-Jaime Barrios Carrillo / SIGNOS–
El neoliberalismo agoniza pero da patadas de ahogado. En Guatemala es un discurso no apegado a la democracia y aliado de los fascistas. Los neoliberales se consideran ahora republicanos.
En las pasadas elecciones presidenciales en Costa Rica, el partido libertario sufrió una derrota devastadora. A pesar de los millones invertidos, su candidato Otto Guevara apenas llegó al 11 por ciento, habiendo sido superado por el Frente Amplio de la izquierda y su candidato José María Villalta que obtuvo casi el 18 por ciento.
Hay que destacar que en Costa Rica el movimiento libertario tiene un partido político, mientras en Guatemala no se atreven pues saben que no pasarían de 70 000 votos. Vociferan en sus programas de radio y llenan columnas con sus dogmas. Tanta tinta derramada que no lleva a ninguna parte. Saben en el fondo que el neoliberalismo no tiene espacio en el mundo posmoderno. Se lamentan que lo que llaman estatismo, socialismo, mercantilismo y su odiado Estado benefactor, sean los modelos que proliferan en todas partes. Los neoliberales se alejan siempre del sentido profundo de la existencia del Estado: luchar por el bien común.
Hipócritamente, defienden también el sistema de impunidad y corrupción atacando a la Cicig y al Ministerio Público, pegando alaridos de falsa soberanía, ellos, los descendientes de la traición de 1954. Son conservadores a ultranza y resultan hostiles a la democracia, que llaman dictadura de las mayorías. Pero se llenan las fauces delirantes con el vocablo de República, más aristocrática que la del mismo Platón.
La antigua ideología liberal, basada en el libre albedrío y el rechazo a todo tipo de privilegios ha sido tergiversada por estos egohistéricos, basados en un individualismo enfermizo, y en lugar de luchar contra las prerrogativas de las élites, como lo hizo el liberalismo, defienden a una oligarquía cerrada, dueña del país. Muchos egohistéricos, de clase media, tienen un raro problema digestivo pues comen aguacates pero eructan caviar.
Samir Amin, economista egipcio, estudioso del desarrollo y subdesarrollo, conocido como crítico del comunismo soviético, comparó al neoliberalismo con un virus letal del cual la humanidad logró recuperarse. La enfermedad neoliberal se reconoce por las ronchas del mercado “auto regulado” y las privatizaciones a ultranza, y con ellas el fin del papel del Estado, reduciéndolo a solo dos funciones: seguridad y justicia (pero sin tomar en cuenta la justicia social).
El neoliberalismo tampoco puede o quiere ver las consecuencias nefastas para el medio ambiente, causadas por la falta de regulaciones. Hasta han llegado a negar fenómenos comprobados como el calentamiento global, la deforestación y la contaminación minera y petrolera.
Otro economista (y Premio Nobel), el norteamericano Joseph E. Stiglitz, considera que “el fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y tampoco está respaldado por la experiencia histórica.”
Pero lo peor para Stigliz son las consecuencias de las políticas neoliberales: “… está claro quiénes son los perdedores: aquellos que siguieron políticas neoliberales, que no solo han perdido la lotería del crecimiento, sino que cuando esos países crecían, los beneficios iban a parar desproporcionadamente a las clases más altas.”
La pobreza, en países como Guatemala, aumentó en contraste con la concentración de mayor riqueza en menos manos. La teoría de la autorregulación del mercado no puede funcionar nunca en nuestro país.
Ya es una necedad seguir esperando que la brecha entre riqueza y pobreza la arregle la “mano invisible” a través del “derrame” de la riqueza creada. Porque el único derrame que se ha dado es el “cerebral” de los teóricos y corifeos neoliberales, ante las consecuencias del capitalismo salvaje.
Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.
0 Commentarios
Dejar un comentario