Una educación para una sociedad muy desigual: la necesidad de identificar los diferentes grupos sociales presentes en la sociedad guatemalteca IV

Edgar Florencio Montúfar Noriega | Política y sociedad / IDEAS AL AGUA

Un poco menos del 36 % de las familias en Guatemala se encuentra en pobreza no extrema, según los datos de la ENCOVI del 2014. La pobreza no extrema es una categoría que se utiliza para agrupar a las personas, y a sus familias, que tienen acceso a los alimentos básicos, pero carecen de los recursos para agenciarse de los servicios mínimos como agua, electricidad, etcétera. Ya pensar en salud o en educación se convierte en algo muy poco accesible, por lo que requerirán de estos servicios de forma gratuita.

Un niño de 7 años que ingresó a primero primaria y que proviene de una familia en pobreza no extrema, quizás no tenga hambre, pero probablemente la alimentación que recibió no fue la mejor y puede estar sufriendo algún problema de desnutrición o mal nutrición, también puede contraer fácilmente enfermedades respiratorias o digestivas. La educación de los padres no superará el nivel primario, por lo que la estimulación temprana que puede recibir será escasa o inexistente. Usualmente el cuidado de los hijos más pequeños queda relegado a los hermanos, y más frecuentemente a las hermanas, mayores. También tendrán algunas tareas para acceder a los alimentos, como apoyar en el cultivo, recolectar o apoyar en tareas remuneradas en las que participan los padres.

Los estudiantes de familias pobres pueden avanzar en la escuela primaria. Al igual que los hijos de familias en extrema pobreza, las escuelas oficiales representan la única opción, si llegar a ellas no representa un costo en transporte, servicio que no pueden pagar. Pero la gran mayoría de los niños de las familias pobres se enfrentarán al problema de continuar sus estudios en el nivel medio, ya que estos establecimientos usualmente se encuentran en áreas urbanas, mientras que la gran mayoría de las escuelas oficiales o públicas se encuentran en las áreas rurales.

La carencia de servicios básicos en la casa, la poca escolaridad de los padres, los escasos o inexistentes recursos educativos presentes en el hogar se combinarán para que estos estudiantes no logren los niveles de aprendizaje propuestos por el mismo Ministerio de educación. La inasistencia prolongada podrá ser menor frente a los estudiantes en extrema pobreza, pero existirá debido a problemas de salud, tareas que deben realizar o por la necesidad de migrar para trabajar por temporadas.

Buena parte de los niños y niñas pobres son quienes reprobaran alguno de los grados en primaria, afectando esto mayoritariamente a las niñas, quienes tienen más probabilidad de no regresar a la escuela si pierden un grado frente a los niños pobres. El hecho de repetir un grado repercute directamente en la estima que siente el niño o la niña por sí mismo.

Un niño pobre, o en extrema pobreza, tiene un contexto adverso frente al proceso educativo. El 30 % de los niños de 7 años en pobreza extrema no ingresaron a la escuela, en el caso de los niños de 7 años de las familias en pobreza no extrema representaron casi el 16 %, esto a partir de la información de la ENCOVI 2014. El área geográfica también golpea diferente a los niños de 7 años pobres, en el área urbana casi el 12 % de los niños de 7 años no se inscribió en una escuela, en el área rural este porcentaje es casi el doble, donde más del 22 % no logró inscribirse en un centro educativo.

Quizás surge la idea de que los niños y niñas de familias no pobres tienen las condiciones para enfrentarse el proceso educativo escolarizado que ha diseñado el Gobierno y ejecuta el Ministerio Educación, ese que demanda que las personas inicien a los 7 años primero primaria y que pasen 180 días en las aulas por nueve años, así logran alcanzar la escolaridad mínima obligatoria a los 15 años. La realidad es que el grupo de los no pobres es el más heterogéneo de los tres que se plantearon en este ejercicio y donde las grandes diferencias no se encuentran en el acceso, sino en una nueva forma de desigualdad educativa, el aprendizaje que logran alcanzar.


Edgar Florencio Montúfar Noriega

Hijo, padre, esposo, hermano, sociólogo y pecador creyente que vuelve a pecar

Ideas al agua

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