Carlos Enrique Fuentes Sánchez | Política y sociedad / EL EDUCADOR
Ha muerto el general señalado de genocidio. Otro más que se va sin haber pagado con cárcel las violaciones a los derechos humanos de las cuales fue acusado. Unos, de corazón, lloran su pérdida y emiten lamentos por su partida. Quizá sus familiares. Otros, en cambio, se alegrarán de su fallecimiento y desearán que, en el más allá, pague por los delitos señalados. Muchos más, lamentarán que haya muerto porque, a pesar de haber sido condenado a 80 años de prisión inconmutables en 2013, una indigna Corte de Constitucionalidad anuló el juicio y luego, alegando demencia senil, no llegó a ser declarado culpable y encerrado de por vida por los delitos que se le imputaron a lo largo de su existencia.
Para llegar a estas apreciaciones hay que hacer uso de la memoria histórica. Su nombre comenzó a sonar con las elecciones de 1974, cuando dos partidos, supuestamente democráticos, lo propusieron como candidato a la Presidencia. Por fraude en la elección, resultó ganando Kjell Laugerud García. Para acallar las protestas, fue nombrado embajador en España y ya no protestó. Después, en 1982, para apagar el nuevo fraude militar en las elecciones que ganó el general Aníbal Guevara, dio golpe de Estado junto a otros militares que después conformaron la Junta Militar de Gobierno. Tres meses despues, dos de los miembros de dicha Junta fueron obligados a renunciar por la persona, aquella, que tenía las más grandes ansias de poder y que se autonombró presidente. A partir de ahí, vinieron las peores imágenes de terror para Guatemala, propiciadas al tenor de frases como las siguientes:
«Las armas son del Ejército y solo el Ejército tiene derecho de tenerlas. Quienes tengan armas fuera del Ejército deben ser fusilados, no asesinados», «Yo controlo el Ejército», palabras en una entrevista a los pocos días de tomar el mando como «presidente» de facto de Guatemala. «Usted papá, usted mamá…», todos los domingos en la noche, dando consejos morales sobre buenas conductas en el hogar y en la sociedad, mientras en su despacho se estaban fraguando las peores políticas de exterminio. «Los tribunales de Fuero Especial son necesarios porque lo delitos son especiales». «Se formarán las Patrullas de Autodefensa Civil con miembros de cada cantón, barrio o colonia o aldea y aquella persona que no quiera integrarlas será declarado traidor a la patria, enemigo del Ejército».
«No miento, no robo, no abuso», las consignas de la iglesia cristiana Verbo trasladadas a la vida política del país, para que fueran cumplidas por la población, pero nunca por el gobernante. «Se puede salir de las manos» (la manifestación) y así ocurrió, cuando, en 2003, las huestes del FRG salieron a las calles en el jueves negro y provocaron el viernes de luto. Después, una también indigna Corte de Constitucionalidad cedió a su pretensión de ser inscrito como candidato. No obstante, aún con todos sus desmanes y los de su partido, no logró en las elecciones ir más allá de un cuarto lugar, muy alejado del ganador de la Presidencia.
Como presidente del Congreso, no permitió que el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico fuera parte del currículum nacional base, para que la población joven no conociera lo horrores de la guerra interna durante su Gobierno, como las violaciones promovidas por los miembros del Ejército y las Patrullas de Autodefensa Civil rurales, para cumplir las políticas de «tierra arrasada» y «cenizas», que los deudos y las víctimas jamás olvidarán. Fueron alteradas algunas leyes de beneficio a la población.
No tiene sentido, ahora, seguir acusándolo, pero es necesario aprovechar el deceso para que no se pierda la memoria histórica, para que estas cosas no pasen nunca más. Por otro lado, tener siempre en memoria los nombres de aquellos personajes que le sirvieron para alcanzar sus metas, aún a costa de violentar las leyes del país y también los nombres de aquellos que, basados e inspirados en el actuar de su generalísimo, continúan actualmente y querrán mantener la imposición del militarismo despótico contra la sociedad civil, manejando a gobernantes y otros burócratas para que les permitan mantenerse en los niveles de corrupción e impunidad que los han caracterizado a lo largo de la historia.
Por lo anterior, conservando esa memoria histórica, la sociedad civil guatemalteca y, sobre todo, las víctimas que sobrevivieron las masacres perpetradas por el Ejército, los comisionados militares y las PAC, deberán mantenerse en pie de lucha contra aquellos que las perpetraron, hasta alcanzar justicia, que no es venganza, sino que es la verdadera paz.
Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y Educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo nacional; surgido de los barrios pobres de la Capital pero formado en diferentes departamentos de la republica. participante y decisor en procesos y redacción de documentos de trascendencia en la educación nacional en los últimos años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión Española, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, para todos y todas.
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