Te llegarán unas rosas, cada día: el gran amor de «La Locha»

-Eduardo Antonio Velásquez Carrera | ENSAYO

Para mi amiga Olimpia:
«Que la mano del destino
cubra de amores tú cielo
que ni una sombra de duelo
se aparezca en tu camino
y que en la jornada muerta
de esta vida que no es vida
te encuentre el dolor dormida
y el placer siempre despierta»
Eduardo Felice Luna[1]

Cuando el General Jorge Ubico Castañeda llegó a la Presidencia de la República lo hizo ayudado totalmente por el embajador estadounidense Sheldon Whitehouse, que arregló los tiempos y los momentos para que su candidato fuera el único, cuando se realizaron las elecciones en 1931. Inclusive trató de adelantar las elecciones y finalmente con sus influencias con los sectores que ejercían y ejercen el poder en Guatemala, permitió que Ubico Castañeda tomara posesión antes del período para el cual fuera electo. Lo hizo el 14 de febrero y no el 15 de marzo de 1931. Mal presagio. Después de ello, se dedicó a fusilar, primero a los comunistas, después a los «señoritos» o «chancles», presuntos asesinos de la anciana y sus dos empleadas para robarle a la anciana sus joyas, en lo que fuera conocido como el crimen de la novena avenida. Fueron apresados como presuntos asesinos el «bon vivant», Eduardo Felice Luna, guatemalteco y de familia acomodada, quien vivió maritalmente con doña Eloísa Velásquez «La Locha», Cayetano Asturias, guatemalteco, casado y padre de dos niños y el hondureño, Juan Emilio Blanco, padre de una niña en su tierra natal.

El dictador Ubico Castañeda tiene un patrón para hacer justicia, a su manera. Él también manda en el poder judicial, como lo hiciera el gran dictador Manuel Estrada Cabrera. El 21 de julio de 1930, los periódicos dan cuenta del asesinato de la señora Mercedes Estrada de Blanco y sus dos empleadas. Este crimen fue conocido como el de la novena avenida, pues la señora Estrada de Blanco, vivía en esa avenida[2].

A los sindicados, Eduardo Felice Luna, Cayetano Asturias y Juan Emilio Blanco (supuestamente pariente política de la anciana), se les culpa de haber asesinado a la señora y a sus dos empleadas domésticas, para robarle valiosas joyas. De nuevo, como en otros casos, los sindicados son juzgados por una Auditoria de Guerra. Hay abogados defensores de los presuntos ladrones y asesinos; que intentan hacer una defensa, cuando los sindicados han firmado declaraciones que los inculpan ante el Jefe de la Policía Nacional, Herlindo Solórzano y han dicho que lo hicieron sujetos a tortura y vituperios de todo tipo. El abogado y notario que defendió a Felice Luna, al parecer era pagado por la famosa doña Eloísa. Se dice que le ofreció en honorarios profesionales Q 10 000.00; que eran los mismos dólares americanos. Estamos hablando del año de 1931, en plena crisis mundial capitalista, conocida como la Gran Depresión, que afectó al orbe y naturalmente a Guatemala.

Un reportero del periódico vespertino El Imparcial estuvo el 1 de mayo de 1931 en la Penitenciaría Central -conocida popularmente como «La Tencha»- con los tres sentenciados a muerte por el asesinato de la anciana y sus empleadas. Al parecer, Eduardo Felice Luna era amante de las artes, según el reportero poseía un «dilettantismo artístico bastante discreto»[3] al publicar una estrofa de un poema dedicado a Olimpia Sáenz y especialmente de la ópera. De acuerdo a El Imparcial[4], dijo «a veces sale una furtiva lagrima, como «en Elixir de amor»… enjugándose la que le rodó por las mejillas». Felice Luna había vivido maridablemente con la señora Eloísa Velásquez, mejor conocida en la Nueva Guatemala de la Asunción, como «La Locha». Ella junto a la madre de Blanco, que venía de Honduras, estuvieron visitando a sus seres queridos en la capilla ardiente en la que entraron veinticuatro horas antes de ser fusilados en el Cementerio General. Esto es un gesto de amor de doña Eloísa con su exconviviente que ya este mantenía otra relación amorosa, al parecer no correspondido, con la señorita Olimpia Sáenz, su amiga como el mismo escribe y como lo delata el poema escrito antes de su muerte. Como decían nuestros antepasados, «donde hubo fuego, cenizas quedan», pues al parecer Felice Luna mantenía una fluida correspondencia cariñosa desde «La Tencha» con doña Eloísa. Hay cartas que lo demuestran.

Cayetano Asturias le manifestó al vespertino que «lo único que pudiera pedir sería justicia, pero ya he visto que no la hay». Habría que saber, si Asturias tendría algún parentesco con la familia de Miguel Ángel Asturias, poeta y novelista joven que para entonces vivía en París, Francia. En las fotografías del fusilamiento, Cayetano y Miguel Ángel lucen parecidos.

Juan Emilio Blanco fue enfático declarándole al reportero de El Imparcial que «no tengo sino que ratificar que soy inocente». Ha declarado que: «Por ahora no tengo más que ratificarles, una vez más, que soy absolutamente inocente con respecto al crimen de la novena avenida, cuyos detalles verdaderos son ya conocidos de los señores Arturo Mendizábal y Rafael López Cáceres, como que existe en la auditoria de guerra incoado un proceso sobre el particular. Hay más, se tiene conocimiento del lugar en donde los criminales se encuentran. Nosotros sabemos que dos de ellos están precisamente en el kilómetro diez de la línea del ferrocarril al norte y otro en Tela. Este que está en Tela, se llevó a una muchacha el nombre de cuya madre lo sabe Rafael López»[5]. A Blanco oriundo de Tela, Honduras; le preocupaba antes de ser fusilado el destino de su pequeña hija, Concha Varela de Blanco, originaria de Valle de Los Ángeles, que vive con su hermano, Luis Varela, empleado de la Tela Railroad Company; quien desde que entró a la prisión no ha vuelto a escribir, quizás suponiendo que ya hubiese muerto. Le preocupaba en aquellos momentos poder hablar con su defensor, el licenciado Octavio Aguilar o con el licenciado Javier Sosa, para arreglar el caso de una casa que tenía en Puerto Real España y en Tela un terreno que tenía en propiedad de seis o siete manzanas de bananales que alguna renta les pudiera generar a los deudos y especialmente para su niña. Deseaba también ver a su madre, para tratar asuntos familiares. Al poco tiempo, este deseo se le cumplió, pues su progenitora llegó hasta la Penitenciaría Central, acompañada de doña Eloísa Velásquez, alias «La Locha»[6].

Felice Luna era miembro de una familia conocida de la capital y al parecer bien relacionado por el tipo de personas que lo visitaron en la cárcel, como el señor Rodolfo Castillo y la señora María de Malau, además de otros parientes y amigos. Al parecer enamoradizo y bon vivant[7], frecuentador de bares y de burdeles, especialmente el de «La Locha», lugar de encuentro de intelectuales, escritores, poetas, pintores y también de embajadores, militares, ricachones, funcionarios de gobierno, etc., lo cual debe haber desagradado a Ubico Castañeda por su condición de bohemio, como se decía antaño. Un vago de la oligarquía capitalina o de la naciente burguesía nacional, de acuerdo a los criterios ubiquistas. Felice Luna fue claro en sus declaraciones en las que dijo que firmó la aceptación del crimen luego de ser amenazado, intimidado, vilipendiado y torturado.

En las palabras del reportero de El Imparcial: «Le han preguntado a Felice que por qué firmó declaraciones falsas, que por qué participó en la reconstrucción del crimen, que por qué esto y lo otro, y fríamente ha respondido que todo fue bajo la coacción policial y porque pensó que se facilitaría después su descargo. Desgraciadamente después vino con mayor fuerza, al grado que a su defensor licenciado Manrique Ríos, se le apresara. Recuerda un detalle, todavía con espanto cuando estaba en la casa presidencial y en la calle se amotinaba una multitud ciega aun por lo fresco del crimen de la novena avenida, Solórzano le hizo asomarse a una ventana y le dijo; esa multitud quiere lincharlo, solo yo puedo salvarlo y lo logra usted confesando que tomó parte del crimen. Luego las torturas, la crueldad del juez primero de paz, y de los gendarmes y sus jefes»[8]. En esas mismas declaraciones al reportero del Diario Independiente, se quejó que «a mí sí, Armando López de León me dio una bofetada infame cuando estaba preso e indefenso».

También el reportero de El Imparcial, le preguntó a Felice Luna sobre los bienes que dejara y él contesto: «Todo lo tengo arreglado, lo poco que tengo se lo dejo a esa pobre mujer que ha sido mi segunda madre. Ella ha hecho cuanto ha podido por mí; si no fuera por ella, seguramente durante mis nueve meses de prisión habría comido solo rancho. De otro lado, ni un solo pan». Se supone que habla de su propia madre y familia.

Sobre Cayetano Asturias, tal como lo informa el reportero del Diario «Independiente», como se autodenominaba El Imparcial –lo cual no era tan cierto-, es el del imperativo de su modo de ser y que no ha dejado en ningún momento: «Suelto en la palabra, sereno en la exposición de lo que piensa y siente y firme en la ordenación de su pensamiento». Asturias se auto cataloga como una persona inocente del crimen que se le imputa y como un hombre de familia. Con relación al primer tema, dice: «Hoy nada me importaría decir si fuera culpable o no; nuestra situación ha llegado a un punto culminante. No he cometido el crimen que se me imputa; sería inconcebible, humanamente, pensar que hoy, que está para ejecutarse la última pena no hiciera confesión y diera lugar a que mañana se propiciara el sacrificio de una víctima». En la misma entrevista, ahondó sobre esta cuestión, diciendo; «Téngase seguro que no porque a nosotros se nos asesine o nos perdone, el crimen de la novena avenida saldrá del misterio. Entre nosotros se ha cebado la justicia. Si yo fuera culpable, después de un crimen tan monstruoso, seguramente me hubiera suicidado, no una sino diez veces. Aquí en la Penitenciaria he tenido como hacerlo…».

Y finalmente, Asturias se queja del proceso, de la cobardía de ciertos testigos y que cuenta con pruebas documentales y factuales: «Me ha condenado a muerte la cobardía de algunos testigos que no quisieron declarar el día de autos, estuve en el bufete del licenciado Izaguirre, desde las dos a las cinco y media de la tarde y allí me vio el propio licenciado Izaguirre, el licenciado Ángel Dueñas, en cuyo protocolo se firmó una escritura que puede verse en cualquier momento, la señorita Elisa Herrera y muchas personas más, y algunas otras que me vieron en el Registro de la Propiedad Inmueble».

En torno al segundo tema, Asturias afirmó: «Siento a mis hijos profundamente, pero sé que el tiempo se encargará de borrar esa mancha infame que se ha querido ponerles. Afortunadamente ellos son aun pequeñitos. Llevo una íntima satisfacción, y es que hay muchas personas que están convencidas de mi inocencia. Ojalá la prensa no se olvide de este asunto, no precisamente para hacer nuestra defensa que no tendríamos con que pagarla, sino para hacer justicia, llevar luz en defensa de la sociedad». Y con relación a su esposa dijo: «Adoro a mi esposa….porque siendo una mujer humilde me ha sido fiel en este caso de infortunio, ha visto por mí cuanto su pobreza le ha permitido. De mis parientes gente rica y de acomodo, nada merezco. No dejo a mi esposa y a mis hijos otra cosa que objetos de uso personal; hay sí – y eso quiero hacer constar –un documento cuya recuperación exijo; es un documento de mil dólares robado por la policía cuando me aprehendió, en ello invertí los pocos ahorros que logre hacer durante mi tiempo de empleado de hacienda. Ese documento me lo quitó Jacinto Ordoñez y más tarde lo recogió Herlindo Solórzano, con pretexto de investigar su autenticidad. Lo otorga la señora Anita Cermeño de Blefletern a favor del señor Marco Aurelio Bolaños ante los oficios del notario Jerónimo Lima. El documento fue endosado a mi favor ante los oficios del licenciado César Izaguirre y dos testigos de asistencia. Entre mis hijos hay una niña de cuatro meses que no he podido tener en los brazos, solamente la he podido ver tras el cerrojo de la prisión».

Los tres sindicados fueron condenados a muerte y estuvieron un día completo en capilla ardiente y en efecto como lo dijo Juan Emilio Blanco, los van a fusilar en el Cementerio General para «hacer bombo». Van a ser pasados por las armas en el murallón externo de la necrópolis capitalina. Eduardo Felice Luna, Cayetano Asturias y Juan Emilio Blanco fueron fusilados el día sábado 2 de mayo de 1931 ante diez mil personas que presenciaron la ejecución. Todo un ceremonial militar, todo un despliegue casi teatral –mise en scene- para aleccionar a la muchedumbre de curiosos que llegaron a presenciar, como el dictador Ubico Castañeda, imparte justicia a quienes atentan contra la vida ajena, especialmente de una ancianita y de sus empleadas, sean éstos culpables o no, lo cual parece en realidad no importar. Después de la descarga del pelotón de fusilamiento, todavía falta el tiro de gracia. El reportero de El Imparcial, escribe: «Los médicos, al bajar, declaran que los tres están en agonía y se dispone que un oficial les dé el tiro de gracia. Camina el militar con el revólver en mano; comienza por Blanco, luego con Felice y por último con Asturias, tres disparos, uno en la sien derecha de cada ajusticiado. Van de nuevo los dos médicos y con ellos el doctor Alberto Rubio. Peralta palpa a Blanco, Cruz a Felice y Rubio a Asturias. Tienen frente a sí tres cadáveres».

Con Ubico Castañeda hasta los «señoritos» sufren, ya sean por vagos de alcurnia o por vividores de quienes si trabajan, malvivientes en una palabra. Todo por llevar, según Ubico Castañeda, una vida licenciosa. Es la pedagogía del dictador, del «tigre o de la fiera», como era llamado. Los fusilamientos a la luz del día y en la vía pública, para que generaran escarnio, miedo y terror, los objetivos de «don Jorge». Lo mismo le parecía que eran los estudiantes «capiuseros» o bien los obreros, artesanos y campesinos que pasaban en su tiempo libre a tomarse unos tragos a las cantinas, en donde eran sacados y llevados a la cárcel.

Pero frente a la crueldad ubiquista, los familiares y amigos de los fusilados enfrentan los momentos de la mortaja y de los entierros. Va culminando la agenda de la muerte. Dice el reportero anónimo: «El cuadro dio paso a tres cajas mortuorias, talladas y barnizadas, que llevaron los familiares. Estas se aprovecharon, dándolas preferencia a las rústicas, de pino, que enviaron de la penitenciaria. Esperaba una ambulancia, pero se permitió que los cuerpos fueran recogidos por los deudos y los colocaran en las cajas que ellos llevaban»……Y agrega: «Pronto se condujeron los cadáveres al interior, siendo llevados en hombros por amigos y parientes. En el primer callejón fueron sepultados Blanco y Asturias, en el mismo tramo, numero 41. El cadáver de Felice fue depositado en el mausoleo de la familia Luna, situado en la primera avenida.» Hay que comentar la eficiencia de la carpintería de la Penitenciaría Central en el suministro de las cajas de madera nuevas, rusticas de pino, hecha por los presidiarios, para trabajar y ganarse unos centavos. Y finalmente se remarca la pedagogía del dictador Ubico Castañeda. El anónimo reportero de El Imparcial, dejó escrito: «por su extremo derecho se abrió el cuadro y la multitud paso a ver el sitio donde los reos cayeron. Otros examinaban con curiosidad los impactos que quedaron en el murallón…». Los no creyentes, como Santo Tomás, tienen que ver para creer. Luego «Poco a poco la multitud fue disolviéndose. Había por las calles adyacentes al cementerio general un laberinto humano y un intenso movimiento de automóviles, autobuses y taxímetros, como en los días de mayor esplendor». El Jefe de la Policía Nacional, Herlindo Solórzano tuvo que exilarse de la mano, larga, peluda y asesina de Ubico Castañeda y lo hizo en el Puerto de La Unión, en El Salvador, en donde la dictadura salvadoreña le permitió vivir, sin que pudiera salir de allí, sin su consentimiento. Abundaban los exiliados en tiempos de Ubico Castañeda, los hermanos Luis Alberto y Enrique Paz y Paz, con el periodista Clemente Marroquín Rojas en San José, de Costa Rica, el Ex canciller y periodista, Dr. Eduardo Aguirre Velásquez en Panamá, el Licenciado Ernesto Capuano del Vecchio y los hermanos Jorge y Miguel García Granados en la ciudad de México y Víctor J. Morales en Nueva York, entre otros.

Se cuenta que doña Eloísa Velásquez, «La Locha», en el sepulcro en donde fuera enterrado Eduardo Felice Luna, le llevó personalmente rosas rojas mientras pudo y las mandó a dejar cuando las fuerzas le faltaron con los años. «La Locha» falleció en la Nueva Guatemala de la Asunción el 9 de enero de 1983.


Este texto es un fragmento del libro en proceso titulado «La Nueva Guatemala de la Asunción. economía política, crecimiento urbano y urbanización, 1898-1954. Tomo II: 1931-1944».

[1] El diario El Imparcial del sábado 2 de mayo de 1931 publicó al pie del poema del sentenciado a muerte, dirigido a su amiga Olimpia Sáenz, lo siguiente: «Muestra de la cincografía que publicamos de una de las últimas autografías de Eduardo Felice Luna. La estrofa que Felice enviara a Olimpia Sáenz da una clara idea del dilettantismo artístico bastante discreto de quien hoy, y en cumplimiento de sentencia judicial, fuera ejecutado a las 9 y 55 minutos a. m.».
[2] De acuerdo al Blog de Carlos Rafael Porras Valle, en su escrito «Las Cantinas de mi Tierra…El Pinkys bar», del viernes, 19 de octubre de 2012, se consigna que la casa quedaba en la novena avenida sur, No. 38, donde estuvo mucho tiempo la Librería «El Tecolote», cuya propietarios fueron los hermanos Consuelo y Severo Martínez Peláez.
[3] El ImparcialEl Imparcial, del sábado 2 de mayo de 1931.
[4] El ImparcialEl Imparcial, del viernes 1 de mayo de 1931.
[5] El ImparcialEl Imparcial, del viernes 1 de mayo de 1931. A Juan Emilio Blanco, también le han ofrecido un cura para que confesarse y ante lo cual ha respondido; «Para qué, me pregunto, cuando nada tendré que decir. Si ha de haber confesión que se haga públicamente. Sin embargo, desearía que viniera un cura, pariente mío, el Padre Córdova –mi primo-; no para confesarme sino para referirle a él algunas cuestiones de familia. Con el mismo objeto desearía hablar con el Cónsul de Honduras. Soy casado con una hondureña, la madre de mi pequeña hija».
[6]La casa de prostitución de doña Eloísa Velásquez quedaba en los alrededores de la Iglesia de Santa Teresa. Conocida primeramente como «La Casa de Putas de La Locha» y con los años se convirtió en una barra show que llevó por nombre «Pinky´s Bar», en sus días finales, en la décima avenida y cuarta calle, zona 1. «La Locha» tenía una colección impresionante de pinturas de los más famosos pintores guatemaltecos, muchos de ellos exhibidos detrás de la barra de madera del bar principal de la casa de «Madame». Se decía que doña Eloísa, le dio alimentación y escuela a los niños y/o niñas nacidas en su burdel.
[7]>Bon vivant, expresión francesa, que se emplea en relación a una persona que goza de un estilo de vida sociable y lujosa.
[8]El Imparcial, del viernes 1 de mayo de 1931. El reportero informa que a Felice Luna se le ha ofrecido, también un sacerdote para confesarse y él ha respondido: «Mis pecados, ha dicho más tarde, son tonterías de muchachos, son pecados veniales; nunca he herido a nadie, ni he pegado una bofetada, ni un rasguño siquiera».

Fotografías proporcionadas por Eduardo Antonio Velásquez Carrera.

Eduardo Antonio Velásquez Carrera

Economista y sociólogo. Columnista de elPeriodico. Profesor e investigador universitario en la USAC. Historiador de la Nueva Guatemala de la Asunción.

10 Commentarios

Enrique Lopez 09/04/2020

Exelente relato mi estimado Costa, disfruto mucho tu narrativa. Historia que no hay que olvidar, las dictaduras sean de derecha o de izquierda siempre serán nefastas. Doña Eloisa también tenía su corazoncito como dicen, mucha gente le tuvo gran aprecio QEPD

Francisco Garcia 27/08/2018

Una faceta de la vida de Guatemala que no nos dijeron en la escuela. Una narrativa muy bien enlazada. Gracias Guayo.

Eduardo Antonio Velásquez Carrera 25/08/2018

La calle donde tu vives, año 1, segunda época, Guatemala, Agosto de 2018, presenta los poemas del fusilado, además de fotos diferentes a las más conocidas del fusilamiento de Eduardo Felice Luna, Cayetano Asturias y Juan Emilio Blanco. En las páginas 6 y 7 se presentan los siguientes poemas; el primero, se titula PENSAMIENTO, fechado el 23 de agosto de 1930. «La paciencia es el valor que sabe sufrir y esperar. La Paciencia, que el insensato toma por el efecto de un corazón cobarde, es mirada por el sabio como la señal de un alma verdaderamente grande. El verdadero valor halla siempre algún recurso No basta estar pronto a recibir la muerte tranquilamente, se debe, sin temerla hacer todos los esfuerzos posibles para evitarla. Firma, Eduardo, desde la Penitenciaria.

El 5 de septiembre de 1930, escribió….»Quiero vivir siempre contigo, muy amada, porque mi vida es tuya. Dame un rancho por casa, junto a un ciprés, rodeado de yedra, pero lejos del mundo y de sus penas, y de las murmuraciones de la gente. El amor restaura mis pulmones enfermos. ¡Oh, y las horas que pasaremos¡ Sin desear que nadie nos vea, sin pedir nada de nadie, ni desear siquiera los halagos del mundo, nuestra vida será la paz eterna».

El 24 de septiembre de 1930, Eduardo Felice Luna escribia……»Una semana más con la inquietud de ver lo que será la vista pública. ¿Una farsa más va a unirse a las mil ya efectuadas? ¿Será el proceso las mil y una farsa? Todas las puertas cerradas. Los incidentes, nulidades, etc.; van a la canasta. ¿Qué pasa? ¿Qué conjuro hay? ¿Será el destino inexorable que nos señala con su sepulcral dedo como sus próximas victimas? ¿La historia tendrá sed de sangre inocente? La duda, querida Luchita, es más inquietante que la dura realidad. Pero …¿Acaso yo no sé que tú sabes que soy inocente? Dios y tú. ¿Para que más?» Tres días después, el 27 de septiembre, Eduardo dice…»Hoy, el día más feliz desde mi injusta captura. ¡Una hora juntos¡ Lo inesperado de tenerte a mi lado, mi justa emoción me cohibió de hablar, de pensar.. Pero los dos besos que nos dimos entre felices y tristes, quedaran grabados para siempre en mi memoria. Ellos van a la tumba conmigo. ¡ Yo también se condenar inocentes¡ Sin embargo, te vi preocupada. ¿Me ocultarías alguna mala noticia? ¡Octubre¡ Tu primer día me sacara de la duda. ¿Qué diré? ¿Bendito octubre? ¿Maldito octubre? Pero siempre te amaré, Tu, Eduardo. Y finalmente un día antes de la ejecución, el 1 de mayo de 1931, Eduardo Felice Luna, le escribe a Madame Eloísa Velásquez, La Locha famosa, lo siguiente….»¡Día del Trabajo¡ Pocos pueden ser mis paces en estos instantes de capilla. ¿Que soy inocente? Bien lo sabes.. ¿Que te adoro? No lo dudes y que mañana cuando a las 10 me asesinen, mis últimas palabras serán; SOY INOCENTE y mi pensamiento serás tú. Unicamente, tú. Y como será el día de tu cumpleaños recibirás como único regalo eterno, mi cadaver, pues tú y solamente tú cuidarás de él. Mi amor eterno desde la otra vida. Tu maridito. Eduardo.

Zandra I. Rodríguez 24/08/2018

Muy interesante relato, nos ilustra con respecto al poder absoluto que ejerció el presidente Ubico. Y ahora que estamos llevando esta historia (de la Locha) a las tablas del teatro, es importante conocer estos detalles. Y lo que presentamos en la obra «La fiesta de las Feas», está apegado a hechos reales.

Saul Guerra 23/08/2018

Saúl Guerra, me lo lei de a tesón, buena narrativa, Guayo, adelante.

Lorena Montiel Viesca 21/08/2018

Como siempre, es una belleza leer los escritos del Dr. Velásquez. Son para disfrutar.

Eduardo Antonio Velásquez Carrera 21/08/2018

Gracias Manuel por tus comentarios. En efecto el parrafo «Después de ello, se dedicó a fusilar, primero a los comunistas, después a los «señoritos» o «chancles», presuntos asesinos de la anciana y sus dos empleadas para robarle a la anciana sus joyas, en lo que fuera conocido como el crimen de la novena avenida». Lleva a la confusión a pensar que los fusilados fueron los comunistas en primer lugar, sin embargo, es cierto a Juan Pablo Waingwrigte, lo pasaron por las armas en La Techa en 1932, tras escupir a Ubico Castañeda, según dicen los periodicos de la época y otros testigos. Que bueno confirmar que Cayetano Asturias era pariente de Miguel Angel y saber que los García Granados eran primos y no hermanos. Si me mandas por el inbox del facebook o por correo electronico, me gustaria compartir contigo la versión digital de mi primer tomo sobre LA NUEVA GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN. Estoy trabajando y espero a final del año concluir el segundo tomo, que incluyo en una de sus partes este ensayo que les he compartido.

    Manuel Fernández 22/08/2018

    En febrero de 1932 fueron fusilados varios sujetos, acusados de comunistas y/o anarquistas, en el contexto del levantamiento campesino de El Salvador.

Eduardo Antonio Velásquez Carrera 21/08/2018

Después de ello, se dedicó a fusilar, primero a los comunistas, después a los «señoritos» o «chancles», presuntos asesinos de la anciana y sus dos empleadas para robarle a la anciana sus joyas, en lo que fuera conocido como el crimen de la novena avenida.

Manuel Fernández 21/08/2018

Muy buen artículo. Cabe señalar pequeños detalles. 1) Cayetano Asturias era primo hermano de Miguel Ángel. 2) Los García Granados, Jorge (jurista) y Miguel Ángel (piloto, héroe de la aviación), eran primos hermanos; no hermanos. 3) Los comunistas fueron fusilados a finales de enero y febrero de 1932, no en 1931.

El proceso judicial contra los acusados estuvo grotescamente viciado. Fue una monstruosidad. Pero debe tenerse claro que si bien es cierto que ellos debieron ser exculpados o hallados inocentes por las irregularidades en el juicio, eso no los hace inocentes. Solamente habla mal de los jueces. Un proceso grotesco no hace culpable ni inocente a nadie.

Felicitaciones por el artículo.

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