Reminiscencias de Ishtar

Mario Castañeda | Música / EL ARCO, EL SELLO Y EL GRIMORIO

En estos días en los que la lluvia asoma, no puedo dejar de pensar en los efectos que en un país como el nuestro produce el invierno en áreas vulnerables. Sin embargo, también esta época me remite a una ciudad complicada, con sus aromas de verde renaciente generando cierta esperanza en la vida. Tardes y noches en casa con la lluvia de fondo. Algún libro, una película o un disco que acompañe ese pedacito de libertad que nos deja la monstruosa urbe. Opto por un disco: Saurian meditation, de Karl Sanders.

Para quienes no le conocen, comparto el enlace de tal producción y les contaré un poco de este músico virtuoso, considerado uno de los mejores guitarristas del mundo. Aclaro, no soy músico, por lo tanto no me pondré a escribir sobre técnicas musicales. Solamente quiero compartir lo que este disco, el primero de los dos que ha publicado como solista, me hace pensar y sentir.

Karl Sanders. Saurian meditation (2004):

Karl Sanders formó una banda llamada Nile de corte death metal, death metal técnico y brutal death metal allá por 1993. La misma aborda, entre otras, temáticas del antiguo Egipto y de influencia de Lovecraft. Como proyecto aparte, este músico estadounidense decidió grabar dos discos en los que se adentró totalmente en el mundo babilónico. De los diez cortes, solamente dos tienen letras. El resto es instrumental.

Salió a la venta en 2004 esta grabación que hoy les comparto, la cual tuve el placer de conocerla por mi amigo Julio Vargas, conocedor a fondo de lo que en torno al metal actualmente se produce. Su advertencia fue que este álbum era otro concepto musical. Algo muy diferente a lo que Nile hacía. Fue un reto y un gusto para mí acercarme a él.

Me senté a escucharlo y quedé sorprendido por la fusión de instrumentos que logró: guitarras, bajo, teclados y el baglama, este último, herramienta sonora cuya antigüedad se registra en los frisos egipcios. En las vocalizaciones participa Mike Breazeale y en las percusiones y batería Pete Hammoura. Músicos invitados: Shawn Allen, Dallas Toler, David Vincent y Juan Gonzalez.

Es un disco que conjuga ambientaciones que van y vienen en el tiempo. Una sonoridad donde las voces dan ese marco interesante, obscuro, propio de esas dimensiones antiguas que aquellas culturas, con su sabiduría, legaron a la humanidad y que hoy pocas personas comprenden.

Por ejemplo, la canción número 2, «Of the sleep of Ishtar», una de las composiciones que más me gustan de esta placa, versa sobre aquella diosa babilonia que tuvo sus equivalentes en otras regiones de Oriente. Fuera de las connotaciones morales cristianas posteriores, ella representó fertilidad. Los matrimonios, considerados por aquellos estados antiguos como parte de la consolidación de los grupos de poder, no concebían el concepto de amor como una restricción a la fidelidad.

Karl Sanders le da sentido no solo a su nombre, como encabezado de la canción, sino que logra recoger, mediante la música, esa sensación de hacer de dicha deidad, mediante la cadencia, el movimiento perpetuo que se entrelaza con su papel en la vida, así como su tragedia entre las temporalidades sagradas de aquella época:

Ishtar Mistress of the Gods
Whose yes is truly yes

Ishtar queen of harlots
Lady of Babylon
Ishtar sweet jewel of Sodom
Beloved daughter of Sin
Ishtar [x3]

Ishtar unlocked the seven gates
Covenant of Absu
Impaled
Naked and Bleeding
Hung left to die upon a Stake
Ishtar Suffer in Darkness
Unheard you cry,
Cry for dawn

El corte número 9, «The forbidden path across the chasm of self-realization», evoca la trascendencia de la concepción humana. Pasado y futuro están presentes en la consumación de aquellas creencias que hacían de la humanidad de esos años, el paso a la complejidad individual en un ritmo dialéctico:

I am that which have become
Omnipotent, eternal, boundless
The immutable principle upon which all speculation is possible
The transcending force of human conception
I become as beyond the range and reach of thought
Unthinkable and unspeakable
I become my own absolute reality
For I am all that shall ever be
And all that ever was

Esta actualización de un contenido que data de aproximadamente 2 mil a mil años antes de la era cristiana, a través de la música, encaja perfectamente en un sonido que no es metal pero que se apropia de esas bases para evocar temas que suelen tener mucha importancia en distintos subgéneros del metal.

Lo que Sanders obtiene con este disco no es solamente una calidad en la producción, sino una posibilidad de que quienes no están inmersos en el rock pesado, accedan a la relación entre estas culturas mediante sonidos que pueden ser nobles en su forma. Es decir, pueden interesar a cualquier persona captando su atención por medio de composiciones no habituales para nuestro entorno. No es un disco como esos compilados de música regional donde se fetichiza a una o varias culturas. Es una apuesta seria con conocimiento de fondo y con coherencia entre la creación del artista con su visión del mundo y de la vida.

Le invito, entonces, a degustar en calma esta propuesta, y si le gustó, puede explorar lo que en Saurian exorcisms profundiza este connotado músico y donde Ishtar aparece como Inanna, así conocida en Sumeria.

Karl Sanders. Saurian exorcisms (2009):

Y si usted gusta de algo más fuerte, pues, conozca la banda de Sanders, Nile. Una banda por demás exquisita por la calidad que su complejidad muestra.

Nile. What should not be unearthed (2015):


Imagen principal tomada de Relapse Records.

Mario Castañeda

Profesor universitario con estudios en comunicación, historia y literatura. Le interesa compartir reflexiones en un espacio democrático sobre temáticas diversas dentro del marco cultural y contracultural.

El arco, el sello y el grimorio

Un Commentario

Julio Manuel Girón 19/05/2018

En una simetría lígrimamente analógica y no menos reproductiva, se sabe preciso y no menos precioso, abordar la figua inherente a una simiente de abedul. Así, inmersa durante siglos en algún erial, es exhumada de entre sendas capas de tierra…; una súbita galerna deja caer los lagrimones de lluvia: luego de unos días, abrotoña la semilla y adviene flor. El abedul en mención, arborece…, y, quién lo habría imaginado: trae consigo las añosas estaciones, lunas, soles, el decurso de los zodiacos, avatares topográficos. Mas…, trae consigo algo por demás mistérico: un mensaje, un lenguaje cuya selvícola expresión consigue así desvelar visos de la cultura a la cual se hubiere circunscrito…; quizá solo las aves que sobre sus ramajes se posan, puedan sentir, decodificar y, trinar un rapto de profusa nostalgia. Me sirvo de este vértice de equiparación, no con otro afán que el de resaltar el valor de una composición de este tenor. Y por qué no apostillarlo? El pasado no pasa…, el pasado está presente en esta obra, un pretérito cuya magiculturalidad, responde a un nada fútil conocimiento de sí mismo, ello todo dinamizado con las concepciónes apofáticas de una cosmovisión eminentemente volcada hacia los principios de un idealismo absoluto, hierofánico y no menos profundo. Gracias maestro Castañeda! Tus adentramientos musicológicos, nos devuelven la caspia de esa «fruta prohibitiva».

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