Tragedia y democracia de fachada

Fernando González Davison | Política y sociedad / DING DONG

Se puede decir que no todo está perdido, pues la gran mayoría de ciudadanos ha entendido que la impresentable clase política es culpable por la tragedia de Guatemala, por su histórica captura del Estado. Se ha servido de él en menoscabo del soberano al que la Constitución ordena proteger. La pugna ahora es clara en su seno entre la mayoría de impresentables del Congreso, de la Corte Suprema, de la Presidencia, apoyados por el Cacif y el Procurador General de la Nación, en contra de la Corte de Constitucionalidad y del vicepresidente Guillermo Castillo, porque estos quieren que se aplique la ley y funcione el Estado de derecho. La decisión a lo Poncio Pilatos de la jefe del Ministerio Público de delegar que el Congreso y la Corte Suprema, que son parte del ya conocido «Pacto de Corruptos», para que defenestre a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, con la complacencia de la Presidencia, es de una arbitrariedad tal que violenta la doctrina, la jurisprudencia y la Constitucional porque la Corte de Constitucionalidad tiene la última palabra en materia de justicia, como reconocen los juristas. Y sacudirse a los magistrados de dicha Corte como se prevé en ese juego antidemocrático podría juzgarse como una burla más al Estado de derecho que agoniza en en el país.

El problema de fondo es el derecho de antejuicio que tiene la gran mayoría de los funcionarios para mantener la impunidad de la clase política. Levantar el antejuicio sería un gran avance para que ninguno esté por encima de la ley. Pero eso no se ve en el corto plazo.

Entretanto, celebro que le den guerra a esa gente una parte del Congreso, de la Corte de Constitucionalidad, la minoría de la Corte Suprema, la institución del Procurador de los Derechos Humanos y el vicepresidente Guillermo Castillo. También celebro a Acción Ciudadana y JusticiaYa, por demandar al presidente por incumplimiento de deberes ante sus omisiones ante la pandemia por COVID-19, porque no se puede trasladar la responsabilidad de la infección a la población. Si no, ¿para qué existe el Estado? Entretanto, miles de millones de quetzales destinados contra ese mal se pierden en el camino de la corrupción. También celebro a la Comisión Internacional de Juristas (CIJ) porque expresó su apoyo a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad contra quienes el Ministerio Público pidió el inicio del proceso de antejuicio derivado de una denuncia de la Fundación contra el Terrorismo, que es un ente ligado a procurar más impunidad para los impresentables. También celebro a los pueblos indígenas, ya que, en su día, los líderes ixiles expresaron que «Nos preocupa la desobediencia que han mantenido a las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad», y presentaron un listado de inconformidades y denuncias, pues deben cumplirse sus resoluciones, aunque Jimmy S. A. no las cumplió y dio el mal ejemplo.

La verdad es que nuestro Estado capturado y fallido lo es porque la clase política vetusta, junto a cierto grupo empresarial, tienen grandes intereses es mantener bajo su control la justicia, como parte del Estado capturado, que lacera la democracia de fachada que hemos tenido desde 1985, captura que lo sigue hundiendo más en el pantano. No obstante, la fuerza de los que les hacen la guerra está creciendo, más aún con el apoyo de la comunidad internacional y la renovada esperanza que presupone el cambio de Trump en noviembre próximo, como indica el diplomático estadounidense Richard Haass.

Si bien la democracia trastumbaba en Guatemala, la situación ha empeorado acá y a nivel internacional a partir de la entrada en escena del coronavirus, con sus devastadores efectos en lo político, económico, social y cultural. Pocos creen en los partidos políticos tradicionales. Por ello, los pocos que son ajenos a la oscuridad deberían servir para unificar a la oposición sin «egos», en defensa de la democracia real y el Estado de derecho, con un nuevo MP al servicio de la ley y no de intereses espurios. Hay que unir las pasiones democráticas en una sola fuerza contra la oscuridad, que interconecte la nación con el mundo que desea vivir en paz.


Fernando González Davison

(1948) Escritor, internacionalista y exdiplomático guatemalteco.

Ding dong

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