-Jiménez Suchité / VOZ EN OFF–
Levantarme de la butaca después de ver Blade Runner 2049, fue jodidamente difícil. No solo porque tenía el trasero dormido (dura casi tres horas), sino porque tenía miedo de salir de la sala, afuera me esperaba la fealdad pálida del centro comercial, el tumulto amorfo de personas, el ruido deforme, las imágenes saturadas de sinsentido… no podría volver a ser el mismo, acababa de vivir la mayor experiencia sensorial cinematográfica de toda mi vida.
El cine tiene una ventaja sobre la literatura que raras veces logra ejecutar bien: la posibilidad de convertir para nosotros, las palabras en imágenes. Aquí es donde se diferencian las buenas y las malas películas, porque mientras estas últimas convierten las palabras en imágenes sin alma que ya vienen digeridas, que no exigen nada del espectador y que solo sirven como limitaciones a su imaginación, las otras, las buenas, son capaces de crear experiencias sensoriales de calidad, que le permiten al espectador vivir otras vidas física, emocional y mentalmente. Blade Runner 2049 me ha dado todo eso y más.
La primera película de Blade Runner salió en 1982, la dirigió Ridley Scott, adaptándola libremente de la obra literaria ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, escrita por Philip K. Dick. No fue apreciada en un principio, tuvieron que pasar algunos años para que el mundo se diera cuenta de que era una total obra maestra de la ciencia ficción y que había instalado una fuente estética para que las películas del género que vinieran, pudieran beber de ella. Se convirtió así en una película de culto. El escritor argentino Rodolfo Fogwill, que cargaba con el mote de escritor de culto, decía que no sabía qué significaba eso exactamente, pero que probablemente se refería a un escritor que vende poco y se le admira mucho. Eso fue Blade Runner y eso seguirá siendo con esta secuela, porque solo había unas veinte personas cuando yo la vi y al final la mayoría dejó clara su decepción. Le he echado un ojo también a la recaudación mundial y no le ha ido nada bien, aunque, a diferencia de 1982, la crítica especializada la está amando.
¿De qué trata Blade Runner?
Nos centramos en un mundo futurista y distópico donde la tecnología ha permitido la creación de androides virtualmente idénticos a los humanos, llamados replicantes. Estos han sido destinados a trabajos forzados y peligrosos, usándolos principalmente para colonizar otros planetas. Los replicantes eran más fuertes que los humanos y los igualaban en inteligencia. Algunos de ellos (Los modelos Nexus 6) se rebelaron haciendo un motín en una colonia espacial y fueron declarados ilegales en la Tierra. Se crearon unas patrullas especiales para capturarlos y matarlos, llamados Blade Runners. Así inicia la primera película y aquí es donde me pongo comprensivo con la gente que termina decepcionada después de verla. Si te invitan a ver una película que trata sobre robots rebeldes que son cazados a muerte por humanos justicieros, esperarías que en la mayor parte haya peleas brutales, persecuciones, que rueden cabezas y que exploten muchas cosas. Pero de eso, solo un poco. Blade Runner se toma su tiempo, no tiene prisa por avanzar, le importa crear un ambiente propicio para cada escena, una visión futurista llena de frialdad y estéticamente hermosa, que cuaja perfectamente con las interrogantes que se plantea: ¿qué diferencia a los humanos de las máquinas?, ¿puede una máquina tener conciencia y sentimientos?, ¿puede una máquina tener alma?, ¿puede un humano diseñar un alma?, ¿podría un humano ser replicante y no darse cuenta?, entre otras. Por supuesto que te vas a aburrir si esperabas acción irracional explotando por todos lados.
Blade Runner 2049 tenía la titánica misión de continuar el legado de su predecesora y ya saben esa vieja máxima del cine: las segundas partes nunca son buenas. Salvo escasas excepciones. Era difícil, pero eligieron para dirigirla a Denis Villeneuve, uno de los mejores cineastas de nuestro tiempo, que se hizo acompañar de genios como Roger Deakins y Hans Zimmer para lograr otra potente obra maestra. Me ha sobrepasado por completo, tiene unos planos fantásticos, tanto que consiguen que uno se saboree ante la pantalla, como si esos colores espectaculares también estuvieran llenos de sabores. En incontables ocasiones tuve ganas de pausarla para apreciar por más tiempo un encuadre. Ahora imaginen eso con la música de Zimmer, me erizó la piel, me intrigó, me emocionó, me dejó pegado a la butaca. De la trama no daré muchos detalles para evitar los spoilers, pero sepan que las interrogantes principales siguen ahí, regresan con mucha más fuerza, esta vez atreviéndose a profundizar en los procesos biológicos de los replicantes y desarrollando más subtramas. Nada se queda fuera, también hay acción y una especie de romanticismo holográfico que llega a ser hipnóticamente conmovedor y que por ratos me ha recordado a Her, la película de Spike Jonze. Está llena de buenas actuaciones, el reparto es maravilloso, pero debo mencionar especialmente a Ryan Gosling, porque ha estado soberbio en su papel de Blade Runner replicante. Él se encarga de pasearnos por toda la película y de mostrarnos ese futuro donde todos, irremediablemente, están solos.
Corran al cine, no se pierdan este gran evento cinematográfico, les aseguro que, aunque no les guste, algún día me lo agradecerán. Porque no tengo ningún reparo en decirlo: es la mejor película de ciencia ficción que ha parido este siglo y una de las mejores de la historia.
Imagen, escena de Blade Runner 2049, tomada de Espinof.
Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.
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