Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO
Los economistas más versados del país, y hasta los que dicen serlo y no lo son, han arremetido contra los argumentos que se oponen al paquete fiscal y que lo califican de regresivo. Se han unido en santa cruzada para advertir que si el paquete no pasa, viene la hecatombe. La mayoría de los costarricenses van a verse afectados por dicho paquete, sin embargo, los medios han realizado una amplia campaña publicitaria para hacerles creer que el impuesto afecta por igual a todos, que hay que socarse la faja y que si no pasa, «Las consecuencias de tal cosa serían demoledoras para el país y, sobre todo, el bienestar de las personas más desfavorecidas» [1].
El primer obstáculo que tuvo el paquete fiscal, lo ha frenado, dado que la Corte Plena ha considerado que este se refiere en algunos de sus artículos a la organización o funcionamiento del Poder Judicial, que requiere 38 votos para hacer la consulta a la Corte Suprema de Justicia y solamente obtuvo 35 votos. De manera que ayer fue un día trágico para el futuro del paquete fiscal en el cual se empecinó el presidente Alvarado.
Los economistas que defienden el paquete fiscal carecen de una visión integral del asunto. Pecan de simplistas y caen en el «vulgarismo económico» en tanto driblan variables claves y las van dejando tendidas en el camino de la ciencia. Por ejemplo, decir que el IVA afecta más a los ricos que a los pobres, porque estos primeros adquieren productos que para los segundos no están a su alcance: Netflix, tiquetes de avión, Spotify, medicinas de farmacia, restaurantes y hasta alimentos que no son de la canasta básica. Este argumento es, ni más ni menos, reconocer, aceptar y legitimar la desigualdad. Un pobre diría que con mucho gusto paga los impuestos, si le aumentan el salario para tener acceso a esos bienes, que en el siglo XXI no son extravagancias.
Además, como bien lo señala Stiglitz, «Pero, la mayoría de los economistas está de acuerdo en que un país con excesivas desigualdades no puede funcionar bien y muchos países han utilizado sus códigos fiscales para ayudar a “corregir” la distribución de las rentas y riqueza en el mercado…Los bajos tipos que gravan a los más ricos contribuyen a agudizar y perpetuar las desigualdades y la falta de igualdad de oportunidades» [2]. Por supuesto que el paquete fiscal en cuestión no tiene este objetivo. El objetivo de este paquete fiscal es de reducir el déficit en el corto plazo (aunque se ha generado en largo plazo), para poder ser un país que califique con los organismos financieros internacionales. pero, un problema que se ha desarrollado en el largo plazo, no puede resolverse de un solo tajo, por eso es que en todo momento de debió haber hablado de ajustes parciales en los ingresos y egresos del Estado, a partir de objetivos de justicia social. Así se hubiera evitado la improvisación y la propuesta injusta que el gobierno, asesorado por la derecha, intenta aplicar al pueblo costarricense.
Otro asunto que se esconde en este oscuro fondo del paquete fiscal, es la cantidad de gente afectada. Cuando un huracán pasa por una ciudad, se perjudican más pobres que ricos, eso se debe a que, en primer lugar, hay más pobres que ricos y, en segundo lugar, los ricos están mejor protegidos. El paquete fiscal afecta a más pobres, por ejemplo, quitarle 3 000 colones por mes a 25 000 personas en extrema pobreza, equivale a quitarle 42 500 a 1 765 ricos para recaudar lo mismo. Una misma recaudación, pero más pobres que ricos son afectados. Pero hay más, los más ricos, en caso de que tengan que pagar el IVA y el impuesto de la renta, como individuos no tienen problema, dado que en sus negocios y empresas evaden y eluden, además de las exoneraciones que tienen. De modo que si a las personas de ingresos más altos se les exoneran parte de su patrimonio y a los pobres se les grava hasta los calzoncillos que andan, por supuesto que estamos hablando de un sistema altamente regresivo. Y no son cuentos, bastan unas cifras ya demostradas: en Costa Rica 27.0 % de las grandes empresas territoriales declararon pérdidas o cero impuestos de utilidades en el periodo 2010-2016. [3]
El pobre, el medio pobre y hasta el medio rico, no tienen nada que no esté gravado, y lo que no se le cubre es porque es tan insignificante que no tiene valor fiscal, una pequeña casa, un pobre recibo de luz o de agua, cosas materiales que desnudan su pobreza y la desigualdad social.
Volviendo a lo que señala Stiglitz sobre la relación entre el sistema tributario y la desigualdad, es importante hacer un análisis detenido de lo que puede suceder en Costa Rica. Estamos frente a una situación crítica, en la cual lo mejor que puede pasar es que no pase este paquete fiscal, sin que antes sea analizado en detalle desde una perspectiva social y de justicia económica. Es la oportunidad que tiene el gobierno de recapacitar y sacar adelante un paquete fiscal basado en criterios de justicia social. Los últimos gobiernos no han hecho nada por resolver problemas estructurales relacionados con la producción y el empleo.
Otro aspecto es la potencial regresividad de la reducción del gasto. Dependiendo de los rubros que sean afectados, se reducen o eliminan transferencias de recursos a los menos favorecidos, mientras que no se toca el gasto correspondiente a infraestructura productiva (puentes, muelles, caminos) y, en este proceso, se privatiza, dando más espacio a los inversionistas privados para que asuman labores que el Estado viene realizando.
El desempleo en la población joven es mucho mayor que en otros grupos etarios y el paquete fiscal va a agudizar el problema. Como escribe Stiglitz: «Hemos arrastrado a nuestros jóvenes de más talento a los chanchullos financieros en lugar de crear empresas reales, hacer verdaderos descubrimientos, ofrecer servicios genuinos a los demás. Se dedica más esfuerzo a la “captación de rentas” –quedarse con una porción más grande de la tarta económica del país- que agrandar el tamaño de la tarta» [4]. Nuestros jóvenes no tienen alternativas, ahí los vemos en su auto enriqueciendo más a Uber, quien no deja ni un cinco en las arcas del Estado, además de que contamina y explota a quienes ponen a su disposición su trabajo y su auto. Los vemos jalando comida para Uber Eats, bajo la lluvia o el sol, en su bicicleta o en su moto. También los vemos en los call center con horarios que les impiden continuar sus estudios universitarios, y mucho menos aprovechar sus cualidades de emprendedores. Son las propuestas de economía digital que ingresan subrepticiamente al país, las que está usando el gobierno para resolver problemas estructurales de empleo.
Tenemos un Gobierno carente de ideas, de proyectos y de planteamientos para superar la crisis, concentrados en un proyecto, donde no hay plan B, pasa o pasa. Bajo este panorama, sí es fundamental el plan fiscal, porque no hay alternativas, más que el endeudamiento a corto plazo con el Banco Central, como ya se hizo y a largo plazo con la banca internacional, a tasas de interés leoninas, como castigo a 18 años de ineficiencia, incapacidad y corrupción por parte de la clase política.
Finalmente, debe considerarse que la reducción del gasto público y el incremento de los impuestos tienen un impacto negativo en la producción y, por ende, en el ingreso nacional. El crecimiento en los impuestos resta poder adquisitivo a los ingresos de las personas, Keynes desarrolló un modelo para estimar dicho impacto que tiene que ver con lo que denominó la propensión marginal a consumir. O sea, cuánto se consume de cada colón que se percibe. Igual ocurre con el Gobierno como agente económico, el cual, al reducir el gasto, contrae la economía. Los impuestos que captará el Gobierno tienen un destino, el pago de la deuda, eso no va a impulsar la economía, la va a contraer. Ese impacto doble no ha sido analizado, menos en caso de una crisis económica depresiva que se diera en la economía, a partir de una crisis en EE. UU., la cual iría acompañada de crecimiento en las tasas de interés y una devaluación del colón.
El paquete fiscal no ha generado polémica entre los integrantes de los estratos más altos de la economía, ningún empresario se ha quejado. Tal parece que los arreglos electorales de parte de Carlos Alvarado con estos sectores empresariales los dejó satisfechos y se plasmaron en el paquete fiscal. Aún hay quien cree en la economía del goteo, si a los de arriba les va bien, también le pasará lo mismo al resto del conjunto de ciudadanos. Esta es una falacia fundamentada en la desigualdad como estado normal de la economía, no obstante los resultados demuestran lo contrario y con ello el aumento en la brecha social mundial. Se ha hecho un alto al paquete fiscal, Carlos Alvarado tiene una nueva oportunidad de cumplirle al pueblo que lo eligió.
[2] Stiglitz, Joseph. La gran brecha. ¿Qué hacer con las sociedades desiguales? España: Editorial Taurus, 2015.
[3] Informe de auditoría especial sobre la recaudación y fiscalización del impuesto sobre las utilidades de las grandes empresas territoriales. Contraloría General de la República. 2018.
[4] Stiglitz, pág. 228
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
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