-Lorena Carrillo / DIARIO DE FRONTERA–
Hace unos días me serví de las redes sociales para hacer un pequeño experimento: abrumada por la imparable sucesión de acontecimientos desafortunados que rodea la vida cotidiana en México, que van desde golpes sucesivos a la economía de los consumidores (alzas a la tortilla, el gas y las gasolinas en los días iniciales del año) hasta altísimos índices de violencia con lujo de exhibición morbosa (los cuerpos colgados de puentes en Baja California con que se despidió el 2017), pasando por la increíble cascada de casos de corrupción e impunidad con que se nos vapulea constantemente; cuando leí en primera plana de La Jornada lo que será el salario mínimo diario en México en 2018 (88.34 pesos que equivalen a cerca de 33.00 quetzales) me di a la tarea (al fin que estaba de vacaciones) de revisar el mismo rubro en Guatemala, y resulta que es tres veces mayor. Junto a ese dato, busqué otros más con el único fin, -en ese momento-, de satisfacer mi curiosidad: precio promedio de la gasolina en ambos países durante 2017, que resultó ser el mismo. No se a qué pueda deberse, pero supongo que es porque México, aunque sigue produciendo petróleo, hace años que ya no refina y pasó a importar gasolina, igual que Guatemala; tipo de cambio respecto del dólar, que en México (al 5 de enero) es de 19.19 pesos y de 7.34 quetzales en Guatemala a la compra y finalmente, di con un estudio de la Universidad de las Américas llamado Índice global de impunidad 2017, en cuyas páginas aparece una gráfica que sitúa a México en el 5o. lugar y a Guatemala en el 19o. Sin pretender que la reunión de esos datos fuera un retrato completo, ni mucho menos, de ambos países y con relativa despreocupación por estar publicándolos en mi página personal y no en una revista indexada, los coloqué juntos con el ánimo de evidenciar, con el enojo que ello me producía, la más que mala situación en que nos encontramos quienes vivimos, como ciudadanos comunes, en este riquísimo país al que veo, con tristeza e indignación, hundirse sin tocar fondo. Al comparar datos con Guatemala estaba siendo provocadora y lo hice a propósito. Para nadie es un secreto que aquí y allá se han conformado estereotipos respecto del otro que se activan en situaciones que implican una real o supuesta rivalidad. El caso por antonomasia es el de los juegos de futbol, en los que los mexicanos ven con olímpico desprecio los afanes guatemaltecos y estos a su vez rezan para que México pierda en todos los partidos que juegue.
Pues bien, al ver comparativamente los datos, Guatemala presenta cifras más altas: mayor estabilidad cambiaria y menor devaluación; mayor salario mínimo diario, menor depreciación del mismo si se relaciona con el precio de la gasolina y menos corrupción, lo que no significa, por supuesto, que la economía y la sociedad guatemalteca en su conjunto y complejidad estén en situación inmejorable, ni mucho menos. Dos comentarios hechos por ciudadanos mexicanos mostraron irritación, pero curiosamente no por los datos mexicanos, sino por los guatemaltecos. Hubo quien se apresuró a buscar cifras como el PIB u otras en que Guatemala puntea más bajo que México para contrapesar; hubo quien consideró que la información estaba «sesgada» y quien buscó cifras como el mayor «índice de libertad económica» que ostenta México en relación con Guatemala, como si dicho indicador (creado por una institución representativa del neoliberalismo) tuviera algo que ver con el modo en que la gente común y corriente vive cotidianamente, y consideró «irrelevante» el dato del tipo de cambio respecto al dólar argumentando que no es indicador de fortaleza de alguna economía, agregando que decir -como yo hice- que en Guatemala protestan y en México «todos contentos» con el salario mínimo, es sesgar en favor de Guatemala… Bueno, estos pocos pero súper argumentativos críticos de mi post tomaron el simple agregado de datos como si se tratara de un artículo y encaminaron sus variados y extensos argumentos a demostrar que la comparación no tenía sentido y que México es una economía superior a la guatemalteca. Sobre todo eso: que México no puede estar por debajo de Guatemala por aquello de «Guatepeor». Me he quedado asombrada y he concluido que el pequeño experimento, que consistió en agregar un par de preguntas provocadoras como ¿cuál economía está mejor? o ¿alguna molestia en México por estas diferencias? tuvo, en general, el efecto deseado: quienes lo leyeron se asombraron y se indignaron por lo que está pasando en México, que es mucho y más grave de lo que esos datos sueltos indican, y fueron perspicaces para sobreentender que las preguntas no podían ser sino irónicas: ninguna de las dos economías está bien y si hay alguna molestia en México por los datos, obviamente tendría que ser por los datos mexicanos (y también por los guatemaltecos si acaso buscaban más información). Solo dos despistados se fueron con la vieja finta de que por lo que había que enojarse era porque Guatemala estaba «Guatemejor».
Reconozco que hubo intento provocador porque me impacienta la -en general- silenciosa y pasiva inconformidad de muchos mexicanos y no porque pretendiera hacer sesudos análisis, pues a decir verdad, la economía de un país es un asunto mucho más complejo que la reunión de unas cuantas cifras y yo no soy economista, además. Pero no nos hagamos ilusiones vanas por las relativamente mejores cifras guatemaltecas: después encontré que el mucho mayor salario mínimo alcanza para lo mismo en ambos países ya que en los dos cubre solo el 60 % de la canasta básica. De los países latinoamericanos, en Panamá y en Costa Rica es donde se gana más, no solo porque es más, sino porque rebasa el 100 % de la canasta básica. Pero para una «mejor» apreciación de lo que nos pasa aquí y allá, se podrían considerar algunas otras cifras, también escogidas sin mayor articulación entre sí, pero que algo indican:
En México hay 7 510 bibliotecas en todo el país, una por cada 15 000 habitantes; muy poco; pero en Guatemala ¡¡¡hay 335 en todo el país!!!, 0.00002 por habitante, vergüenza total, y además de esas 335, 121 están en la ciudad capital. En 2016 47 % de los hogares mexicanos tenían acceso a internet; en Guatemala en ese mismo año, solo el 18 %, mayoritariamente en la capital. En México, que tantos y tan buenos museos tiene (1 185), son absolutamente insuficientes (0.000010 por habitante), no digamos en Guatemala, ¡¡¡donde hay 50 museos!!! (0.000003 por habitante). De la violencia ni hablar, en Guatemala la tasa de homicidios en enero de 2017 fue superior a la de México en el mismo periodo, lo que es mucho decir: 2.42 en el primer caso y 1.57 en el segundo (410 homicidios dolosos ese mes en Guatemala, contra 1,938 en el mismo periodo en México).
Para no terminar esta nota con ese panorama deprimente, me di a la tarea de buscar alguna buena noticia o información en ambos países, y claro que las hay: en México habrá en 2018 unas elecciones que podrían cambiar algunas cosas (aunque esa esperanza casi que nace muerta), también se realizarán, pese a todo, importantes y maravillosos festivales artísticos y culturales, científicas mexicanas han hecho contribuciones significativas en sus áreas de competencia, se capturó a dos exgobernadores megacorruptos. En Guatemala, una joven alpinista ha construido un refugio en el Tajumulco, volvieron al país 30 piezas arqueológicas y el buen trabajo de CICIG, Ministerio Público y SAT devuelve confianza en instituciones y baja los índices de impunidad. Hay cosas para celebrar… pero por alguna razón, la celebración ni dura mucho, ni sabe bien, la sonrisa se congela, sube un gusto medio amargo y todo esto se parece un poco a cierto poema de Juan de Dios Peza que se recitaba mucho en las escuelas. Ni hablar, es como «reír llorando».
Imagen principal tomada de Historias y relatos.
Lorena Carrillo

Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora-investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Docente en los posgrados de Historia y Ciencias del Lenguaje del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP. Una de sus últimas publicaciones es Motines y rebeliones indígenas en Guatemala. Perspectivas historiográficas, como coordinadora.
Un Commentario
Es muy difícil establecer comparaciones respecto a lo mejor o peor que pueda estár un país respecto a otro. Sin embargo hay cifras que son categóricamente determinantes para ubicar el grado de bienestar de los habitantes. Si se toman simples datos recabados en Almanaque Mundial, se pueden sacar algunas conclusiones. Por ejemplo cuantos analfabetas hay. Cuantos kilowats se generan por habitante. cuantos teléfonos hay por habitante. Cuantos profesionistas por habitante. Cuantos kilómetros de carretera por habitante. Cuantos automóviles por habitante. Cuantas camas de hospital por habitante. Cuanos médicos por habitante y otras comparaciones de similar naturaleza. Estos y otros parámetros semejantes dan índices que en alguna medida indican el grado de desarrollo de un país. Costa Rica tiene cifras que lo colocan como un país del primer mundo.
Lorena: Considero muy interesante tu artículo. Y te invito a que compares los países altamente industrializados con nuestra querida Guatemala
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