Reflexiones sobre un congreso de filosofía

-Carlos Gerardo / RESIDENCIA CON LLUVIA

Tuve el gusto de participar la semana pasada en el XI Congreso Internacional de Filosofía, celebrado en la Universidad Rafael Landívar. El evento fue organizado por la Asociación Guatemalteca de Filosofía (Agfil) y por el departamento de Letras y Filosofía de la Facultad de Humanidades de la URL. Contó con la participación de investigadores de varios países, pero sobre todo, con investigadores centroamericanos. El resultado fue, como bien dijo Marlon Urízar-Natareno, el director de la Agfil, un mapa de las principales líneas de investigación de la región, con pinceladas sobre las rutas de investigaciones y reflexiones filosóficas que se realizan en diversos sitios del mundo.

Como siempre, además de los aportes en el ámbito académico, este tipo de eventos deja muchos aprendizajes que a la academia podrían escapársele. La convivencia y el contacto humano hacen que las fronteras se vean muy pequeñas, casi invisibles, ante las preocupaciones y los intereses comunes generados por la investigación y la reflexión humanística. Y es que el Congreso no se limitó estrictamente al ámbito filosófico. Giró en torno a los temas de religión, cultura y género. Dentro de este marco de perspectivas, la dimensión de las discusiones se tornó intensa, muchas veces, pero siempre interesante. Cada participante, a través de sus búsquedas individuales, hizo grandes aportes a la socialización de sus saberes y a la actualización y la construcción de un saber colectivo.

Entre estos diálogos compartimos con tristeza la terrible realidad de las endémicas democracias centroamericanas. Sobre todo las del Triángulo Norte. Nos damos cuenta de que las diferencias con las que hemos pretendido fincar identidades nacionales son tenues ante las similitudes de una historia común, que nos identifica y cuyo olvido nos condena. Pero también sirvió para darnos cuenta de que así como hay una historia de dominación, de despojo, de relaciones colonialistas y de corrupción institucional, también hay una historia marcada por la resistencia, por la defensa de la vida y por la lucha a la contra, por desventajosa que pueda resultar.

Uno de los acuerdos de la reunión fue la determinación de la organización del próximo congreso. Este acuerdo garantiza la posibilidad de la generación de estos espacios de diálogo que, desde la academia, se agradecen para hacer visibles la gravedad y la importancia de la investigación, y la dirección que tenga. Se agradece profundamente el esfuerzo puesto en la articulación de este encuentro. Al final, luego de jornadas intensas de trabajo, la sensación que queda es la de haber participado en una fiesta; pero también la de haber asumido un compromiso. Y los compromisos tienen que ver con la promesa y la esperanza. Y creo que comprometernos desde cualquier ámbito de investigación es lo más oportuno que podríamos hacer en contextos como el actual.


Imagen tomada de la fanpage del Congreso.

Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Residencia con lluvia

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