Un acercamiento a la realidad indígena en Guatemala (II)

-José David Son Turnil / RI KAXKOL (EL SERVICIO COMUNITARIO)

En la primera parte se expuso cómo la población indígena fue objeto de asimetría en sus oportunidades de desarrollo frente a un Estado de carácter elitista y monoétnico.

En esta segunda parte corresponde explicar el carácter del pensamiento mayista. Durante el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX, el Estado trató en varias oportunidades de resolver lo que dio en llamar el problema indígena. Impulsó políticas de asimilación, de blanqueamiento, de integración, incluso de una eugenesia indirecta. No obstante, a pesar de estos intentos la población indígena mantuvo sus valores culturales con una gran capacidad de resiliencia. No renunció a sus formas de vida, que además, en gran medida, estaban condicionadas por la pobreza y la exclusión.

De esa cuenta, al final del siglo XX se tienen 22 idiomas indígenas mayas vigentes, formas de organización social, gastronomía, vestimenta, artesanía y una espiritualidad que, aunque penetrada por el cristianismo, adopta formas sincréticas en su cosmovisión.

Desde el siglo XIX también llegaron a Guatemala investigadores interesados en redescubrir los misterios de los antepasados mayas. Se desvelaron monumentos, sitios arqueológicos, se realizaron estudios antropológicos, lingüísticos, etnográficos, tratando de exaltar el pasado glorioso de los mayas del período clásico en los grandes centros urbanos de desarrollo prehispánico como Tikal, Kalaqmul y otros.

Grandes aportes realizaron los primeros mayistas extranjeros como Erick Thomson, quien realizó estudios sobre el calendario maya y su compatibilidad con el gregoriano. También hubo estudios sobre los idiomas mayanses y epigrafía realizados por Terrence Kaufman, Thomas Smith, Lyle Cambell, Knorosov, para citar algunos.

Lo relevante en este período de la historia nacional es que estos estudios dieron auge al pensamiento mayista, que el liderazgo indígena adoptó como propio. Pero este pensamiento fue contemplativo, exaltando las glorias pasadas, y buscando elementos propios para reconstruir no solo la historia prehispánica, sino las tradiciones, la espiritualidad y las autoridades comunitarias. Un ejemplo de ese resurgir bajo el paraguas del pensamiento mayista es la organización de los 48 cantones en Totonicapán.

No obstante, el mayismo para el Estado elitista nunca representó ninguna inquietud ni molestia, porque además de ser contemplativo fue folklórico, culturalista y sin ninguna intensión política. Surgen entonces los grupos folklóricos en los pueblos mayoritariamente indígenas, como en Totonicapán, donde se organiza la Vanguardia Indígena, una asociación dedicada a presentar bailes y eventos culturales, el festival de la Rabín Ajaw en Cobán, el evento de Umial Tinamit en Quetzaltenango y otros más en muchos lugares del país.

Este pensamiento mayista no había dado el salto cualitativo al espectro político. En algunas ocasiones líderes indígenas se incorporaron a los partidos políticos y fueron candidatos a puestos de elección, pero con un discurso discreto, culturalista y absorbidos plenamente por la ideología del partido político postulante. Incluso hubo una experiencia de participación con un instrumento propio cuando se trató de organizar el partido indígena denominado FIN, Frente de Integración Nacional, dirigido por indígenas en el marco del pensamiento mayista.

De esta experiencia surgen, en la elección de 1984, cuatro constituyentes indígenas, uno de los cuales fue Mauricio Quixtán de Quetzaltenango, quien se presentó al congreso vistiendo un traje de Almolonga, lo cual dio paso al racismo y discriminación de sus colegas constituyentes. La presencia de Quixtan era diferente a las de los otros tres que, siendo indígenas, vestían a la usanza occidental.

Pero estos esfuerzos de participación política de los indígenas no tenía mucho sustento teórico porque se fundamentaban en el pensamiento mayista culturalista, además de que en la época de los años 80 se vivía el más alto nivel de la represión militar contra las comunidades indígenas por su presunta complacencia con los grupos alzados en armas, especialmente con el EGP.

En el período del enfrentamiento armado interno hubo una alianza tácita entre sectores religiosos y el liderazgo indígena, para pasar de la experiencia colonial de la cofradía a la Organización de la Acción Católica con un enfoque político. Asimismo, hubo procesos de formación vinculados a la insurgencia, que impregnaron en el liderazgo indígena la necesidad de dar un giro en el pensamiento mayista contemplativo, de ahí los cuadros emergentes del CUC de los años 80, las ligas campesinas, las ONG indígenas que, en el marco de las nuevas tendencias del pensamiento indígena latinoamericano, fueron preparando el terreno para un nuevo pensamiento indígena. El neomayismo, beligerante, político, reivindicativo, con sus virtudes y sus riesgos, el cual se abordará en la tercera parte.


Fotografía: cambio de autoridad del Fondo Indígena Guatemalteco, Palacio Nacional de la Cultura, 2008, por José David Son Turnil.

José David Son Turnil

De origen maya k’iche’ nacido en Totonicapán. Licenciado en Pedagogía, con maestría en Ciencia Política, actualmente docente de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Facultad de Humanidades. Consultor y conferencista independiente para diferentes instituciones nacionales e internacionales.

Ri kaxkol (El servicio comunitario)

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