tradicionalista.
Fotografía principal tomada de Waldorf Today.
Luis Enrique Morales

Quetzalteco nacido en 1989, escritor independiente y estudiante. Egresado de la Universidad Galileo en 2012, excatedrático en el área automotriz de la región de Quetzaltenango. Actualmente residente en Estocolmo, donde trabajo en docencia y, al mismo tiempo, estudio Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la Universidad de Estocolmo.
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