No sabemos si Tespis estuvo analizando el asunto en sus ratos de soliloquio a lo largo de quien sabe cuántos meses o años, o si fue un chispazo cuasi divino que refulgió entre sus neuronas un día cualquiera, producto quizás, de su apasionada entrega al noble oficio de contar historias.
Pero sucedió.
Diálogos aparentemente espontáneos que emergían en un momento u otro fueron combinados con canto y baile, marcando de forma precisa para la historia, el inicio exacto del teatro.
Por supuesto que esto tiene antecedentes históricos que prepararon el terreno para la feliz ocurrencia de Tespis. Siendo Grecia la primera civilización política que crea la democracia, no pasa por alto la importancia y el poder de los rituales, particularmente en las festividades en honor a Dioniso, el dios del vino. Se creía que el vino estaba ligado al espíritu, haciendo sentir a las personas muy bien, o mal, según el agrado o desagrado de la deidad.
La historia –particularmente la de los orígenes del teatro– siempre me ha parecido fascinante, pero hoy quisiera dar un salto cualitativo y cuantitativo de unos… ¿25 siglos? y escribir brevemente sobre lo que el teatro puede aportar a su vida. Y créame: es mucho más que media hora de carcajadas.
Siempre que se habla de hacer teatro, se habla de histrionismo, esto es, el conjunto de palabras, gestos y movimientos corporales con los que un actor o actriz puede desarrollar un determinado papel. Pero las habilidades histriónicas no pertenecen solo al mundo de la actuación. Están presentes en la manera en la que usted dice “buenos días” o extiende la mano para saludar a otra persona, la forma en que camina cuando hace su aparición en alguna reunión importante, su mirada y el movimiento de sus manos cuando se dirige a un público, sea en el convivio de la oficina o en el informe mensual de operaciones de su empresa, hablando de un proyecto, de una idea o incluso en una entrevista de trabajo. Las habilidades histriónicas forman parte de cada instante en el que usted se relaciona con otro ser humano y ejecuta eso que llamamos comunicación.
Para que quede claro: las habilidades histriónicas no son el 100 % de la comunicación, pero sí la puerta de entrada a establecer un contacto real, genuino. Además, la manera como se utilizan –o no– es un factor determinante en la calidad de nuestra interacción con nuestros semejantes en cada uno de los actos de nuestra vida. Y a menos que usted tenga por círculo social a una familia de larvas de polilla, va a necesitar de sus habilidades histriónicas para desempeñarse mejor.
Profundizando un poco más, me gustaría preguntarle si tiene usted fe. Con tantos acontecimientos caóticos sacudiendo el mundo, la fe toma relevancia superlativa y se convierte en uno de los bienes mayormente deseados. Especialmente en estos días en los que nos ha tocado pararnos en el patio de casa, en pijama, a la mitad de la noche mientras observamos como los árboles se sacuden, la tierra se cimbra y nuestra casa se estremece con el vaivén de un temblor que parece no tener fin. Incluso podría decirse que con tanto movimiento telúrico, insistir –como algunos– en dormir en paños menores ¡debería ser considerado un acto de fe! Pero ya se habrá dado cuenta de que no es de eso de lo que hablo. Ni siquiera estoy pensando en alguna religión y –se me ocurre ahora– que la pregunta fue muy general. Permítame ser más directo: ¿tiene fe en lo que hace? Si, por ejemplo, usted se dedica al mundo de las ventas y se encuentra frente a frente con un cliente, sabrá que el cliente percibe el producto o servicio justamente como lo percibe a usted. Además, la decisión que él pueda tomar sobre comprar o adquirir algo no se basará únicamente en las ventajas y beneficios del producto o servicio que usted le ofrece, sino en lo confiable y seguro que parece usted cuando habla de ese producto. Esa confianza y seguridad están directamente relacionadas con la fe que usted tenga en el rol que está desempeñando en ese momento. Si usted no se lo cree, el cliente tampoco lo hará.
¿Novedosos estudios sobre el arte de vender? No del todo.
Su nombre original es introficción y se refiere a la condición teatral mediante la cual todos los actores y actrices creían su propio rol. Además, para muchos antropólogos, este fue el primer síntoma de la fe, aunque no sé si “síntoma” sea la palabra adecuada. Lo que sí sé es que si un actor no se cree su papel, el público tampoco lo hará y que eso sucede en el mundo real con los papeles que todos jugamos con bastante mayor frecuencia de lo que estamos dispuestos a admitir.
Tampoco es casualidad que el teatro contenga los famosos trece signos teatrales, sabemos que la antigua humanidad se dirigió hacia la construcción de un tejido social, esencialmente a través de un signo. Un signo que es emitido por alguien y recibido por alguien más dentro de un código común.
Sin embargo, el carácter ficticio de una ejecución teatral parece abrir una brecha infranqueable entre lo que la gente cree que es real, y por tanto útil, y lo fantasioso, y por lo mismo, intrascendente; ubicando al teatro del lado de las distracciones de fin de semana, pero nunca como una disciplina con aplicaciones prácticas en la vida diaria. Al respecto, el reconocido director y dramaturgo Fran Lepe nos dice “La realidad es la realidad, y nada la va a superar. El papel del arte no es la imitación, sino la representación de una realidad”.
En ese orden de ideas, cuando yo imito algo, quedo sujeto a lo que estoy imitando, pero cuando lo represento, tengo la libertad de interpretar lo que quiero representar y eso me lanza a un universo de posibilidades, por mencionar alguna: la posibilidad de cambiar las charlas motivacionales sobre los valores de una corporación que se imparten a los colaboradores, por un sketch teatral que muestre los antivalores, que además contenga cierta dosis de humor. Con las charlas, el colaborador o empleado recibe conocimiento a través de la información. Con un sketch, recibe vivencias y emociones que asocia con valores cognitivos, que al ser recreados una y otra vez por su propia experiencia, se reafirman y transforman en competencias e identificación con la marca o la empresa.
Pero no todo se circunscribe al mundo empresarial. Cualquier actor o actriz con cierto recorrido en las tablas le dirá que en el teatro aprendió a comunicarse mejor, y que cada uno de los papeles que le ha tocado interpretar, le ha servido para llegar a conocerse un poco más. Que a fuerza de meterse en la piel de otro aprendió a generar empatía, y que cuando escucha, lo hace de verdad, porque se ha acostumbrado a buscar una reacción, al leer el lenguaje corporal, pero sobre todo, a transmitir de una manera más poderosa su propia palabra.
Todos tenemos algo que decir, una idea para defender, una historia que contar, un argumento que sostener, un ideal para promulgar. Somos vida, somos mensaje y queremos impactar. Y el teatro puede aportar a ello de manera sorprendente.
Con menos frecuencia de lo que desearía, asisto a las presentaciones de amigos artistas y me gozo con ellos de los resultados de su esfuerzo para crear una historia llena de música, danza, color y voz. Y mientras los veo salir por segunda o tercera vez al proscenio para recibir la ovación de un público agradecido, pienso en cómo sus vidas se han enriquecido un poco más con cada experiencia, llenándolos de una luz refulgente que parece escaparse por las perlas brillosas de las lágrimas que les humedecen los ojos, e imagino el día y la hora en que todo comenzó.
Entonces digo, ¡si Tespis nos viera!
Fotografía: Tespis, tomada de www.imgrum.org
Fabio Díaz

17 años trabajando como administrador y contador, hasta que un día decidí – irresponsablemente – abandonar la seguridad de un trabajo estable, predecible y confiable, para embarcarme en la aventura de trabajar como actor, locutor comercial y voz en off para documentales, y tratar de vivir de ello. Una cosa fue llevando a la otra y así se fue abriendo en mi horizonte otra serie de actividades que nunca preví, como las participaciones en anuncios para la televisión, algunos rodajes para el cine, las labores de facilitador y otra serie de felices consecuencias que me alimentan el corazón. Desde entonces, he sido irresponsablemente muy feliz. Las finanzas y la contabilidad siguen formando parte de mi vida, pero ya no la limitan, solamente le dan un marcado contraste y la enriquecen un poco más. Este ha resultado ser un camino de descubrimientos que me ha permitido confirmar, a cada paso, el potencial del arte para influenciar a las personas de manera positiva y su innegable impacto en la concepción de un mundo más empático y generoso. No es en absoluto un camino fácil, pero es un camino intenso, vivo, alentador, desafiante y, a la vez, lleno de esperanza. No puedo terminar con nada concluyente, el camino continúa.
3 Commentarios
Me hubiese gustado que me dieras uno de esos cursos aburridos en comunicación de la Universidad (realmente se cuentan con los dedos de una mano las guías que se apasionan por compartir sus descubrimientos y su sabiduría)…
te leo y te veo (y es bonito no pierdas ese toque)… con esa energía con la que te dejas abrazar cuando estás frente a un grupo, en escenario o en círculo.
Y bueno espero poder leer más de esos compartires que abren puertas más allá de la tierra…
y sabes qué? Tespis anda por allá y por otros lados viendo y dejándose abrazar de esos sentimientos que dicen más que palabras
Muy buen artículo, pedagógico e informativo no solo para los amantes de las tablas sino al que esta interesado en la cultura. un poco de aire en esta sociedad viciada y sin oxígeno.
Felicitaciones mi estimado Fabio, tu siempre tan poeta excéntrico, critico, analista y romántico empedernido de las letras y los saberes de la vida. Dejas en tus lineas e ideas una razón del por que estamos aquí y/o una reflexión del cómo y cuándo. Eres un hombre excepcional, trabajador y un fiel en tus rollos ideológicos. Me llena de emoción saber y leerte en un espacio alternativo donde muchos podremos conocer y aprender de un sin fin de temas y reflexiones emprendedoras a través de tu persona. Agradezco tu tiempo para este espacio y te exhorto a escribir lo que muchos callamos. Y claro, si nos viera tespis, creo que le herviría la sangre y respiraría 3,2,1
Te deseo todo tipo de éxito en todo lo que emprendas.
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