Rosario vive en la lucha que se libra a favor de los desaparecidos

Mario Polanco | Política y sociedad / NO MÁS IMPUNIDAD

Luego de la captura ilegal y desaparición forzada de Carlos Cuevas el 15 de mayo de 1984, su esposa María del Rosario Godoy Aldana dedica su tiempo a su búsqueda. Diariamente visita morgues, cárceles y hospitales, además espera durante horas a ser atendida por alguno de los funcionarios encargados de la seguridad durante el Gobierno de facto del general Oscar Humberto Mejía Víctores; la desaparición de su amado Carlos la destroza.

En ese viacrucis conoce Nineth Montenegro y a otras mujeres que igual que ella buscan a sus esposos, padres, hijos y hermanos que como Carlos habían sido víctimas de la acción de terror que desde el Ejército se libraba contra la población civil indefensa. Juntas toman la decisión de iniciar un esfuerzo colectivo de búsqueda y localización de sus seres queridos, y así se integra a la lucha el Grupo de Apoyo Mutuo.

Impulsar la lucha por los desaparecidos en medio de una dictadura que no permitía la apertura de espacios, constituía una especie de condena a muerte. Rosario y las otras mujeres fueron vigiladas a toda hora del día, frecuentemente fueron amenazadas de muerte, sin embargo, el amor por sus seres queridos las mantenía firmes en la lucha, bajo la consigna de que ¡¡si vivos se los llevaron, vivos los queremos!!

Esa vigilancia fue creciendo proporcionalmente a la beligerancia que fue tomando el GAM, luego de cada protesta eran frecuentes las amenazas, el seguimiento y la intimidación. Prueba de esas amenazas se ha encontrado en el Archivo Histórico de la Policía Nacional, en que la inteligencia militar consideraba al GAM como enemigo interno al cual era necesario destruir.

Rosario tuvo que enfrentar el dolor de acompañar el levantamiento del cadáver de otro de los fundadores del GAM, Héctor Gómez Calito, quien había sido secuestrado el 28 de marzo de 1985, sin imaginar que las fuerzas del terror ya se preparaban para golpearla.

Ese golpe llegó una semana más tarde, el 4 de abril fue secuestrada junto a Augusto Rafael de dos años de edad, además fue secuestrado con ellos Mynor René, su hermano de 21 años. Los tres fueron llevados a alguna cárcel clandestina de las que funcionaban en aquel momento; fueron torturados y luego sus cadáveres dejados en el propio Volkswagen Brasilia de Rosario para simular un accidente de tránsito, como fue expresado por el ministro de Gobernación de ese entonces. Sin embargo, debe reconocerse el valor y objetividad del arzobispo metropolitano monseñor Próspero Penados del Barrio quien calificó el hecho como un triple crimen.

Se cumplen 33 años de esa acción, los responsables materiales e intelectuales continúan libres, seguramente disfrutando de riqueza y poder obtenidos en el contexto de la guerra contrainsurgente librada con la población. En estos momentos ya existe una denuncia penal ante el Ministerio Público y el Organismo Judicial. La posibilidad de que haya castigo para los responsables es una realidad y eso significa que la institucionalidad del Organismo Judicial está a prueba.

No se puede catalogar como justicia el castigo contra los culpables, porque la justicia tardía no puede llamarse justicia. Pero será una oportunidad para Guatemala, ya que con una condena se sentarán las bases de la no repetición de esos hechos que tanto sufrimiento causaron a quienes, como Rosario, alzaron su voz a favor de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos.

Rosario, Augusto Rafael y Mynor René no pueden, ni deben, ser borrados de la memoria social; ellos contribuyeron con sus vidas a la apertura de espacios democráticos en Guatemala.


Mario Polanco

Graduado en la Universidad de San Carlos de Guatemala de licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, con Maestría en Seguridad y Defensa por la Universidad Mariano Galvez, actualmente director del Grupo de Apoyo Mutuo. Activista de derechos humanos, haciendo esfuerzos para que no haya más impunidad.

No más impunidad

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