José Domingo Carrillo Padilla | Política y sociedad / CALEIDOSCOPIO
La semana del 6 al 10 de agosto del año en curso viajé a Guatemala. El motivo, la celebración del XIV Congreso Centroamericano de Historia. Asistí al primer Congreso de la segunda época, como se acostumbra escribirlo, en 1992, en Tegucigalpa, Honduras. Por aquellos años realizaba estudios en la Universidad de Costa Rica, en la Maestría Centroamericana en Historia que aún ofrece esa institución. De aquel primer Congreso al que se realizó hace un mes aproximadamente, la distancia entre ambos no solamente se mide por los años transcurridos, sino también por la evolución numérica de los participantes y la calidad de las ponencias presentadas.
Hoy, la historiografía centroamericana goza de buena salud. La realización de los congresos de manera regular es un escaparate por medio del cual legos y especialistas observan la evolución de las narrativas que han incrementado nuestro conocimiento sobre el pasado del istmo.
La variedad de mesas temáticas y el universo de ponencias, además de los libros presentados, echan por fuera las afirmaciones superficiales de quienes aún esgrimen argumentos según los cuales el pasado de la región se desconoce, o que la trillada memoria histórica de Centroamérica no se discute públicamente y, peor aún, que no hubo independencia en 1821; y otras afirmaciones más, que ponen de relieve el desconocimiento sobre el pasado y sobre lo que se escribe actualmente sobre ese pasado.
Así que, la realización del Congreso fue un buen pretexto para visitar el país de nuevo, disfrutar de su historia y de sus playas. Aguas tibias y arena volcánica de color negro. A diferencia del pacífico mexicano, en Puerto Vallarta, por ejemplo, el agua es fría, lo mismo en Bahía Kino en Sonora, hacia el norte de México. Bahía que seduce por estar situada frente al desierto. En Vallarta, la arena es de color gris, en Bahía Kino, blanca. La sazón de la cocina criolla fue otro aliciente para emprender el viaje hacia la tierra del quetzal, como se refieren al país de manera cursi. Sin embargo, los rollos primavera de pescado y espinaca, bañados de forma pornográfica de salsa de tamarindo, insuperables.
Guatemala me ofreció la posibilidad del reencuentro, con amigos de la adolescencia y primera juventud. Héctor, Marino, Ramón y Víctor fueron anfitriones en Antigua Guatemala. Compartimos el pan y la sal. Fue un viaje repleto de memorias, viajes, mares, olores y sabores del país.
José Domingo Carrillo Padilla

Doctor en Historia, investigador nacional del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), profesor/investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México
Un Commentario
¡Que bueno que estuvo por Guatemala!
Que pena que no me enteré. Quizá hubiéramos podido compartir una taza de café.
Enhorabuena.
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