Teluria cultural VII

Carlos René García Escobar | Literatura/cultura / TELURIA CULTURAL

A partir del 2011 nos hemos encontrado ya en pleno siglo XXI. Continuamos con la sensación de que nada ha cambiado para bien sino al contrario. En este año 2018 llevamos casi dos décadas vividas y sentimos increíble cómo empezamos a vivir este siglo en el caos general. El sistema educativo nunca mejoró. El genuino interés por mejorarlo se convirtió en efectos maquillantes para atolear a la población con el dedo. Se fortaleció el peculiar y exclusivo sector social de los nuevos ricos. El dinero de las arcas estatales escaseó con más fuerza que antes, y empezó a sentirse la impotencia de ejecutar obras públicas en todas partes y en todos los niveles verticales y horizontales. La casta de los pícaros creció en abundancia en todos los sectores. Los ladrones de cuello blanco enarbolaron sus actitudes, comportamientos y acciones con descarado oportunismo pleno de cinismo e impunidad. Aquí se cuentan militares de todo rango, funcionarios de todo tipo, profesionales y académicos, políticos, empresarios y comerciantes de toda saña, embarrados de toda clase de corrupción. Se puede recorrer toda la escala hasta llegar a los sectores de la delincuencia desorganizada que contiene estafadores, ladrones menores y entre ellos una juventud desempleada que fácilmente se entrega a la delincuencia barata, aunque peligrosa por sus acciones criminales y sin respeto a la vida humana. El narcotráfico y todas sus secuelas hundieron sus raíces en la sociedad guatemalteca para quedarse indefinidamente. Todos los problemas sociales crecieron en contextos de indiferencia, miedo, tolerancia, cinismo, impunidad, abusivez, opresión velada, mentira, imposición, arrebatamiento injusto de la propiedad ancestral de la tierra, escasez creciente de medicinas, de vivienda, de tierra, de agua, de bosques, expolio de la fuerza laboral de hombres, mujeres y niños, comunidades hambrientas y escasas de todo para vivir, proliferación masiva del complejo publicitario comercial, proliferación masiva de irrespetos a las mujeres, niños y niñas, proliferación masiva de religiones y sectas mentirosas y enceguecedoras, desinterés e indiferencia por los ancianos, apropiación y robo de los dineros estatales que es lo que produce la aparición de todos los males enunciados. De ahí que demasiada gente compatriota emigre irremediablemente a los Estados Unidos.

Uno se pregunta ¿y cómo es que todo esto sucede en un país tan hermoso física y culturalmente como el nuestro? Cuando se sabe que a pesar de toda esta magnitud de males, existe y siempre ha existido gente honrada, honesta, amable, amorosa, solidaria, especialmente frente a los desastres naturales, emprendedora, trabajadora, con ideales de superación en todos los aspectos, inteligente, apta para los aprendizajes, respetuosa, sufrida, siempre dispuesta a todo aquello que mejore avances en situaciones individuales y colectivas.

En los años recientes, numerosos sectores medios de la sociedad se hartaron de tanta ignominia perpetrada por las autoridades de gobierno, al grado que por varios sábados se les exigió su renuncia. Empezaron a renunciar los dos principales y muchos otros fueron denunciados a los tribunales, y ahora están presos a pesar del torcido comportamiento judicial de muchos profesionales del derecho en cargos judicatorios. Se fue descubriendo a la luz pública lo que ya sabíamos muchos. Durante los gobiernos anteriores, por lo menos desde los años sesenta del siglo XX, distintos funcionarios públicos y privados, todos acuachados con los militares y el crimen organizado, se acabaron el tesoro nacional y se enriquecieron impunemente con lo que pudieron.

El país, otrora de buen ver, aunque con sus problemas internos por resolver adecuada y pertinentemente, quedó en andrajos. Así vivimos ahora, en harapos.

Si nos asiste la buena voluntad de aquí en adelante, de restaurarlo y reconstruirlo, nos llevará como mínimo tres generaciones, aproximadamente unos cien años. Deseo que podamos comenzar el siglo XXII en el contexto de una Guatemala nueva, sin tantos males como hemos iniciado este siglo, con autoridades ineptas, inútiles, ignorantes y corruptas. Espero que para el siglo XXII nuestras generaciones de nietos sí puedan cantar: ¡Guatemala feliz!


Carlos René García Escobar

Antropólogo. Escritor. 69 años. Columnista y colaborador en distintos diarios y revistas científicas y culturales. Miembro activo del Centro PEN Guatemala, Adesca y CIAG. Coordinador revista Egresados Historia-USAC. Consultor cultural, especializado en antropología de la danza tradicional y en culturas populares. Novelista, cuentista, ensayista.

Teluria cultural

0 Commentarios

Dejar un comentario