Maya Lima | Cóncavo/convexo / DEMONIO HEMBRA
Un ángel de mil manos se levanta temprano, atempera la tetera y bebe una taza de English Breakfast recién hecho, porque ama su aroma y necesita iniciar el día con cordura. Toma el primer sorbo de humeante placer. La mañana es rayo del astro más brillante, dedos extendidos hacia los creyentes de los signos de la vida. Pues el ángel de mil manos ilumina caminos. Se hace pasar por alba. Es temerario, intempestivo. Canta, que no es poca cosa. Canta cada día, no importa la época del año, y su voz y sus palabras son amanecer.
También alimenta a los gatos, que son nueve. Utiliza artificios matemáticos para verificar de una forma sencilla que el amor nunca resta, sino todo lo contrario. Ordena sus discos, ordena sus partituras, guarda su instrumento. Porque los ángeles saben que la música es fuerza que anima todo lo que hay sobre la tierra. Y saben que anima también aquello que se forma en la nubosidad de un sueño o en la oscuridad de una buenaventura, de una adivinación.
El ángel de mil manos sacude su blazer, toma su instrumento y se lanza a las calles. A su paso los frutos revientan, son canciones, profundidad sonora. Este ángel huele a cocos y a raíz madura. Imaginarlo en su andar es sufrir amargamente. Es llorar de soledad. Es desgajarse desde el otro lado del mundo. Es vivir sin la esperanza de resucitar reflejada en sus ojos después del coito. Algunas huérfanas de amor lo piensan deshojando margaritas y aunque esto es bastante cursi sabemos todas que el paraíso está donde sus maravillas nacen, donde su cuerpo breve es ardor, vehemencia, exaltación.
Cuando regresa a casa, el ángel de mil manos se quita los zapatos, echa un vistazo a las flores del jardín, pierde una lágrima recordando el Júpiter de Mozart. Casi instantáneamente, antes de que el tímido llanto humedezca su mejilla, la entrepierna alborozada por el calor del verano le recuerda aquella jugosa y dulcísima granada símbolo del amor, símbolo de fecundidad. Y llora y moja, moja aquí, moja allá. Canta, amanece… Y una tan lejos, sin poder hacer nada.
Maya Lima

(México D. F. 1973). Poeta, cuentista, lectora en voz alta y promotora cultural. Autora de los poemarios El síndrome del desierto (2013) y Gerontofilia de una reina (2015). Ha participado en más de diez antologías de cuento y poesía en México. Es una de las fundadoras del grupo Cabaret Poético (performance poético de burlesque), presentándose en diversos foros de la ciudad de México. Fue responsable operativa de la Casa del Poeta José Emilio Pacheco del Instituto Municipal de las Artes en el municipio de Tlalnepantla de Baz, Estado de México. Actualmente radica en Alemania.
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