Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA
Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco.
Eurípides
En torno de las prácticas de abuso de poder y del tráfico de influencias que usualmente subyace detrás de las mismas, hemos conversado sobre la imposición de jefes incompetentes, quienes resultan adecuados para garantizar que determinadas metas institucionales no lleguen a feliz término, en el sentido de que, aunque se planteen objetivos formales anticorrupción, no existe un interés genuino que sendos propósitos lleguen a concretarse. Sin embargo, esta perversa instauración de jefes incompetentes no sería posible si no se contara con las personas que muestren perfiles ad hoc para requerimientos tan obscuros. Es decir que para que estas prácticas nefastas y perjudiciales sean factibles, se hace necesaria la disponibilidad de individuos con ciertas características psicológicas que vale la pena puntualizar, las cuales son producto de una sociedad enferma, dominada por el oportunismo que la desigualdad sistémica y la violencia estructural y cultural generan. Uno de los perfiles psicológicos que mejor se adecua a estas finalidades es aquel vinculado con la llamada enfermedad del poder, o síndrome de Hybris, del cual daremos ahora unas pinceladas descriptivas y algunas luces para la reflexión.
Hybris (del griego antiguo ὕβρις) es un concepto griego que puede traducirse como desmesura. En la antigüedad clásica la hybris hacía referencia a la transgresión de los límites impuestos por los dioses sobre los hombres mortales y terrenales, aunque también se asociaba a una deidad femenina vinculada con el padecimiento de una total falta de control sobre los propios impulsos, siendo este sentimiento de tipo violento e inspirado por las pasiones exageradas, consideradas como una severa enfermedad del alma, por su carácter irracional, intempestivo y desequilibrado, y más concretamente, por la furia o el orgullo que implicaba.
En este sentido, llama la atención que en la mitología antigua, en general, no existe un patrón de castigo más frecuente que al que hybris hace referencia, siendo un común denominador en casi todas las culturas y en todos los libros sagrados. Específicamente, en la Grecia antigua, la palabra hybris o hubris se relacionaba con las acciones crueles, vergonzosas y humillantes que un abusador cometía sobre su víctima, por mero placer, es decir, por una auténtica desmesura psicológica en aquellos que habían atravesado la frontera de sus posibilidades humanas, cuando se les había conferido poder, haciéndolos rígidos, egocéntricos, crueles, prepotentes y en el fondo radicalmente irracionales. Así, la hybris estaba indefectiblemente asociada al abuso de poder del que hemos hablado en otras ocasiones.
Empero de este origen etimológico, y del uso citado en la Edad Antigua, en la actualidad el síndrome de Hybris hace referencia a un trastorno paranoide caracterizado por un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y generalizado desprecio hacia las opiniones de los demás. Se suele asociar a cargos basados en el poder, sean estos de origen político, financiero, empresarial, por grandes fortunas, fama u otros. En el ámbito de la salud mental, siempre se han reconocido los efectos que tiene el poder en las personas, de manera que no se trata de algo nuevo, aunque recientemente se ha retomado el padecimiento con especial énfasis, debido a su proliferación en personas que asumen cuotas de poder más allá de sus capacidades o de sus competencias y potencialidades como profesionales.
Los individuos típicos que padecen este trastorno, son aquellos que adquieren un desmesurado poder pero que no poseen la preparación humana y empática necesaria para ejercerlo, sumado a la poca madurez psicológica y afectiva. Estas personas suelen tener la necesidad de estar rodeadas de otras que las adulen permanentemente y que no contraríen sus opiniones. Así, son personas incapaces de cambiar un punto de vista, que suelen atacar a aquellos que deciden confrontarlos. Es más, con el poder que tienen, verán cómo deshacerse de aquellos que no entran en el patrón del servilismo y la adulación. Las personas verdaderamente competentes y autónomas, con criterio propio, serán percibidas como sus enemigos, como unos que deben ser eliminados, de una u otra forma.
Son muchas las características que pueden poner en evidencia el síndrome, pero destacan la confianza exagerada en sí mismo, la imprudencia y la impulsividad, que confunden hacia sus adentros con mesuradas virtudes. El factor clave es el sentimiento de superioridad sobre los demás, soliendo descalificar y expresarse de la mediocridad de sus congéneres. También suelen identificar su propio yo con la organización que conducen, lo cual se evidencia en su oratoria cuando utilizan frecuentemente el plural mayestático nosotros.
Por otro lado, frecuentemente pierden el contacto con la realidad. Cualquier juicio crítico es tomado a mal, identificando como enemigos aquellos que no los apoyan incondicionalmente. Así, estos rivales deben ser vencidos a cualquier precio. Se creen indispensables y por ello la pérdida del mando o de la popularidad termina en desolación, rabia y rencor hacia aquellos que los pueden hacer quedar mal, pues son una amenaza para su estatus.
El síndrome de Hybris es adquirido y puede ser pasajero o persistente. A veces se desencadena a partir de un éxito extraordinario, o ante adversidades sociopolíticas de gran envergadura. Sin embargo, también es característico en nuestro medio cuando alguien es promovido, ascendido o simplemente colocado en una jefatura no merecida, para la cual el individuo es totalmente incompetente.
La historia está plagada de situaciones que podríamos etiquetar como síndrome de Hybris. Recientemente, Margaret Thatcher demostró numerosos síntomas frente a la unificación alemana, que ella vio como un potencial IV Reich. Sin embargo, para los autores que han escrito al respecto, los casos más nítidos de este síndrome son los de Tony Blair y George W. Bush. En lo que toca a nuestro contexto, se identifica el caso de Roxana Baldetti, desde quien podemos traer a la mente a otros personajes de la política actual, caracterizados por la pérdida del contacto con la realidad y el patético papel que juegan desde su ego y sus ególatras percepciones. De hecho, la visión del cacique personalista (tipo Álvaro Arzú), siempre por encima de la institución, apunta a estos perfiles afectados del síndrome.
Se concluye que el ejercicio del poder puede trastornar severamente la conducta de las personas y, paradójicamente, también a aquellos que se desempeñan en cargos para los cuales no están preparados, por su misma incompetencia, o como se dice en la jerga popular: cuando el tacuche les queda muy grande. En todo caso, estos individuos deben ser señalados, y a pesar de su padecimiento, deben ser llevados a contraste frente a marcos de referencia que los coloquen, bajo el principio de realidad, ante su cruda y dura situación, no permitiendo que dañen a todos aquellos que se encuentran bajo su esfera de influencia. Tristemente para ellos, este contacto con la realidad será alcanzado muchas veces hasta que se vean en los tribunales o justamente detrás de las rejas.
Fotografía tomada de Educación en red.
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
4 Commentarios
Excelente explicación del tema, Vinicio. Gracias por compartir tus conocimientos y puntos de vista.
Muchas gracias Ernesto, aprecio grandemente los comentarios y mayormente viniendo de tu persona. Un afectuoso saludo.
Muchas gracias señor Barrientos por su interesante artículo. Me atrevo a pensar ……. hybris es la soberbia. Y este es uno de los siete pecados capitales. Las personas que sufren de este síndrome, de alguna manera van a terminar mal. Como todos los que manipulan el poder y pierden la visión de la realidad. (Macbeth por ejemplo).
Nuevamente, gracias y felicitaciones.
Gracias a tu persona Alfredo, por la lectura, tu participación y tus amables apreciaciones.
En efecto la soberbia, como exceso del orgullo, se deriva en muchas acciones que causan perjuicio a otros y al mismo individuo que sufre de este desequilibrio. Se puede pecar de soberbia en algunos momentos, y el síndrome de Hybris hace referencia a un padecimiento mental permanente con muchas ramificaciones, lo que hace difícil una descripción única o exclusiva.
Como bien has expresado, la soberbia y otras desmesuras caracterizan la enfermedad, de la cual muy posiblemente no puede salirse solo, con el uso exclusivo de la propia voluntad, es decir, que se requiere de tratamiento especializado y de ayuda de algún tipo. La pérdida del contacto con la realidad y la desmesura de la autovisión son características sine qua non, como has dejado ver.
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N.B.: mis disculpas por la demora en esta respuesta. ¡Saludos!
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