Un realizador adolescente

-Edgar Barillas / RE-CONTRACAMPO

Alfredo Mackenney no se acuerda del nombre de aquella película que hizo en su adolescencia, pero para más señas, era policíaca. Precisamente de aquel género que se iniciara con The Public enemy, de William Wellman, pero sobre todo con Scarface, de Howard Hawks, en 1931, películas que delinearon los rasgos de los filmes gansteriles. La acción de la película de Mackenney transcurre en la segunda ciudad de Guatemala, Quetzaltenango, conocida como Xelajú, en donde vivió su niñez y adolescencia. La trama se inicia así:

Intertítulo
«Una serie de asaltos azota la ciudad de Xelajú. La policía está desorientada.»

Imagen
Exterior del Banco de Occidente en Quetzaltenango.
Salen los ladrones a toda carrera, asesinando a su paso al policía que prestaba vigilancia en la puerta.

Intertítulo
«Guardia civil»

Imagen
Persecución en automóviles. La policía trata de capturar a los delincuentes.

Este es uno de los cuatro filmes iniciales de Alfredo Mackenney, cuando apenas pasaba de la pubertad a su más tierna juventud. Era el tercero de sus trabajos y el primero en color. La película termina con el esperado triunfo de la ley sobre los malhechores. Uno de los asaltantes bota, sin advertirlo, un papel; en él hay una dirección que resulta ser de la novia del transgresor. La policía interroga a la muchacha, quien confiesa los detalles del próximo asalto. Poco a poco, la autoridad va capturando a todos los ladrones, hasta que finalmente todos son puestos a buen recaudo.

No se necesita mucha erudición cinematográfica para identificar que estamos en presencia de una película muda, los intertítulos nos dan la pista, sin embargo, hay detalles que no podemos dejar de lado. Se trata de un filme mudo, del género policíaco y la película es a color. Esto, a simple vista, es confuso, ilógico; ¿por qué?, revisemos los detalles. Consideremos, primero, que la puerta de entrada al espectáculo sonoro se abrió en 1927. Las películas policíacas nacieron en 1931, cuando ya el cine sonoro tenía carta de identidad y lo mismo sucede con el color, que llegó al cine en la mitad de los treintas. ¿Qué significa esto? ¿Anacronismo? Tal vez para otros lares. Pero no en Guatemala, en donde la época del cine mudo no desaparece con la llegada de la banda sonora en las películas, sino más bien convive con las incorporaciones tecnológicas hasta la mitad del siglo XX. Pero ahora veamos más de cerca las primeras películas de nuestro realizador adolescente, pues estas producciones nos descubrirán muchas de las claves de la producción cinematográfica en Guatemala, no solo de los primeros tiempos, sino también de la actualidad.

Mackenney hizo sus tres primeras películas en Quetzaltenango, entre 1944 y 1948. Su papá, quien había realizado filmaciones de la tradición popular guatemalteca y de los paisajes de su país, le obsequió una pequeña cámara no sonora de 8 mm. Con ella y la colaboración de sus compañeros de escuela, Alfredo dio rienda suelta a su imaginación. Realizó una película de mucha acción -su ópera prima- en el volcán Cerro Quemado, aprovechando la atmósfera de surrealismo que crea el coloso tras su última violenta erupción. El grupo de muchachos -unos mozalbetes de unos trece y catorce años- eran los guionistas, los actores y el equipo técnico. Una segunda película fue rodada en la casa del abuelo de Mackenney y el género se trasladó de la acción al terror y el misterio. La más lograda fue la tercera experiencia, la de los asaltantes de Xelajú, de la que hablamos antes.

Más tarde, Mackenney inició la carrera de Medicina en la ciudad de Guatemala y con nuevos compañeros de aventuras filmó, en 1952, la que sería su última película muda de ficción, antes de dar el salto definitivo al documental folklórico y de vulcanología (que lo convertirían en uno de los más importantes personajes de las imágenes en movimiento de Guatemala). Se trataba de El anillo sangriento, en la que un acaudalado muere asesinado por unos asaltantes y su secretaria termina como heredera de su inmensa fortuna. Es una película de 8 mm, a color y con intertítulos, con una duración de cinco minutos. Esta quizá sea la última película de este tipo realizada en Guatemala. Lejanos estaban los años en que los primeros intentos de realizar cine de ficción se estrellaban con un medio lleno de adversidades. ¿Entonces, qué tiene en común Mackenney con aquellos realizadores? Un recorrido por la vigencia del cine mudo nos aproximará a las respuestas…


Continuará.

Fragmento del artículo “Quizá entre las astillas del recuerdo: las películas guatemaltecas de ficción del cine mudo” de Edgar Barillas, publicado en Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala, enero-marzo, 1999, pp. 28-29.

Edgar Barillas

Guatemalteco, historiador del cine en Guatemala, investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Re-contracampo

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