Tres series feministas del 2017

-Jiménez Suchité / VOZ EN OFF

Cada año es mejor para los seriéfilos, la cantidad de series que se producen anualmente es increíble, en el 2016 se estableció un nuevo récord en Estados Unidos: 455 series, de las cuales 157 eran nuevas. No he encontrado ningún dato a nivel mundial, pero si eso es solo en gringolandia, no sería nada descabellado pensar que andamos alrededor de las 1 000. Y estos son númemros que sin duda subirán para este año.

Hay mucha basura en todo eso, obviamente, pero mínimo podemos encontrar cada año unas 10 series memorables de alta calidad y de diferentes temas. Aquí les voy a recomendar 3 series feministas impecables que son un gancho al hígado para nuestra sociedad patriarcal, las tres pegan fuerte con sus inquietantes narrativas, profundizando en las presiones que viven las mujeres diariamente, en los daños físicos y mentales a los que son sometidas en la cotidianidad. Son series distintas que se presentan como ficciones, pero terminan siendo terroríficamente realistas.

El cuento de la criada

Imagen tomada de W Magazine.

Imagina el futuro, pero no imagines robots ni carros voladores, no pienses en avances tecnológicos espectaculares; piensa en un futuro parecido a la Edad Media, donde el fanatismo religioso ha vuelto a tomar el poder político para instalar una teocracia. En ese futuro, las mujeres valen menos que perros: no pueden votar, no pueden opinar, no pueden tener dinero y no pueden tener un nombre, solo se les reconoce por el apellido de sus amos. Existe una terrible crisis de fertilidad, por eso las mujeres “privilegiadas” son las mujeres fértiles, quienes son convertidas en criadas, cuya principal función en la sociedad es servir a parejas de clase social alta, dejándose preñar a través de un ritual tan sagrado como perverso.

Esta es la fantástica y angustiante distopía feminista que se ha convertido en una de las series más importantes del año, ganando el Emmy a mejor serie dramática. Está basada en el libro homónimo de la escritora canadiense Margaret Atwood, el cual algunos llaman “el 1984 feminista”. Y sí, aquí el Gran Hermano es el patriarcado religioso. En cada capítulo vamos descubriendo cómo se fue formando ese nuevo orden, ubicado específicamente en Estados Unidos, y cómo otros lugares del mundo se interesan en imitar el modelo. Lo más inquietante de la serie es que nos desnuda como sociedad, pues muchas de las cosas que las mujeres sufren en la trama, también las sufren en diferentes contextos de la vida real. Es un futuro difícil de digerir, pero del que no estamos tan lejos.

Alias Grace

Imagen tomada de Tiff.

Este ha sido el año de Margaret Atwood, se han creado tres series basadas en sus libros: El cuento de la criada, Wandering Wenda (serie infantil animada) y Alias Grace. Grace Marks fue una mujer irlandesa que llegó a Canadá en el siglo XIX y que fue encarcelada a los 16 años de edad, acusada de matar a su patrón y al ama de llaves. Es un caso real, Margaret agregó algunos personajes a la historia para poder desenmarañar su complejidad y entender que cualquier juicio prematuro está equivocado. Uno de estos personajes es un doctor que ha sido mandado a llamar para dar un diagnóstico sobre la salud mental de Grace, de esta forma transcurren todos los capítulos, con ella contándole a él lo que recuerda de las muertes.

Grace es un personaje atrapante, narra su historia en primera persona, su voz es dulce y obediente, no dice palabra alguna sin ateponer el “señor”, uno entiende desde el principio que sin duda es inocente, porque no puede ser que sea capaz de algo malo. Sin embargo, conforme avanza la trama, nunca se puede tener total seguridad de si es o no culpable. Está claro desde el principio, eso sí, que Grace es el resultado de una vida de sufrimiento, entendiéndose siempre como un un ser que ha nacido para servir a otros, como todas las mujeres de su tiempo, un objeto que no tiene derecho a pensar, que no tiene derechos de ningún tipo y que su razón de ser es cargar con la culpa. Un retrato de la sociedad de ese tiempo, de sus normas, sus leyes, su doble moral y su justicia torcida. Es necesario decir que las cosas no han cambiado mucho.

La pecadora

Imagen tomada de IndieWire.

Una madre pasa el día con su esposo y su hijo en la playa, descansan en la arena y observan a la gente que está a su alrededor. En un momento determinado, Cora, la madre, se levanta y se dirige alterada hacia un hombre que está frente a ellos, lo apuñala varias veces y el hombre muere. Nadie sabe por qué lo hizo, ni siquiera ella.

Basada en la novela homónima de Petra Hammesfahr, La pecadora es una serie adictiva de la cual no se sale ileso, no por la complejidad de su narrativa, sino por la fuerza de los acontecimientos. Cada capítulo me ha dejado un nudo en el pecho, la angustia de saber por qué lo hizo y los detalles que se van descubriendo poco a poco, consiguen que se genere una poderosa empatía con la protagonista. No está catalogada exactamente como una serie feminista, pero la he incluido porque en varias partes de la historia observaremos cómo la estricta formación religiosa reprime las necesidades más básicas de las mujeres, las llena de inseguridades y las hace vivir sintiéndose culpables por ser seres humanos. Además, como no podía ser de otra manera, nos muestra las formas en las que los hombres nos solemos aprovechar de esa formación.

Ahí tienen: tres series feministas, adictivas e imperdibles por igual que no tienen ningún desperdicio. No puedo cerrar esto sin mencionar que estas tres series no serían absolutamente nada sin sus increíbles protagonistas, las cuales cargan en sus hombros con toda la calidad y fuerza de la trama. Estas talentosas mujeres son Elisabeth Moss, en El cuento de la criada; Sarah Gadon, en Alias Grace y Jessica Biel en La pecadora.

Véanlas y piénsenlas.


Imagen principal tomada de El blog de Sara Chinaro.

Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.

Voz en off

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