Ju Fagundes | Para no extinguirnos / SIN SOSTÉN
Sentir tus labios en los míos despierta un sinnúmero de sensaciones. Mi boca se autonomiza y procura ávida el disfrute pleno y total de tu piel. No son ya solo mis labios, también mi lengua y mi cuerpo todo que quiere degustarte, paladearte, absorber tus humores y sentir en mis papilas el sabor de tu deseo.
Decidir disfrutar haciéndote sentir las más gratas sensaciones eróticas no es cuestión de siempre, ni de todos los días. Es tu tacto, tu estilo, tu manera de tratarme, de excitarme, las que me llevan a corresponderte, a mordisquear y humedecer con mis labios tus lóbulos, a decirte casi en silencio, al oído, que me atraes, que provocas en mí el deseo enorme de poseerte.
Sé que mis besos te estimulan, tensan tus músculos y me solazo acariciando con mis manos abiertas tus nalgas. Te recorro golosa el vientre, sintiendo cómo el calor de tu cuerpo va en aumento. Agoto mi sed de deseo besando tu nuca y, si estoy de pie, te tomo por la espalada para acariciar tu abdomen y su parte baja con las manos, lentamente, hasta atrapar entre mis dedos tu ya endurecido y erguido miembro. Disfruto tus requiebres, tus impulsos hacia atrás para permitir mis caricias, movimientos que se topan con mi pubis, ya para entonces semi humedecido. Mis manos se posesionan del trofeo, el que manejo con gusto y cuidado, el que aprieto y tenso convencida de que su excitación es por mi causa, que soy la razón y sentido de su deseo, cada vez más intenso y, a veces, desesperado.
No puedo rehuir tus labios, que busco ansiosa mientras con mis manos controlo y acreciento tus pasiones. No puedes voltear tu rostro totalmente, dificultad que me permite acariciarte a mi gusto e intermitentemente, sintiendo en mis pezones tu espalda, y el deseo ardiente de tu sexo en mis manos. Mi deseo crece, sé que te controlo, administrando a mi modo y ritmo tu ansiedad erótica y tu dicha.
No me gusta postrarme ante el trofeo en una posición de adoración y de rodillas. Prefiero el encuentro de las miradas en el mismo nivel, lo que me hace acariciar tu sexo con mis labios teniéndote sentado o tendido en la cama. Se que te produzco distintas sensaciones y un placer diferente cuando engullo tu sexo y desde dentro de mi boca lo acaricio y estimulo, sensaciones que me hacen disfrutar y animarme a juguetear con él de distintas formas, con distintos tonos, ritmos e presiones.
Es cuestión de dosificar la intensidad de las caricias, para convertir este encuentro de mis labios y mi boca con tu sexo en un proceso delicioso y atractivo, sin que la conclusión violenta de tu deseo eche por tierra la búsqueda del mío, que será más lenta, menos desesperada. Controlar el momento final es cuestión de sintonías mutuas, es cuestión de programar juntos el placer y la entrega.
Con delicadeza y cuidado, puedo conseguir que la rigidez y hermosura de tu miembro se contenga, y solo alcance el clímax cuando, distanciado de mis labios, te posea y te haga satisfacer cuando esté próxima al mío, en un final explosivo en el que juntos encontremos nuestras estrellas en sus millonarios destellos. Puedo, tal vez, perder el control, o dejarte conseguir tu placer entre mis manos, lo que te hará feliz y dichoso, a condición de que, dispuesto y entregado, utilices de inmediato todas tus artes para conducirme al clímax, para que la incandescente luminosidad de mi placer sea el premio al otorgado y concedido minutos antes.
Sexo y deseo tienen infinitas formas y caminos para obtenerse. Juntos y acompañados es vibrante y hermoso, a destiempo solo es fecundo y profundo si el otro sale al rescate de lo aún no logrado, para hacer que su pareja no sea un simple medio para lograrlo en solitario.
Fotografía principal tomada de Alto astral.
Ju Fagundes

Estudiante universitaria, con carreras sin concluir. Aprendiz permanente. Viajera curiosa. Dueña de mi vida y mi cuerpo. Amante del sol, la playa, el cine y la poesía.
Correo: ju90pererecaquente@yahoo.com
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