-Aura Cumes / RU CHUQ’A QATZI’J (LA FUERZA DE NUESTRA PALABRA)–
El 21 de octubre de 1944 ocurrió la llamada “masacre de Patzicía”. Un grupo de kaqchikeles cansados de los abusos de los ladinos, quienes les arrebataban sus tierras con total impunidad y les obligaban a trabajar imponiéndoles oficios de mozos y sirvientes, se movilizó para detener tales abusos. Ocurrió una “revuelta”, en donde murieron alrededor de veinte personas ladinas. Frente a tal “osadía de los indios”, se aliaron los ladinos de Patzicía, San Andres Itzapa y Zaragoza. En la municipalidad de Zaragoza Chimaltenango, hasta hace unos años atrás, existía una placa, en donde los ladinos de Patzicía agradecían a los ladinos de Zaragoza, el apoyo por haber detenido el levantamiento de los “indios”. Estos ladinos movilizaron discursos de miedo, o más concretamente el discurso del “miedo al indio”, tan efectivo para esos casos, rumorando que los kaqchikeles se llevarían a sus mujeres, las violarían y matarían a los hombres. Estos ladinos de inmediato recibieron apoyo de la Junta Revolucionaria del 44, quienes no tardaron en actuar. Los soldados enviados desde la capital masacraron a por lo menos novecientos kaqchikeles entre hombres, mujeres, niñas y niños.
Los gobiernos revolucionados criticaron la colonización como despojo imperial, pero abrazaron para sí la idea de la colonización como mecanismo para civilizar “a los indios”, nombrados como “campesinos”. Es decir, no se les consideró como sujetos con capacidad para autogobernarse o administrar su propia existencia, sino como sujetos tutelables, tal como se observa hasta hoy en las clases criollas humanistas y de izquierda. Se da por hecho que ellos no pueden disponer sobre sus cuerpos, sus vidas, sus identidades y sus destinos. Es decir, un orden colonial asume el control de la vida de los subordinados, decide cómo nombrarlos y el para qué de su existencia, decide también cuándo los quiere vivos y cuándo debe asesinarlos.
Los genocidios y las sucesivas matanzas de indígenas en respuesta a sus luchas es un ejemplo de esta idea de administración de la existencia, pero la indiferencia de la sociedad guatemalteca y la impunidad parece decirnos que hay un consentimiento de este tipo de violencia cuando va dirigido a determinada población, en este caso, la indígena, ¿Cómo puede entenderse este vínculo y consentimiento mutuo entre las élites anticomunistas y las respuestas sociales?
Me parece que, la colonización como misión civilizatoria justifica un modo de tutelaje enmarcado en la idea de que los cuerpos indígenas necesitan ser administrados. El mismo Estado guatemalteco, en donde hacen síntesis los intereses de los grupos dominantes, vive de administrar su existencia. Se da por sentado que la población indígena es incapaz de decidir por sí misma y de gobernarse a sí misma. Y los mensajes de muerte funcionan para mantener inamovible este sistema de privilegios.
Aura Cumes

Maya Kaqchikel. Vindico el pensamiento crítico y la palabra enérgica como vehículos para poner al desnudo los poderes que dan forma a la realidad de despojo que marca la vida de las mujeres y de los Pueblos Indígenas. Asumo como principio ético político el cuestionar y desafiar toda forma de dominación. Lucho contra el racismo y el sexismo que los comprendo como problemas producidos por dos grandes sistemas de dominación fusionados en la historia de Guatemala:el colonialismo y el patriarcado.
3 Commentarios
Lo único que los habitantes de Zaragoza hicieron fue defenderse!
Encontré este artículo para la preparación de una clase de 6to. primaria y no podría estar más de acuerdo con cada palabra, buena redacción, mensaje claro, verdad expuesta.
¡gracias!
Muy buen artículo. Felicitaciones. Es increible que aún durante la existencia de la Junta Revolucionaria del 44 se haya dado tal apoyo a los ladinos y la matanza contra el pueblo kaqchikuel. ¡Claro! eran otros tiempos y, aunque no se justifica tal matanza, se entiende que, aun en esas fechas, el poder del pueblo ladino, con herencia de colonizadores, los haya hecho actuar así. Lo que no se concibe es que tales matanzas se sigan dando en nuestro siglo. Lo de la Cumbre de Alaska y otras matanzas recientes son ya inadmisibles, pero se dan, lo que implica la necesidad de la unificación de todos los pueblos indígenas para exigir lo que en ley nos corresponde. Un abrazo.
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