-Carlos René García Escobar / TELURIA CULTURAL–
Los años sesenta fueron una década plenamente originaria. Se sentía que el mundo comenzaba de nuevo otra etapa de su historia porque resurgía después de la Segunda Guerra Mundial con una nueva vida llena de inventos. Iniciábamos la década con novedades asombrosas. Alrededor de la televisión a color apareció una buena cantidad de aparatos eléctricos domésticos. Los lapiceros o bolígrafos sustituyeron en buena parte las plumas fuentes y los lápices, los cuales a su vez habían sustituido años antes las tablitas negras y el yeso con las que nuestra generación aprendió sus primeras letras. La radiodifusión amplió su red de radioemisoras y las programaciones se hicieron más ágiles en la información noticiosa y el entretenimiento televisivo. Así supimos del asesinato de Kennedy, la guerra de Viet Nam y del viaje a la Luna.
Por el lado político se iniciaron las luchas revolucionarias, abogando por un regreso a los gobiernos de Arévalo y Árbenz. El Ejército se empoderó de los nuevos gobiernos y el militarismo se desplazó al territorio nacional con lujo de represión y corrupción en las altas esferas de los mandos militares y civiles. El sistema educativo nacional transformó su tónica educativa en un claro favoritismo por las nuevas pedagogías norteamericanas que, pretendiendo ser más liberadas que antes, volteaban los ojos de los niños guatemaltecos hacia cierta sociedad ideal del confort consumista como la estadounidense. Lenta pero seguramente apareció la pérdida de los valores del esfuerzo, la dedicación, el interés por el conocimiento y el estudio para saber y formarse mejor. Ahora era más fácil procurar por cualquier medio tener medios para vivir, que llegar al saber crítico. El magisterio nacional dejó de interesarse por estas virtudes porque la sociedad de los pobres demandaba su participación más activa en los procesos de lucha revolucionaria por un lado y por otros lados, se inclinó por las vías menos esforzadas para enseñar. Se prefirió negociar la educación instaurando colegios privados para inutilizar la que se impartía en los institutos y escuelas públicas y así enriquecerse.
Paralelamente había hecho su aparición la fe religiosa evangélica (protestantes o hermanos separados, como se les conoció luego), trastocando y confundiendo con sus ideas religiosas a un pueblo necesitado de asideros ideológicos y sentimentales para sobrevivir. La Iglesia católica ya había hecho y estaba haciendo lo suyo desde la época de Árbenz (la Acción Católica y la Alianza para el Progreso funcionaban en esos tenores). Entonces aparecieron los Beatles y una numerosa cantidad de grupos dedicados al rock and roll que arrollaron con el ambiente musical juvenil de la época, sobre todo con su evolución de estilos rockeros. Los mafiosos empezaron a hacer su agosto vendiendo mariguana y estupefacientes en todos los niveles de las sociedades del mundo occidental, de lo que no se escapó hasta la fecha, la sociedad guatemalteca. Esto incentivó en todos los sectores sociales una contradicción moral y ética que ahora es más difícil resolver, porque finalmente se convirtió en el acelerado negocio del narcotráfico.
Mientras tanto, los movimientos guerrilleros cobraban auge y la represión militar se ejercía con todo descaro. Internacionalmente también cobraban auge los países no alineados (entre los que nunca estuvo Guatemala obviamente) y que eran generalmente comandados por Cuba y su comandante en jefe. Muchos países, especialmente africanos, se fueron descolonizando y se independizaron. Guatemala se vio privilegiada con un Premio Nobel de Literatura, pero el Gobierno y el Ejército eludieron toda celebración durante tres décadas por tratarse, según ellos, de un comunista y enemigo del régimen. Miguel Ángel Asturias había denunciado en su literatura las atrocidades del régimen proimperialista que regía los pobres destinos de nuestro país. Vivíamos la Guerra Fría entre los soviéticos y los gringos.
Esa década ya debe ser estudiada con detenimiento y sin pelos en la pluma por no decir «sin pelos en el computador». El futbol guatemalteco alcanzaba la gloria en el Norceca. El arte guatemalteco plástico y sinfónico era exhibido en ciudades importantes del primer mundo como Nueva York, París y en las bienales del Brasil, ganando premios internacionales.
Los de mi generación (nacidos desde los cincuenta) se fueron diluyendo entre los que estaban en mejor posición económica que se formaron como cuadros para gobernar el país en un futuro que ya es hoy. Otros se fueron a vivir a los Estados Unidos como migrantes mojados, otros tomaron el camino de la anomia y están en la cárcel, enfermos en los hospitales o en los cementerios. Los más lúcidos y bonhómicos se fueron a la guerrilla y unos murieron bajo la bota militar, los otros sobreviven en el olvido y los más pícaros se plegaron y firmaron una paz que hasta hoy ha sido falsa del todo.
Sí. Los años sesenta fueron una década originaria con una resurrección dolorosa y mortal. Pero nos esperaban los años setenta.
Continuará.
Carlos René García Escobar

Antropólogo. Escritor. 69 años. Columnista y colaborador en distintos diarios y revistas científicas y culturales. Miembro activo del Centro PEN Guatemala, Adesca y CIAG. Coordinador revista Egresados Historia-USAC. Consultor cultural, especializado en antropología de la danza tradicional y en culturas populares. Novelista, cuentista, ensayista.
3 Commentarios
Lúcido, ilustrativo y muy bien escrito.
Muy interesante la crónica escrita por Carlos René. Casi al final escribe «(…) y los más pícaros se plegaron y firmaron una paz que hasta hoy ha sido falsa del todo.» Que bueno que se esté reconociendo que esa firma presidida por Arzú sea una farsa. Pero a decir verdad no me gustaría que algunos que hasta ahora se están dando cuenta de esa farsa hayan estado con banderitas el día de la fiesta en el Parque Central.
Yo no estuve ese día de la firma. Todo lo vi en la tevisión. Jamás he estado de acurrdo con esa traición.
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