Trudy Mercadal | Política y sociedad / TRES PIES AL GATO
En la mayoría de culturas del mundo moderno, se atribuye la obesidad a una falla moral en la persona obesa: esta persona no tiene disciplina, es una golosa, no se puede controlar, etcétera. Por algo la gula es uno de los 7 pecados capitales y, en el escalafón de pecados, relacionado a la lujuria, pereza y la codicia.
No siempre fue algo denigrante. Durante siglos, la gordura fue símbolo de abundancia material o de gran fertilidad. Entonces, las mujeres gordas eran consideradas eróticas; los niños gordos, hermosos; los hombres gordos, poderosos. En la literatura de siglos pasados, describir a alguien como «flaco» era imponer en su carácter una cuestión dudosa, de que «algo anda mal»: el Quijote era flaco, como lo eran Uriah Heep y otros maleantes de Dickens, así como flacas también las hermanastras de Cenicienta, mostrando que los flacos tenían algo de loco, de neurótico y de envidioso o envidiosa.
A lo que voy es que no hay dejo moral alguno en ser gordo o flaco; son cuestiones del discurso y valores imperantes en esa sociedad. Noten, por ejemplo, como hoy día las revistas para mujeres enfatizan la delgadez extrema, pero las de hombres muestran a mujeres mucho mejor dotadas de glúteos, cadera y pechos. O sea, también es cuestión de mercadeo. A las mujeres nos quieren comprado productos para adelgazar, a los hombres heterosexuales les quieren vender algo a través de la figura erótica.
La mayoría de percepciones actuales sobre la gordura obedecen a valores impuestos por el mercado: debemos trabajar en exceso, consagrarnos al gimnasio, comer alimentos sanos (preferiblemente orgánicos, que son más caros), y otras acciones que llevan a que las corporaciones devenguen algo de nuestro comportamiento. Sin embargo, está comprobado que millones de personas obesas comen sano, se ejercitan y trabajan duro. No por ello están exentas de sufrir por los estereotipos creados alrededor de su figura.
En otros casos, la obesidad obedece a una adicción a la comida, es verdad; pero no se critica con la misma dureza al adicto al trabajo o a la persona que sufre de anorexia. En nuestra escala de valores, la adicción a la comida es más merecedora de oprobio que otras adicciones. No tiene sentido, pero así es.
En algunos países, la obesidad es producto de la pobreza. En Estados Unidos, por ejemplo, los pobres urbanos no tienen acceso a comidas frescas y sanas. En su ambiente, las tiendas a las que pueden acceder solo ofrecen comidas instantáneas y preparadas, de altos contenidos en almidones y sodio, que llevan a la gordura, así como una gran lista de males relacionados, como la hipertensión, el colesterol alto y la diabetes, entre otros. Si a eso se le agrega la falta de formación alimenticia y el inmenso empuje a consumir azúcar, vemos clara la raíz de ese problema.
A pesar de esto, millones de personas encuentran atractivas a las personas de figuras anchas, de igual manera que muchos encuentran atractivos los pechos pequeños en las mujeres, o el exceso de vellosidad, o cualquier otra forma física que incumpla con los cánones estéticos establecidos por la publicidad y mercadeo. La noción de que solamente las personas que poseen ciertas figuras son atractivas es falsa y, sin embargo, es muy prevalente, generando mucho sufrimiento entre personas que no usan talla de ropa pequeña o mediana.
En Guatemala aún se acepta que se refieran a alguien por una característica física: la gorda, la chata, el chino, etcétera. Es «aceptable» hacer comentarios que hostigan disfrazados de empatía. He presenciado que una persona le comente a otra, sin que venga al caso, que ha subido de peso. ¡Cómo si la persona no supiera que ha subido de peso! Cuando por aparte le digo a quien comentó que su comentario a la aludida fue desconsiderado, salen con el consabido «Se lo dije por su bien». Lo siento, pero difiero. Esos comentarios rara vez son hechos con buena intención, especialmente si son en público.
La obesidad no es una falencia moral, aunque en muchos casos se puede resolver con un programa de nutrición adecuado, mejor información y motivación. Es cierto que existe una especie de crisis de obesidad insalubre a nivel mundial; mas es también necesario entender que se puede ser «rellenito» y estar sanos de cuerpo y mente, así como ser trabajadores y atractivas. Es verdad que pesar 400 libras no es saludable para nadie, pero pesar 200 puede ser el peso justo para muchos, según su metabolismo y, aun así, esta nunca será una persona delgada.
Por ende, que no quepa duda: el desprecio y la burla a la obesidad es una forma de discriminación, dado a que es un juicio que se hace sobre parámetros injustos y desinformados.
Fotografía tomada de Pxhere.
Trudy Mercadal

Investigadora, traductora, escritora y catedrática. Padezco de una curiosidad insaciable. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala. Me gusta la solitud y mi vocación real es leer, los quesos y mi huerta urbana.
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