Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES
La inmensa mayoría de los miembros de las sociedades tradicionales y muchos creyentes religiosos del mundo consideran o creen que la conducta homosexual de algunas personas es una conducta antinatural, una desviación o aberración contranatural de la condición humana que debe ser combatida y rechazada con fuerza. Sin embargo, esta creencia que les parece absolutamente verdadera, es en realidad una certeza subjetiva prerreflexiva e impensada que se ha arraigado y sedimentado en sus mentes (Husserl), es decir, un prejuicio falso e infundado que los domina y que les brota de una falta de conocimiento real y objetivo de esa conducta. En efecto, como se ha constatado ampliamente, esta conducta es en realidad y en gran medida el resultado de una inclinación natural o casi natural que sienten un grupo de personas, tanto hombres como mujeres, cuando llegan a la pubertad, cuando llegan a la edad en que su organismo queda preparado y dispuesto biológicamente para sostener relaciones sexuales. Una inclinación natural que se traduce en el deseo de realizar actos sexuales que les deparen placer y satisfacción con personas de su mismo género sexual; deseo que al constituirse no podrán borrar de sus mentes por más que quisieran, para tratar evitar el posible rechazo y la censura de sus padres, de sus compañeros y amigos de estudio, de sus maestros, etcétera. Inclinación que con mucha probabilidad se ha constituido y fijado como un componente genético en algunos miembros de la especie humana en el curso del tiempo de su existencia de más de 200 000 años en el planeta y que marca la conducta regular de los miembros machos y hembras de algunas especies de animales superiores-mamíferos tan cercanos evolutivamente nosotros como los chimpancés pigmeos.
Los varones libres de los antiguos griegos fueron los primeros en la historia de la humanidad, y tal vez los únicos hasta ahora, en permitirse a sí mismos poner en juego, en realizar libre y abiertamente esta inclinación natural que algunos poseen; y la pusieron en juego principalmente entre los adultos varones y jóvenes adolescentes mayores de 15 años. Ciertamente hoy, en los tiempos modernos, nos resulta con toda razón inaceptable que los adultos sostengan relaciones sexuales con los adolescentes, porque hemos aprendido y comprendido, gracias a Kant y los pensadores ilustrados, que los seres humanos no solo pueden realizar actos sexuales cuando están orgánica o biológicamente listos para realizarlos, es decir, cuando adquieren la capacidad de procrear o engendrar hijos, sino sobre todo cuando han adquirido la madurez psicológica necesaria para usar su razón que les permita decidir libre y autónomamente practicarlos. Sin embargo, a pesar de este hecho crítico, muchos de los antiguos varones griegos, entre ellos el gran filósofo Platón, practicaron con frecuencia las relaciones homosexuales, porque se percataron con claridad y reconocieron la naturalidad o el carácter natural de esta inclinación-deseo que los conducía a practicarla; inclinación tan natural como la inclinación heterosexual. Por eso no se propusieron la tarea, como lo mostró y explicó muy bien Michel Foucault –otro ilustre pensador homosexual– en su libro Historia de la sexualidad de negar, rechazar o prohibir normativamente esta inclinación-deseo natural, sino de ordenarla, al igual que la inclinación heterosexual, de modo racional, usando diversas técnicas que inventaron, y que él llamó «tecnologías del yo», para evitar gastar sin medida, sin mesura y sin límite sus energías físicas y mentales en los actos sexuales homo y heterosexuales que realizaban, para preservarlas y «economizarlas», y así poderlas usar también, y complementariamente, en las labores que consideraban centrales y más valiosas de sus vidas, como los diálogos y debates públicos sobre los asuntos del Estado y la sociedad, como las reuniones privadas con amigos para continuar conversando acompañados por una música de fondo que interpretaban esclavos, por el vino y la buena comida, como el ejercicio de la actividad política y de la guerra o como la creación artística y la contemplación teórica y filosófica del mundo.
Pero, además, al darse el propósito de gastar mesuradamente sus energías físicas y mentales en los actos sexuales de placer, pensaron que así podrían forjarse un yo o una subjetividad interior templada y equilibrada para asegurarse la soberanía sobre sí mismos; soberanía en la que encarnaron el ideal supremo que constituía el horizonte significativo de sus vidas: el de darle a esas vidas un orden armónico, tal como se lo daban a las obras de arte que creaban. Y aunque el reconocimiento casi natural que hicieron del carácter natural y legítimo de la inclinación homosexual existente en el seno de algunos desapareció después del contenido del mundo sociocultural de sus vidas, por obra del cristianismo que penetró en sus espíritus, quedó viva en la historia la imagen de los miembros varones de un pueblo que tuvieron la «osadía», durante un tiempo, de ver de frente y reconocer sin obstáculos la realidad de esta inclinación natural que poseían algunos de ellos, y dejar libremente que la practicaran y vivieran sin reservas.
Pero, así como la homosexualidad no es una inclinación-conducta antinatural, tampoco es una conducta antimoral, como también equivocadamente se ha creído. Y no lo es porque cuando dos personas mayores de edad del mismo género sexual deciden o quieren libremente mantener relaciones sexuales íntimas no le hacen daño a nadie, no ocasionan ningún mal. Este hecho revela con claridad que este acto sexual no constituye ninguna falta moral; falta moral que solo se constituye como tal cuando alguien le ocasiona un daño a otra u otras personas con sus decisiones y acciones, es decir, cuando lo despoja a la fuerza de algo que le es propio, como su vida, asesinándolo, de su integridad física, torturándolo, o psicológica, ofendiéndolo y humillándolo, de su libertad natural, esclavizándolo o quitándole sus bienes.
En las sociedades modernas democráticas este doble saber ha sido aprendido y asimilado por una gran parte de sus miembros; saber que los ha llevado a aceptarlos y reconocerlos como partes integrantes y legítimas del «cuerpo social» que habitan; y que ha conducido también a los legisladores a reconocerles en los últimos tiempos mediante la promulgación de normas jurídicas los derechos que reclaman como justos, como el de contraer entre sí formalmente matrimonio y el de adoptar niños cuando viven en parejas estables y carecen de propios. Reconocimiento que los iguala en este terreno al resto de las personas heterosexuales que forman la mayoría de la sociedad.
Por eso, un reto fundamental que tienen en la actualidad las autoridades estatales, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las organizaciones de derechos humanos, etcétera, en Colombia y en muchos otros países del mundo, es el de divulgar y explicar ampliamente este doble saber sobre la homosexualidad, para que poco a poco los miembros heterosexuales de estas sociedades se liberen de estos prejuicios que tienen arraigados en sus mentes sobre esta realidad, o por lo menos, no los sigan considerando como verdades problemáticas e incuestionables que sostienen sus vidas. Y así no solo podrán dejar de rechazar y censurar a los homosexuales, sino podrán convivir con ellos de cerca sin sentir ningún malestar, sin sentir que son extraños y ajenos al creerse, sin razón, como los únicos y exclusivos portadores de la «verdadera naturaleza humana».
Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 7 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.
Correo: camilobok@hotmail.com
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