Francisco Villagrán de León | Política y sociedad / MIRADA SOBRE ESTADOS UNIDOS: ¿HACIA DÓNDE VA TRUMP?
Barbara Tuchman en su libro “La marcha de la locura, de Troya a Vietnam” (1989) analiza varios casos a lo largo de la historia en los que los errores de gobernantes en diferentes partes fueron de tal magnitud que cambiaron el curso de los acontecimientos. Entre esos casos, Tuchman escribe sobre la guerra de Troya y la decisión fatal de los troyanos de mover el inmenso caballo a su ciudad, lo que llevó a su destrucción por los griegos. Otro caso se refiere a los graves errores de los Papas del Renacimiento a principios del siglo XVI que dieron lugar a la Reforma Protestante y a la escisión del cristianismo. Tuchman también examina la guerra de Vietnam y el enorme fracaso y pérdida de vidas que representó para los Estados Unidos. Estos casos sobre los que escribió Tuchman me han hecho pensar que un error de igual magnitud y consecuencias históricas sería el desmantelamiento del orden internacional que se construyó a partir de 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Y eso es lo que al parecer se ha propuesto el presidente Trump.
El rechazo de Trump a los aliados y mayores socios comerciales de Estados Unidos en Europa, Canadá y Japón, reunidos en Quebec hace apenas unos días, no fue la primera señal de su falta de interés en preservar el orden internacional y el sistema existente sobre el comercio internacional. Se manifestó antes con la decisión de retirarse del Acuerdo Trans-Pacífico (que habría establecido el área de libre comercio más grande del mundo), la que fue seguida del retiro formal del Acuerdo de Cambio Climático, del acuerdo nuclear con Irán (del que siguen siendo parte Alemania, Francia, el Reino Unido, Rusia y China), y más recientemente de la amenaza de dar por terminado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la propuesta de negociar acuerdos bilaterales separados con México y Canadá. Todo eso se ha dado en el marco de una política opuesta al multilateralismo, en el que se basa el sistema internacional desde la creación de las Naciones Unidas (San Francisco, 1945).
En la reunión del G-7 hace pocos días (la que congrega desde 1976 a las economías más grandes del mundo), Trump se presentó con la actitud fría que ha caracterizado sus relaciones con Canadá, Japón, Alemania y otros países de la Unión Europea; dio la impresión de que fue de mala gana, llegó tarde y se marchó antes que concluyera. La imposición de tarifas arancelarias a las importaciones de acero y aluminio de todos esos países (argumentando que las mismas representaban una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos, como si se tratase de adversarios militares), generaron tensiones y afectaron el ambiente de la Cumbre de Quebec. Lejos de ser conciliatorio y tratar de reducirlas, Trump no llegó abierto al diálogo; habló de eliminar todos los subsidios y las barreras arancelarias, pero también amenazó con cerrar el mercado estadounidense a las importaciones de todos esos países si no aceptaban sus términos. Su aproximación a las negociaciones comerciales es parecida al que siguió siempre como empresario (si la contraparte no aceptaba sus condiciones, entonces las aumentaba y le subía de intensidad y animosidad a las negociaciones). Sin embargo, las cosas no son así en todos los ámbitos de la economía ni en todas partes. Trump no parece entender que el comercio internacional funciona de acuerdo a reglas establecidas y con mecanismos de solución de controversias.
El trato entre países, sobre todo si son aliados cercanos, es diferente: ahí prevalece el respeto y se observan las reglas de la diplomacia, porque esas son las bases de la convivencia pacífica. Desde su avión rumbo a Singapur Trump anunció, por Twitter, que Estados Unidos no firmaría el comunicado final de la Cumbre, y se refirió al Primer Ministro de Canadá (anfitrión de la misma) en términos ofensivos. El asesor de la Casa Blanca para temas comerciales, Peter Romero, fue mucho más allá y dijo que “había un lugar reservado en el infierno” para el Primer Ministro Trudeau. Cómo y cuándo se podrá restablecer una buena comunicación entre los dos países es algo difícil de predecir.
Ese lenguaje hacia los líderes de países democráticos que han sido aliados de los Estados Unidos contrasta con el trato deferente y cordial que Trump ha tenido con gobernantes autoritarios, como los presidentes de Rusia, Filipinas, Turquía y Hungría, el Príncipe de Arabia Saudita y el líder supremo de Corea del Norte. Si bien en el caso de Kim Jong-un se entiende mejor porque se dio en el marco de un encuentro histórico entre dos potencias nucleares, lo cierto es que estamos viviendo un período muy incierto en las relaciones internacionales. En los últimos 70 años no se había visto a uno de los países más poderosos propiciar el desmoronamiento del orden internacional existente.
Y una de las claves para entender esa nueva política exterior estadounidense tiene que ver con el estilo de gobierno y las prioridades del propio presidente Trump. Su prioridad es interna y se centra en mantener el apoyo de su base política. Su retórica agresiva y hostil hacia los países que son socios comerciales de los Estados Unidos es bien vista por el sector del electorado que lo llevó a la presidencia. Tiene resonancia en muchos estados, incluyendo algunos que tradicionalmente han votado por los Demócratas, en donde se ha visto un declive en el nivel de vida y una pérdida masiva de empleos (no porque se los hayan llevado a otros países, sino por la automatización y otras transformaciones en la economía y en el mercado laboral).
La interrogante es si el aislamiento y el desmantelamiento paulatino del orden internacional mejorarán las condiciones de vida para la mayoría de los estadounidenses. Por ahora la base de apoyo político de Trump le tiene plena confianza y lo sigue apoyando. En el mediano plazo no está claro y dependerá de diversos factores. Su participación en la Cumbre de Quebec y la reunión con el líder de Corea del Norte tuvieron en la mira las elecciones de noviembre en las que podría estar en riesgo la mayoría republicana en ambas Cámaras. Es esto – su poder político en el ámbito interno —lo que parece preocupar al presidente Trump. El resto del mundo se puede sacrificar.
Francisco Villagrán de León

Diplomático retirado, ahora en la Universidad George Washington, en Washington DC. Sigue siempre con preocupación y con mucho interés los acontecimientos en nuestro país. Mantiene la esperanza que se fortalezcan sus instituciones y se consolide la democracia, consciente que eso tomará tiempo. Hay que contribuir a ese propósito desde espacios como gAZeta, y sobre todo hay que apoyar a los jóvenes que quieran asumir con convicciones democráticas el reto y la responsabilidad de lograrlo.
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