Sagrada Chabela

Luis Felipe Arce | Política y sociedad / EL CASO DE HABLAR

La Chalana, despeinada y huelguera, gritona, socada y burlona
nos brinca en la garganta cada vez que
nos enrabieta la cotidiana tragedia de nuestra patria.
Manuel José Arce

Es bien sabido que muchas son las anécdotas que han acompañado a la Huelga de Dolores (patrimonio intangible de los guatemaltecos), que en este año cumple sus primeros 121 años de denuncia y protesta contra los desmanes y abusos de las clases dominantes que han detentado, impunemente, el poder.

La Huelga, nació el Viernes de Dolores de 1898, por estudiantes de la Universidad de San Carlos que deseaban expresar su pensar y sentir respecto a personas, hechos y circunstancias de su época. No han sido 121 años fáciles, al contrario, han estado llenos de innumerables vicisitudes que van desde persecuciones políticas, asesinatos, hasta suspensión por decretos, como cuando en 1931, el general Jorge Ubico suspendió la Huelga, la cual dejó de salir por largos 14 años.

En 1949, el arsobispo Mariano Rossel y Arellano (sor Pijije) excomulgó a los huelgueros por «ofensas a la moral y a la religión» y en 1956, bajo el gobierno del coronel Carlos Castillo Armas, los huelgueros sufrieron la segunda excomunión por orden del mismo arzobispo. Y así… entre muchas cosas más se ha escrito la historia de la Huelga.

El día de hoy les quiero compartir un episodio, de los innumerables que han acompañado a esta tradicional celebración bufa. A los años del presidente Miguel Ydigoras Fuentes (1962) corresponden estas reminiscencias.

Para las 9 de la noche del último jueves de Cuaresma estaba anunciado el inicio de la velada. Horas antes, un río de gente empezó a entrar al teatro que se llenó por completo. Como siempre, con varios días de anticipación, los boletos se agotaron rápidamente a precios muy altos en el mercado negro.

En las primeras butacas se encontraba, con su séquito el «excelentísimo» señor presidente de la República. La velada se inició con el anuncio de la entonación del himno nacional… los asistentes respetuosamente se pusieron de pie… al escucharse los primeros acordes del himno de Estados Unidos, una espontánea carcajada resonó en todo el teatro… la carcajada crecía y se aremolinaba como nube áspera sin poder salir por puertas y ventanas.

El «señor presidente» lo sintió como una patada en «salve sea la parte»… vio para todos lados, se sonrió, se puso pálido, verde, entomatado y siguió de pie estupefacto, demudado y colérico… la carcajada no se apagaba nunca, renacía su trueno corrosivo y un alud de rumores estertorios rasgaba la quejumbrosa música del himno extranjero.

Prosiguió el espectáculo…

En los días previos a la velada, el periódico No nos tientes se agotó pronto a precio excepcionalmente alto, a pesar de que se había triplicado el tiraje con relación al del año anterior.

El ya mentado arzobispo sor Pijije amenazó, una vez más, con la excomunión a quienes participaran en el festejo y «a cuantos lo presenciaran», la amenaza fue más bien un estimulante, como el recién asesinato de los estudiantes en las calles (César Funes, Noel López Toledo y Jorge Gálvez Galindo) en ese año –1962– frente a la Facultad de Derecho.

Al día siguiente de la velada –el Viernes de Dolores– arrancó el desfile encabezado por la sempiterna Chabela, el canto estudiantil La Chalana –entonado por primera vez en 1922– se escuchaba con denodada claridad y fuerza sobre la ciudad que revivía de sus cenizas… la policía amenazaba de lejos. En la propia superficie de la mascarada trascendía el ansia de gritar para que se oyera la urgencia de la pureza, la lucha y el triunfo.

Una juventud espléndida pugnando por no ser destruida bajo los cascos de las bestias… año con año, la catarsis se cumplía en aquella enorme vomitada a fecha fija, bufa y a la vez siniestra. Desfilaron féretros negros y se oía La Chalana insumisa y ramplona, fresca, aguerrida y dolorosamente alegre en su agridulce carcajada, agresiva y valiente.

La Chalana, en honor a la verdad, adolece de bellos anacronismos –quizá esa fue la intención de sus creadores José Luis Balcarcel, Alfredo Valle, David Vela y Miguel Ángel Asturias, autores de la letra, y el maestro José Castañeda, autor de la música–, pero su intención, su crítica y su espíritu siguen y seguirán vigentes mientras en Guatemala siga existiendo… «farsa, interés y miedo».

Mientras exista una juventud que sepa ridiculizar a los que se han llenado de poder e impunidad. Mientras exista más de un guatemalteco que se duela de los males de la patria… «palabrota añeja, por los largos explotada».

En resumen: la Huelga de Dolores en el transcurso de sus primeros 121 años de vida, ha recibido innumerables elogios, pero también incontables críticas. Ha tenido períodos de esplendor y grandeza, pero también, épocas de marcada mediocridad… se ha enfermado y convalecido, pero ha sabido recuperarse y hasta resucitar con más fuerza. Se mantiene vivita y coleando… por los siglos de los siglos. ¡AMÉN!

El próximo viernes 12 de abril tenemos una nueva cita en El Portalito, ahí, todos juntos, entonaremos en una sola voz nuestro himno de guerra, acompañados de los recordados y alegres compañeros huelgueros que se nos adelantaron: Juan Luis «el Jesusón» Molina Loza, Lencho Patasplanas, el Mico Carranza, Jorge «el Feo» Fuentes, Fradique Lee y los inolvidables maestros: el Gran Moyas, la Cuca López Larrave, Fito Mijangos, Meme Colom y el escribiente Manuel José Arce… ¡SALUD!

«Malcriadotes… en sonora carcajada prorrumpid, ja, ja».


Luis Felipe Arce

Guatemalteco. Ingeniero civil, por varios años gerente de Producción para Centroamérica de una importante corporación mundial dedicada a la fabricación de materiales refractarios y aislantes. Actualmente, consultor independiente.

El caso de hablar

Correo: luisarcef@yahoo.com

2 Commentarios

William 09/04/2019

Excelente remembranza mi querido hermano.

arturo Ponce 08/04/2019

Magnífica remembranza Guichín, Saaaaaluuuud.

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