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El campeonato mundial de futbol es, sin lugar a dudas, el mundial deportivo más mediático y popular de las últimas décadas. La facilidad de las reglas y lo barato de su práctica hacen de este deporte el más conocido en el mundo. Convertido en producto de fácil comercialización, los medios de comunicación encontraron al transmitirlo su mina de oro, primero la radio y luego la televisión.
Hay futbol para todos los gustos y talantes, aunque, lamentablemente, y sin que nadie aún pueda explicarlo muy bien, es el único deporte donde los seguidores son cada vez más violentos. No se escapan de trifulcas los países pobres ni los ricos. En los llamados clásicos cada vez son más necesarias las medidas de seguridad, costos que no cubren ni la FIFA ni las federaciones locales, entes autónomos que se niegan a la más mínima fiscalización estatal.
En sus inicios, allá por 1930, apenas participaron trece países, divididos en tres grupos de cuatro equipos y uno de tres, sin que hubiera proceso eliminatorio. Poco a poco el sistema se selección se ha ido sofisticando, permitiendo que selecciones de menor calidad se enfrenten con las poderosas, haciendo del Mundial una competencia donde, de antemano, se sabe que apenas la tercera parte de los participantes tienen opciones reales de ganar el título.
En el torneo a disputarse en Rusia participaran treinta y dos selecciones, como viene sucediendo desde el mundial de Francia, en 1998, cuando se dejó atrás la competencia de veinticuatro selecciones, como sucedía desde 1982. Esto ha permitido que más países lleguen al Mundial, lo que no garantiza que tengan todos la misma calidad física y técnica, pues alcanzan la participación disputando el espacio con selecciones de países generalmente muy semejantes.
A diferencia de otros deportes, en los que para llegar a las competencias mundiales lo que se exige es haber alcanzado marcas mínimas que permitan competir en relativa igualdad de condiciones, en el futbol las diferencias entre los participantes son abismales, sirviendo los equipos de países con menor desarrollo como simples anzuelos para incrementar el turismo a los países sedes y los ingresos de los monopolios televisivos.
Los equipos de Concacaf forman parte del grupo de los mediocres, donde la mayor ambición es soportar la disputa en los grupos y lograr pasar a los octavos de final, situación que en los últimos tiempos apenas México, Costa Rica y Estados Unidos han conseguido, considerándose en la región como el máximo logro a presumir.
En toda la región latinoamericana, aparte de Brasil y Argentina que tienen otro historial futbolístico, formar parte de los dieciséis equipos que disputan el campeonato ya es un logro histórico, lo que no significa, ni mucho menos, que el nivel de esa especialidad deportiva esté realmente a la altura de los que permanentemente están en la disputa de la copa.
Que Italia y Holanda estén esta vez fuera no significa, para nada, que Honduras, Costa Rica y México tengan un futbol superior al italiano u holandés. Puestos a competir entre ellos es más que evidente que los europeos derrotarían sin mayor contratiempo a los combinados norte y centroamericanos. Evidentemente esto afecta la calidad de la competencia, pero amplía la cobertura mediática y los ingresos de las empresas que la transmiten, creándose en los aficionados la sensación de estar, por algunos días, en la élite del deporte seguido y admirado por casi todos.
No puede negarse, sin embargo, que asistir a esos eventos deja grandes y significativas lecciones. En algunos casos, como pasa con Costa Rica, esos aprendizajes permiten mejorar paso a paso la calidad de sus competencias internas, ámbitos donde todos los países de la región tienen que mejorar sustancialmente si, en el futuro, desean hacer un papel relativamente decoroso en las competencias mundiales.
Imagen tomada de El bocón.
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Reflexiones y comentarios diversos sobre el mundo deportivo, los actores y los negocios que lo obstruyen
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