-Leonardo Rossiello Ramírez | POESÍA–
Mercurio encerrado
¿Qué han hecho de ti, mago amiguísimo,
los envidioses coléricos, celosos?
¿Qué alquimia poderosa trasmutó
en líquido metal a la deidad?
Desde tu paso por la Roma Eterna
hasta las noches claras de nosotros,
¿será que ta has mutado, como un virus?
Mercurio está enclaustado en los termómetros,
en los de antaño, socios del candeal.
Apenas gesticula en sube y baja,
semejante a los viejos encerrados
temerosos que aparezca repentina
la fiebre anunciadora de su fin.
Habría que soltar al solitario,
romper los artilugios que lo guardan
y alejan de su esquivo nomadismo.
Nos lo impide la cerca. Mal agüero;
envenenan la sangre sus vapores
y contagian de miedo la esperanza.
Cuarentango
Como un duende que en la sombra
más la busca y más la nombra…
Garúa, Enrique Cadícamo
La casa plena de urgencia y de ausencia
tu voz clara resuena en mi memoria
semeja un barco fantasma la casa
con fantasmas de vos y yo en la noria
a lo largo de los días, policías que porfían
fuera del reloj.
En esta casa tu ausencia demencia
vuelve a vos y me mato a cada rato
para olvidarte y salir
a dejarte y expulsarte
y volver a fracasar.
Semanas
encerrado en la blasfemia
soy un pobre sobrevivo
miro cifras de academia.
Decime: ¿dónde estás?
La parca insiste y se extiende
la vida sufre de anemia y desangra
conmigo a bordo. Quimera
apostar a primavera.
Los meses, iguales
(tus caderas no dejan pensar).
La casa plena de urgencia y de ausencia,
entes, sitios vacíos son los cuartos
Tras los vidrios una lluvia intermitente,
mansa sobre faroles que están hartos
salpica con goteras a la mente
que te espera
evocándote.
Son lágrimas que bañan las arañas
caralibro, las pantallas, el café.
Y además el noticiero,
como viento huracanado
castigándome.
Cuento para bisnietos
Érase un lago con garzas y nenúfares
Y un estanque con bromelias y camelias.
Perfumado el aire era con aromas
Que venían de tierras lejanísimas
Olía a benjuí, a sándalo y almizcle.
Érase un mundo dorado y sin tragedias.
Los cisnes se bañaban en la blancura
De las nubes que flotaban en el aire
Y en el alba, las rosas, pura hermosura.
Aquello parecía fiesta y gracejo.
De un vals, el vals, un vals sonaban compases.
No érase lo que se dice una cloaca,
Aunque tenía muchos rasgos de tal.
En la torre del castillo vigilantes
Apuntaban hacia el zenit unos silos,
Correteaban niños por tenues cornisas.
Negociantes de armas eran los señores,
Y las damas, con vestidos largos y abanicos,
Semejantes a las alas de los cisnes,
No eran gentiles ni leves, mas aleves.
Pero érase un negro cisne ignorado
Por los caballeros, los niños y las damas
Se pintaba, parece, con tinta china
Hecha a base de jugo de murciélagos.
Dicen que llegó como llegan los cisnes
Sin invitaciones y sin avisar.
Voló sobre el estanque de las camelias
Y acuatizó en lago de los nenúfares.
Levantaron vuelo las tímidas garzas,
Cesaron entonces los giros del vals.
Qu’est-ce que c’est; ça va pas; dites moi; ça alors!
Quisieron las damas y los caballeros
Que le retorcieran el cuello largúisimo.
Pero no pudieron y entonces perdieron;
envalentonado, el miedo campeó.
Pobre, pobre cisne; lo malo es lo negro.
Aún hasta hoy lo tienen por culpable
Y mucho más: dicen que todo pudrió.
Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.
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