-Carlos René García Escobar / TELURIA CULTURAL–
Con este título inicio esta columna al tenor de una nueva etapa de mi vida, espacio periodístico que agradezco a los editores de gAZeta y que destinaré para informar a los lectores que me honren leyéndome acerca de los por qués, el modo de ser, pensar y actuar de los guatemaltecos es tal cual, en estos años iniciales del siglo XXI. Me llama la atención el grado de ignorancia de lo acontecido en las pasadas décadas de finales del pasado siglo, la cual se ha empoderado especialmente en las nuevas generaciones de connacionales. A mi entender son básicas para comprender nuestra idiosincrasia actual.
Indudablemente es imposible tapar el sol con el dedo y menos ayudándose con el dedo del silencio en los labios. Esto es lo que obligó oficialmente y por las circunstancias de represión militar y educativa, a que los adultos de mano con los maestros silenciaran cualquier intento de enterarse de la realidad nacional.
Para ir concretando esta primera entrega que se irá dosificando una vez al mes, vamos a ubicarnos en el tiempo y en el espacio.
A mis seis años, en 1955, empecé a vivir en lo que ya era la colonia La Florida, al norte del municipio de Mixco y al occidente extremo de la ciudad de Guatemala –colonia que se convirtió desde 1958 en territorio libre de Mixco-. Estaba entonces muy lejos de la urbe. Por ello era lugar ideal para refugiarse de las huestes castilloarmistas y del MLN que perseguían a cualquier persona sospechosa de comunista o por haber simpatizado con el expresidente Árbenz y su Gobierno. Para entonces se había debilitado el Gobierno revolucionario de diez años de duración, a causa de haberse pronunciado contra los abusos territoriales y de explotación de la fuerza de trabajo campesina y obrera que compañías norteamericanas y la oligarquía nacional ejercían –y siguen ejerciendo- en territorio guatemalteco. Un proceso migratorio más intenso del campo a la ciudad comenzaba a expandir la capital guatemalteca.
El vecindario floridense se enteraba de los acontecimientos nacionales e internacionales oyendo al mediodía los noticieros radiales Guatemala flash, El debate y El independiente cuya sonoridad se escuchaba en toda la colonia debido a la gran cantidad de sitios baldíos –lotes en venta- que había en derredor. De esa cuenta supimos del magnicidio del presidente de facto Castillo Armas y de las elecciones generales con candidatos como Miguel Ydígoras Fuentes, Pasarelli y otros. Incendios como el del neuropsiquiátrico, el de La placita, inundaciones en la Costa Sur, robos y asesinatos por doquier. Mucha gente salió al exilio en esos años. Recuerdo que a finales de esa década hizo su aparición el bandolerismo social, en la persona del Látigo del sur, una especie de ladrón a lo Robin Hood, que asoló las tierras de la Costa Sur asaltando a dueños de fincas y de ganado con alardes caritativos para los desplazados del bien común. Se sabía que tenía mujeres amantes en La Florida donde se le vio a mediados de los años sesenta.
En aquellos años hizo su aparición musical el rock and roll en la voz de Elvis Presley y otros, rompiendo con el dulce murmullo de los boleros y de la canción ranchera en la interpretación de los famosos tríos de la música romántica mexicana de entonces. La orquesta Armonía en tinieblas ensayó algunas veces allá por la 7ª. calle de la colonia. (Luego aparecerían los mariachis).
Los guatemaltecos empezábamos a vivir el terror de Estado al fragor de metralletas, pasos de botas de soldado, estados de sitio y toques de queda. Se veían cadáveres de ametrallados en las cunetas y jeeps de soldados o carros siniestros de individuos entacuchados por todos lados.
Cundía en el ambiente, según observé en los adolescentes mayores que yo, una rebeldía que se empezaba a desparramar en una juventud que quería ser diferente de la que tuvieron sus papás. Estos últimos todavía advocaban al general Ubico reclamando una educación a reglazos y castigos severos. Las mujeres no tenían el poder que ahora intentan lograr. Empezaba a sentirse el poder presencial de los indígenas, conocidos hoy como mayas.
El sistema educativo nacional se ejercía con vocación, honradez, orgullo, sapiencia. Había sido heredado por el estadista doctor Arévalo, lo que además significaba una posición política frente a la situación internacional de carácter nacionalista interno provocada como reacción ante la nefasta invasión proimperialista yanqui de junio de 1954. Se sentía y admiraba la presencia de los obreros cubiertos bajo el manto del Código del Trabajo, también otra herencia del doctor Arévalo, y muchos de ellos militaban secretamente en las filas del Partido Guatemalteco del Trabajo, proscrito por el castilloarmismo.
En estas y en otras -que es largo de discurrir- y que, de todos modos, son antecedentes para explicar la sociedad actual, llegamos a los años sesenta…
Continuará.
Carlos René García Escobar

Antropólogo. Escritor. 69 años. Columnista y colaborador en distintos diarios y revistas científicas y culturales. Miembro activo del Centro PEN Guatemala, Adesca y CIAG. Coordinador revista Egresados Historia-USAC. Consultor cultural, especializado en antropología de la danza tradicional y en culturas populares. Novelista, cuentista, ensayista.
4 Commentarios
Bienvenido querido amigo. Y gracias por traernos a la memoria esas polvorientas pero románticas y, sobre todo, tranquilas calles de La Florida, un terruño que forjó lugares, acontecimientos y personajes para la historia. Éxitos Carlos René!
Excelente el artículo de Carlos René, Siempre he sabido de su enorme arraigo hacia su Florida.
Muy interesante artículo que nos refresca la memoria hist+orica y enseña nuevas dimensiones.
Felicitaciones a Carlos René por escribir en gAZeta. Sus escritos nos ayudarán a recuperar la memoria histórica y a debatir cuando no coincidamos en fechas y hechos..
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