Tener la torta (y comérsela)

Leonardo Rossiello Ramírez | Política y sociedad / LA NUEVA MAR EN COCHE

Los lectores atentos habrán notado que se ha puesto de moda este tipo de títulos: una afirmación cualquiera, seguida de un paréntesis (que se supone añade algo relativamente importante a la afirmación inicial). El truco parece ser que el paréntesis (siempre odioso), contiene lo más importante del titular (y de la noticia). Por ejemplo, hoy, en BBC Mundo: «Google rompe con Huawei: cuáles son las aplicaciones más populares de Google (y cuál es la respuesta de Huawei)».

Es un titular irritante, por lo absurdo. El dos puntos abre una pausa y anuncia una explicación al hecho de que Google haya «roto» con Huawei, lo cual, por otra parte, es por lo menos discutible. Se podría afirmar que la marioneta Google obedeció al marionetero mayor y sucumbió a la orden de dar una batallita, que va a perder, en la guerra, que también va a perder, por la supremacía tecnológica. Pues bien, saber cuáles son las aplicaciones más populares de Google no es ninguna explicación a la anunciada «ruptura». Pero el paréntesis que sigue es todavía peor: deja en la incertidumbre si la respuesta de Huawei es a la ruptura o a las aplicaciones más populares de Google.

Dicho esto, anoto que mi titular es un poco más que una concesión a la moda del paréntesis. Apunta al hecho de que solemos olvidar que el mundo está diseñado (permítaseme abusar de la gastada metáfora) de tal manera que no es posible disfrutar de algo sin costos o sin consecuencias. Así es todo, y convendría darse un par de cachetadas metafísicas, tomar impulso y dar el salto hacia la aceptación de que así y no de otro modo son las cosas.

Si diéramos ese salto nos alejaríamos de la perniciosa queja, esa institución que el mundo globalizado del capital estimula y a la vez mantiene razonablemente domesticada dentro de los límites de lo verbal. Al dar ese salto, podríamos asentarnos en el muy confortable mundo de la pasividad y de la resignación. ¿No dice el tango sabio Cambalache que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados? Pues eso. De paso, haríamos la vida mucho más llevadera a quienes se empeñan en que nos sumemos a la creciente horda de quejones.

Leí hace poco que en las profundidades del estrecho de Mesina, a varios cientos de metros de profundidad, un submarino robot dirigido por los científicos descontentos de siempre había encontrado tazas de WC, árboles de Navidad, colchones, un automóvil y, desde luego, plásticos de todo tipo: el mayor basurero en aguas profundas jamás encontrado hasta ahora. Pero digo yo: al menos ese basurero submarino está invisible y no molesta a nadie. ¿Qué querían? ¿Que toda esa basura estuviera decorando las playas?

En un estudio publicado en la revista Biogerontology se sostiene que la sexualidad incide (negativamente) en la senectud y en la longevidad. La hipótesis es que las actividades sexuales suponen un esfuerzo tal para el cuerpo que termina por acortar la esperanza de vida. Eso sería así porque cuanto más recursos energéticos emplea el cuerpo, menos energía queda para la regeneración de tejidos y órganos.

Hay que decir que el experimento se hizo con ratas. (Si es válido para las ratas, es probable que sea válido para todos los vertebrados, incluidos los humanos). Pusieron a un grupo de ratas macho (¿habría que decir ratos?) en contacto (promiscuo, como era de esperar de semejantes roedores) con ratas hembras y a otro grupo de ratas macho sin contacto. Los tuvieron en diferentes períodos largos y estudiaron al final el nivel de estrés oxidativo de ambos grupos. El estudio demostró que los machos, especialmente los jóvenes, tuvieron un mayor deterioro de los tejidos.

De seguro los científicos están sugiriendo que si uno quiere vivir más, debería hacerlo en modo celibato. Sería el paraíso de donceles y vírgenes que, aunque existirían en este valle de lágrimas estresados, inflados de hormonas y llenos frustraciones, llegarían a muy ancianos. Llevado el razonamiento al extremo, puede concluirse que si todos hicieran lo mismo, la humanidad se extinguiría en solo una generación. Sinceramente, desconfío de esos resultados. Incluso hay evidencias de que podría ser al revés: el patriarca antediluviano (porque fue abuelo de Noé) Matusalén no solo fue el papá de Lamec, sino que «engendró hijos e hijas». Tomar buena nota: vivió nada menos que 969 años.

Un aspecto más de la idea de vivir (o más bien durar) mucho es que uno no puede comer lo que a uno le guste. Si lo hace, tiene que estar dispuesto a vivir menos. Cuidado con las dietas veganas, con las vegetarianas, con las de proteínas o con las de grasas: ninguna es saludable. Pero si uno come lo que le gusta, tiene que saber que casi todos los alimentos están contaminados con microplásticos o con agrotóxicos o con ambos. Si uno quiere disfrutar de la televisión, o tiene que compensar con horas de caminata o de gimnasio o estar dispuesto a vivir menos que si no (tu)viera televisión. Y si uno va al gimnasio o a trotar, el sobresfuerzo puede conducir al colapso. Hace poco murió un árbitro de fútbol (boliviano, incluso) por andar corriendo atrás de los que andaban corriendo atrás de una pelota.

Otro tanto sucede con estar al aire libre. Si uno toma mucho sol, puede tener cáncer a la piel. Claro que puede protejerse con protectores solares, pero ¿no vienen acaso envasados en plásticos contaminantes? Y, de seguro, habrá estudios que muestren que los protectores son nocivos, o que los producen niños encerrados en jaulas en algún horrible lugar del mundo. Y si uno resuelve no salir, por miedo al sol, se quedará irremediableme míope, porque el ojo humano está hecho para mirar la sabana o el horizonte marino, no las paredes.

Igual con las cuentas. Hacerse mala sangre por ellas (o por ejemplo por las noticias) puede provocar estrés, por lo que conviene evitarlas. Pero si uno no las paga, termina sin muebles ni casa, porque se los llevan las autoridades. Si no está atento a las noticias, vivirá en un despiste que lo pondrá en la sociedad de los animales humanos al nivel de los monos menos inteligentes.

Con la guerra de tronos de la realidad de hoy ocurre lo mismo. Si EE. UU. desea 1) el petróleo de Irán; 2) el de Venezuela; 3) evitar la prolifereración de potencias nucleares en el Oriente Medio; 4) y en el Lejano (¿para quién?); 5) defender la democracia en el mundo; 6) evitar que China le pase por arriba en lo económico y en lo tecnológico; 7) hacer mejores armas que los misiles hipersónicos (match siete) rusos y chinos; 8) evitar que países de la OTAN como Turquía compren armamento defensivo de Rusia; 9) evitar la inmigración; 10) protejer la industria nacional; 11) no perder aliados en Europa; 12) no inmiscuirse (si se me permite el eufemismo) en los asuntos de otros países; 13) evitar el desprestigio creciente que la política de sanciones y amenazas apareja… bueno, creo que tendrán que desarrollar una inteligencia artificial que les permita eso: tener la torta y comérsela.


Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.

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