-Mario Castañeda / EL ARCO, EL SELLO Y EL GRIMORIO–
La música, el cine y los libros son puertas a pasajes maravillosos. Ficciones y realidades que se entrelazan de una u otra forma para mostrarnos posibilidades de la vida. De lo que la humanidad ha legado. De anhelos, hechos y vestigios. Adentrarnos en sus constelaciones es una necesidad. Sin embargo, como casi todo en el planeta, les seleccionamos según nuestros intereses.
En este espacio que gAZeta me permite compartir con ustedes, reflexionaré sobre esas creaciones humanas que nos provocan, conmueven, irritan, alegran y llevan a otro nivel para pensar nuestra existencia y relación con el mundo. Pero no solo eso, buscaré problematizarlas como parte de lo que somos como sociedad.
La columna ha sido nombrada de esta manera en homenaje a las sonoridades de Niccoló Paganini, al legado de los hermanos Lumière y a la magia de las letras, especialmente las que, para mi gusto, transitan entre el reflejo de determinado momento histórico y las que maravillan con su inventiva, por sus extremos, con sus delirios.
Deriva del gusto por la técnica de ejecución del violín que Paganini desarrollara. También remite a Ingmar Bergman y su famosa obra cinematográfica El séptimo sello, obra que dialoga sobre la muerte cuya soberana presencia está en constante pulso con la vida. Finalmente, por lo que los grimorios han representado como otra forma de conocimiento.
En resumen, adentrarnos en la interpretación de lo que para mí significa el contacto con creaciones humanas de contextos distintos y saberes diversos. Experiencias que nos dejan ver que cada persona y cada colectividad tienen variadas formas de percibir y expresar su sentir, y que, como humanidad, tenemos a lo largo del tiempo y en distintos lugares, razones similares por las cuales crear y disfrutar de lo artísticamente elaborado, independientemente de las formas que estas presentan.
Jacques Attali, en su libro Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música (1995), afirma que la ciencia occidental deja de tener en consideración que la vida está llena de ruidos y que solamente la muerte es plena de silencio, y nos invita a repensar nuestro mundo tomando en cuenta que “(…) hay que aprender a juzgar una sociedad por sus ruidos, por su arte y por sus fiestas más que por sus estadísticas. Al escuchar los ruidos, podremos comprender mejor adónde nos arrastra la locura de los hombres y de las cuentas, y qué esperanzas son todavía posibles” (Attali, 1995: 11).
Pero no solo la música. Hoy el cine nos abre una serie de sensaciones y rupturas donde se conjugan las irreverencias y también las domesticaciones casi imperceptibles. Nos habla del tiempo en el que estamos, donde quizá nuestras cuentas, prisas y tecnologías no nos permitan percibirlo aunque estemos reflejados en él.
Las letras se amplían aunque no muchos lean (al menos en Guatemala). O, si leen, ¿qué es lo que leen?, ¿cómo lo leen?, ¿para qué lo leen?, ¿qué nos cuentan los relatos, las novelas, la poesía y las interpretaciones de la academia sobre estos fenómenos culturales?
No basta pensar las expresiones artísticas desde la comodidad de la anécdota. Hay que cuestionarlas. Hurgar en las sombras que las esconden como mero entretenimiento para desmontar la pasiva forma de consumirlas, de reproducirlas con sus discursos normalizados. Tratar de acercarse a ellas enlazando reflexiones serias con la experiencia cotidiana. Preguntarnos por interés, por necesidad histórica y por una posibilidad más de dialogar frente a tanta imposición que nos angosta el futuro.
Por eso suscribo el manifiesto de gAZeta, un medio virtual que apuesta por la honestidad de nuestras líneas y del eco que de ellas recibimos. Donde pensar y escribir sea para entendernos a pesar de las diferencias ideológicas, con respeto. Donde quepan los disensos y los debates fortalezcan los puntos de encuentro para aportar a un mejor espacio de convivencia. Y, sobre todo, saber que escribimos porque tenemos algo que decir (que no es verdad absoluta), porque nos gusta, por placer, porque es nuestra manifestación independiente y sin ánimo de lucro, porque es necesario.
Gracias, pues, desde ya, por la lectura, el diálogo y la propuesta.
Imagen: Mutiny, de Samantha Keely Smith, 2012.
Mario Castañeda

Profesor universitario con estudios en comunicación, historia y literatura. Le interesa compartir reflexiones en un espacio democrático sobre temáticas diversas dentro del marco cultural y contracultural.
Un Commentario
En retrosectiva musical: la belleza de escuchar correctamente, es una verdad que tiene la música. Si puedes escucharla sin prejuicios, tu corazón te revelará la verdad. Si es verdad, una campana empieza a sonar en tu corazón. Si no es verdad permanecerás indiferente, distante, desinteresado; no habrá campanas en tu corazón, no habrá sincronicidad. Esta es la cualidad de la verdadera música: si la escuchas con el corazón abierto, inmediatamente crea una respuesta en tu ser; tu centro mismo se eleva.
Gran artículo mi amigo Mario.
Saludos cordiales
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