Rumbo a la oficina

Maya Lima | Cóncavo/convexo / DEMONIO HEMBRA

Es viento ennegrecido de mañana, pero no se le termina el deseo ni el entrecruzado pensamiento devorador que le susurra –sigues ávida de caricia, de palabra soez que prende luz a tu oído–.

Hace la parada, sube canturreando, toca la mano del chofer al recibir el cambio, le hace un guiño, sonríe coqueta y ocupa, como cada día, el lugar de reina: primer asiento, primera fila. Se empeña diariamente en serlo, se exhibe con brochazos de brillante polvo que cae a cada bache. Cae como la mismísima ausencia, como las carnes avejentadas de pasión, como el polvo de luz a través de una ventana que asoma a ninguna parte mientras el autobús avanza dejando la frustración en el camino. Maquilla su rostro y abre las piernas. La falda deja entrever el rosado encaje que perfuma el ambiente en cada parada. Su pantaleta se mete cautelosa en los ojos de los hombres que ascienden por la puerta delantera.

Ella nunca discrimina a los mirones. Espera respuesta a la imagen de su prenda que se asoma sin timidez. Algunos pasajeros quedan boquiabiertos saboreando aquellas pantorrillas, aquel delicado encaje que promete la humedad del amor verdadero. Miran sin ningún decoro –Ay mamacita– dice el próximo en subir, a ella se le escapa una risa igual a un chillido de rata que provoca que el engatusado en turno busque de sopetón el rostro de la damisela. Mira aterrado la piel ajada, la encía falsa de una dentadura postiza. En cuestión de segundos le viene la culpa, el recuerdo de cuando niño se restregaba en la pierna de su madre mientras ella lavaba la ropa. Ahora se encuentra de frente con un par de ojos desorbitados y dos fosas nasales que le evocan la imagen de la muerte y se avergüenza del regalo diurno.

El camión se amarra en un frenón inesperado, el chofer toca el claxon y mienta madres.

–Tssssss– el arrepentido bribón baja la mirada, quiere llegar al fondo del pasillo y apresurado empuja para quitar de su paso a la gente que lo observa y cuchichea burlona.

A la anciana parece no importarle su opaco virtuosismo, no reniega del alboroto ni del susto ni mucho menos de la mofa. Simplemente vuelve a su obra, a la representación cotidiana de su talluda belleza en el primer asiento, primera fila. En ese breve viaje de todos los días.


Maya Lima

(México D. F. 1973). Poeta, cuentista, lectora en voz alta y promotora cultural. Autora de los poemarios El síndrome del desierto (2013) y Gerontofilia de una reina (2015). Ha participado en más de diez antologías de cuento y poesía en México. Es una de las fundadoras del grupo Cabaret Poético (performance poético de burlesque), presentándose en diversos foros de la ciudad de México. Fue responsable operativa de la Casa del Poeta José Emilio Pacheco del Instituto Municipal de las Artes en el municipio de Tlalnepantla de Baz, Estado de México. Actualmente radica en Alemania.

Demonio hembra

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