Se convirtieron en el gusano que odiaban

Carlos Gerardo | Literatura/cultura / RESIDENCIA CON LLUVIA

se convirtieron tristemente
en el gusano que odiaban.
Otto René Castillo

A mí me da una gran tristeza pensar en Nicaragua. Me da una gran tristeza y una gran preocupación. Me preocupo en primer lugar por la gente que conozco; por esos nicaragüenses maravillosos con quienes he podido compartir. Luego me preocupo por todos los nicaragüenses que no conozco. Ese pueblo tan cálido que en más de una ocasión me hospedó y me convidó con su jovialidad y su entusiasmo. Hay que decirlo: Nicaragua es un lugar hermoso. Me da mucha tristeza que un pueblo tan intenso y con tanto amor por sus poetas y por la poesía esté hoy sufriendo tanto. Un pueblo al que irremediablemente amé y por el cual me sentí también querido.

El otro sentimiento que tengo acumulado es el de la rabia. Me da rabia pensar en la partida de asesinos que está al frente del Gobierno nicaragüense, que se ha aferrado por más de diez años al poder a través de una democracia impostada. Me da rabia pensar en su traición, en la infamia que han creado disfrazándola con una bandera roja y negra y con el apellido de Sandino. Me da rabia que haya gente que justifique el asesinato de un ser humano y me da rabia que haya gente que me diga que, si me entristezco por eso, es porque soy víctima de una estrategia de comunicación gringa con fines geopolíticos. Se llenan la boca hablando de geopolítica y de geoestrategia, haciéndote sentir ignorante; pues bien: no hay una agenda política para el duelo. Me da rabia ese discurso fundamentalista incapaz de compadecer la muerte de un niño de quince meses por un tiro en la cabeza. Teyler Lorío, ¿les suena? Fue un niño de quince meses, asesinado por un disparo en la cabeza. Ninguna agenda que imponga la política por encima de la ética tiene mi favor, sea esta de izquierda o de derecha (por cierto, no se han detenido a pensar en la poca vigencia que tienen estas categorías para hablar de las luchas de Centroamérica). Luego me dicen que hay muertos en ambos bandos y yo me pregunto: ¿cuáles son esos bandos? Lo que hay son muertos, jóvenes de menos de veinte años, casi niños, asesinados. Pero justifican la muerte con la historia y con la política, y eso de veras… es una ruindad. Centroamérica está escribiendo una de las páginas más trágicas de la historia de este siglo con lo que está pasando en Nicaragua.

Me da una nostalgia terrible cuando veo las fotos de Matagalpa, de Diramba, de Jinotega, de Granada, de Masaya. Y pienso en mis amigos y en mis amigas, y me aferro a la tristeza que permanece mientras trabajo y que repunta cada vez que veo noticias nuevas en las redes. Luego les escribo y me da una cólera terrible comparar sus desesperados testimonios con los argumentos de los sabelotodos que justifican masacres. Que me disculpen quienes están defendiendo al dictador (porque ya sabemos que la democracia en Nicaragua se había degradado desde hace mucho): el orteguismo y el murillismo hace mucho tiempo que dejaron de ser de izquierda. Y si justifican la izquierda con la muerte de cientos de jóvenes… pues ¡qué basura de izquierda la que representan!

Seguramente hoy hay muchísimos actores que están aprovechando la crisis para posicionarse y ganar espacios. Pero están matando gente. Y me pongo mal de pensar que lo único que puedo hacer es escribir este triste y ridículo texto. Y desear con todo mi corazón que dejen de matar gente en Nicaragua. Que dejen de morir impunemente en ese sitio que merece una historia tan distinta de la que está padeciendo.

Pareciera que esta Centroamérica en la que vivimos está unida por más desgracias que por fortunas. Compartimos una oligarquía racista, fascista y colonialista que se ha hecho dueña de territorios que no le pertenecen. Compartimos las invasiones de los monocultivos, las hidroeléctricas y las mineras que saquean nuestras tierras de sus minerales. Compartimos el despojo del territorio, la criminalización, los asesinatos políticos y las endémicas luchas por la vida. Compartimos entre nosotros una cultura represiva y violenta que nos vulnera todos los días. Compartimos la pobreza, pero ojalá que compartamos también la dignidad.

Porque también estoy seguro de que la partida de asesinos que se ha sentado en las sillas del Gobierno nicaragüense se irá pronto, ¿a dónde? No lo sé. Capaz que a Guatemala, porque tan cínica es Centroamérica que no me extrañaría que se jueguen este tipo de bromas y que la amnesia necesite de tan poca distancia para consumarse, porque, al parecer, aquí dejamos que los tiranos y los asesinos mueran en paz y sin castigo.


Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Residencia con lluvia

2 Commentarios

Guillermo Maldonado C. 09/08/2018

Como en tiempos de Lucas García, Valiente Telles, Pedro Arredondo… Existiendo instituciones legales formales, el recurso de la represión por fuerzas amparadas en la impunidad de la omisión institucional… abuso de poder, satrapía.

arturo ponce 02/08/2018

Comprensibles sentimientos que después se convierten en resentimientos. Lo que nos pasará en Guatemala si es que nos llegan a gobernar esas corrientes que desean el poder porque nunca lo han tenido y se convertirán en otros corruptos y asesinos.

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