Un femicidio anunciado: la masacre de las niñas

-Mariajosé Rosales Solano / ÍNDIGO EN LA VIDA

La contrainsurgencia es una política de exterminio utilizada por los Estados y grupos de poder en diferentes momentos de la historia contemporánea. Guatemala es un territorio en el cual han ensayado, experimentado y reproducido tácticas y estrategias contrainsurgentes de ejércitos como el francés y estadounidense. La tortura, los asesinatos selectivos, las masacres, la violencia sexual, la militarización de las zonas, el arrebato de los recursos de la alimentación y la persecución son algunas de las expresiones que encierran estas políticas.

Como bien dice la palabra, son políticas o acciones para acabar con cualquier «insurgencia», tomando en cuenta que esta es definida por los grupos de poder, ellos son quienes caracterizan las acciones como insurgentes. Muy claro fue la guerra de los años sesenta a noventa, con un auge entre 1978 y 1984; cuando insurgente era toda persona que pensaba diferente a la ideología militar-oligarca, toda persona organizada y toda persona de algún pueblo originario, así fue como configuraron al «enemigo interno».

Marcha 8 de marzo, 2017. Fotografía tomada por Mariajosé Rosales Solano.

Una de las técnicas de la contrainsurgencia fueron las masacres en las comunidades, era un ritual para el Ejército, separaban primero a las mujeres, las violaban, después encerraban a las personas en las iglesias y les prendían fuego. También, un caso paradigmático fue en la embajada de España, el 31 de enero de 1981, donde quemaron vivos a campesinos.

En el transcurso de la «paz» funcionan estas políticas de exterminio y concuerdan con las resistencias de la defensa del territorio, la necedad de instalar proyectos económicos y apropiarse de territorios con sus elementos –agua, bosques, minerales-. También concuerdan con instalar la necesidad del uso de las empresas de seguridad por medio de generar terror en las calles, como sucede en las zonas urbanas. Todo esto con el objetivo de evitar la organización o como ellos le nombran, «la insurgencia».

Marcha 8 de marzo, 2016. Fotografía tomada por Mariajosé Rosales Solano.

La crueldad en acciones estatales

Días antes se escucharon en las noticias las denuncias de las niñas del Hogar Seguro: situaciones de trata, violencia sexual, condiciones precarias y la organización de las niñas por escapar de ese infierno -como muchas lo llamaron-. Una de las denuncias más fuertes de estas niñas fue el trato de los monitores, pues eran quienes ejercían la violencia en este lugar.

Como ya sabemos, el 7 de marzo intentaron realizar una escapada colectiva y las autoridades activaron la seguridad por medio de la Policía Nacional. Encerraron en un cuarto a más de 50 niñas y adolescentes. A la mañana siguiente, todavía estaba la red de «seguridad» en el cuarto y cuando el fuego se evidenció, no abrieron la puerta a pesar de los gritos de las niñas.

Después de romper el estado de paralización por oír la noticia perversa de la masacre de las niñas, tratamos de responder o denunciar lo más fuerte. No sé qué pretendíamos, pues en esos momentos todo tu cuerpo te recuerda esas técnicas contrainsurgentes de las guerras en Guatemala y no sabes muy bien cómo reaccionar para que no vuelva a pasar, para que -con la esperanza en la mano- no ocurran más estas acciones de exterminio.

Mientras más se conocía la situación, el exterminio no fue solamente ese 8 de marzo, sino durante la corta vida de esas niñas. Muchas eran institucionalizadas porque corrían riesgos en sus barrios con las pandillas o porque en sus casas eran sobrevivientes de violencia sexual; otras por la alerta Alba Keneth, institucionalizadas en procesos engorrosos y las mamás no lograban que los jueces se las entregaran demostrando que se responsabilizaban por sus hijas o nietas. Todas las familias viven en condiciones precarias y en zonas de riesgos extremos entre narcotraficantes, pandillas, sicarios y la directriz del Estado de utilizarlas como cuerpos desechables y violables.

Marcha 8 de marzo, 2017. Fotografía tomada por Mariajosé Rosales Solano.

Esta masacre es una evidencia más de la cultura femicida en la cual sobrevivimos; femicida, racista y, por supuesto, violenta por las condiciones de clase. Toda la respuesta y la relación después con las familias también lo demuestra. Y si comparamos con las técnicas de la guerra contrainsurgente, es muy parecido. Fue un mensaje para las mujeres en este territorio «si hablan esto les pasa», y la respuesta fue: gritamos por la vida.

Junto a la denuncia de las niñas por sus condiciones de vida seguiremos accionando para que en algún momento de la historia de esta sociedad logremos vivir dignamente todas las personas; y que ninguna persona crea que puede librarse de estos actos sin justicia.

#FueElEstado
#EstadoFemicida


Fuente:
Pablo Bonavena y Flabián Nievas. «La guerra contrainsurgente de hoy». En Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano Pacarina del Sur. [En línea]. Año 3, número 10, enero-marzo, 2012. http://www.pacarinadelsur.com/home/abordajes-y-contiendas/368-la-guerra-contrainsurgente-de-hoy?

Mariajosé Rosales Solano

Lesbiana, feminista, antiracista. Fotógrafa, hierbera y lectora. Amante de la música y el cine. Urbana de casi cuarenta vueltas al sol.

Índigo en la vida

2 Commentarios

Luz 10/03/2018

MUy bueno tu articulo

    María José 19/03/2018

    Muchas gracias!

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