Reflexiones sobre Nicaragua

Carlos Castro Furlán | Política y sociedad / PERSIGUIENDO EL HORIZONTE

Estas reflexiones son una opinión dirigida especialmente a aquellas personas que siguen creyendo en la posibilidad de construir un mundo mejor y en la viabilidad que tienen las revoluciones populares para construir una sociedad justa.

En especial, van dirigidas a quienes fueron parte de ese gran proceso llamado Revolución Sandinista, el cual ha sido desvirtuado por la avaricia y la sed de poder de unos cuantos.

Quisiera con estas reflexiones contribuir al debate de lo que realmente está sucediendo en Nicaragua, e insto a los estudiosos de las ciencias sociales a que participen con sus opiniones para que nos ayuden a explicar el fenómeno de involución que ha sufrido este proceso social.

A mí no me extraña lo que está pasando en Nicaragua; ya que si hacemos un estudio detallado de la historia de las revoluciones y movimientos sociales, encontraremos que han sido la codicia y el ansia de poder las que ha desvirtuado los ideales y principios programáticos de la búsqueda del bienestar común.

Haré referencia a la que, a mi parecer, ha sido la más noble y bella de las gestas sociales por la libertad; la rebelión de los esclavos de Espartaco, la cual no fue derrotada por el Imperio romano, sino que, por la traición.

Lo que sucede en Nicaragua es producto de un patrón que han seguido estos procesos.

Los primeros años después del triunfo de las revoluciones son de hermandad y de búsqueda del bien común –al menos en la parte retórica–, mientras se van acomodando las facciones que buscan posiciones de poder para su beneficio personal. Luego se presenta el proceso de división y de lucha intestina, en donde se da el rompimiento de la unidad cuando se enfrentan los ideales a la conveniencia y a la codicia por acumular riqueza. Por último resultado, se da el aislamiento de los individuos y tendencias consecuentes, y en algunas ocasiones se llega al extremo del asesinato de los antiguos compañeros de lucha que se han vuelto incómodos o son un obstáculo para alcanzar el objetivo final que es el hacerse con el poder del Estado y así gozar de los privilegios y prebendas que esto conlleva.

A la última etapa de este proceso de negación de los ideales de las revoluciones la podemos identificar como «involución social», que es un proceso donde se vuelve a un sistema dictatorial que reproduce el sistema al cual se derrotó.

Como diría Carlos Marx «La historia se reproduce a sí misma, algunas veces como comedia y otras como tragedia».

Para explicar ese fenómeno, haré referencia a los libros de la trilogía de Isaac Deutscher: 1. El profeta armado, 2. El profeta desarmado y 3. El profeta desterrado. En ellos se relata la historia de la Revolución rusa a través del estudio de la vida de León Dadidovich Bronstein («León Trostki»; el más brillante de los dirigentes de la Revolución) y de cómo Joseph Stalin maniobra de una manera muy hábil para desplazarlo de la Secretaría General del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), para luego exilarlo y mandarlo a asesinar, con el fin de hacerse con el poder del Partido Comunista y posteriormente ser el líder único del extinto Imperio soviético.

Así como Napoleón Bonaparte se convirtió de general revolucionario a emperador, Stalin se convirtió de militante revolucionario en el nuevo «zar».

La codicia y el anhelo de acumular riquezas, sojuzgando a sangre y fuego a otros, es lo que corrompe a las más bellas revoluciones y a sus dirigentes.

Lo que más claramente nos refleja el rumbo que tomaron la mayoría de los procesos sociales revolucionarios, son las palabras enunciadas por Dantón antes de ser conducido al cadalso junto a Camilo Des Moulins (el poeta de la Revolución francesa): «Las revoluciones se parecen a Plutón, se alimentan devorando a sus mejores hijos».

Muchos dirán que la codicia y la ambición son parte intrínseca de la naturaleza humana.

Pero no importa que las revoluciones se corrompan; lo importante es que las revoluciones y los hombres que han luchado por ellas nos han dejado un legado indeleble, nos han heredado sus sueños y su ejemplo, y han impulsado a muchas generaciones de hombres y mujeres conscientes a buscar la utopía, a construirmundos imposibles, a involucrarse en causas que parecen perdidas, han hecho girar la rueda de la Historia y han ayudado a construir un mundo mejor (el cual aún está muy lejos de ser perfecto).

Lo importante no es solo transformar las sociedades, sino que tratar de transformarnos nosotros mismos y construir una nueva ética de vida, en donde la búsqueda del bien común sea la regla y no la excepción.

Qué habría sido de nosotros sin Espartaco, Ho Chi Minh, Fidel Castro, Tupac Amaru, Ernesto «Che» Guevara, Atanasio Tzul, José «Pepe» Mujica, Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, José Martí, Carlos Fonseca y miles de luchadores anónimos que nos han llenado de sueños, y nos han hecho vivir y morir felices tratando de alcanzar la utopía.

Después de más de 2 000 años nos sigue fascinando la historia de Espartaco y su rebelión de esclavos, y siguen siendo ejemplo para aquellos que en el presente abrazamos el camino de la rebelión ciudadana ante los tiranos.

Tengo la plena certeza de que Daniel Ortega y todos aquellos que han traicionado los sueños serán olvidados en el basurero de la Historia, y si alguna vez alguien se recuerda de ellos en el futuro, será para referirse a los más negativos conceptos que se puedan verter en contra de un déspota que ha traicionado los ideales y el ejemplo de vida de los que soñamos con la construcción de un mundo mejor.

El pueblo de Nicaragua más temprano que tarde recuperará los destinos de la patria para reconstruir la casa común.


Fotografías proporcionadas por Carlos Castro.

Carlos Castro Furlán

Ciudadano de Guatemala y del mundo. Sociólogo, economista, internacionalista y libre pensador. Exprofesor de la Universidad de San Carlos. Amante de la música, de los libros y de todo lo bueno. Mi pasión han sido el futbol, la carrera de larga distancia (maratón), los libros, las revoluciones y los procesos sociales en donde la organización popular ejerce cambios en favor de las mayorías.

Persiguiendo el horizonte

2 Commentarios

Hernán 21/10/2018

Desde mi punto de vista, Spartacus cometió un error estratégico: en vez de marchar hacia Roma y derrotarla militarmente, lo hizo en sentido contrario, facilitando la respuesta de los romanos

    Carlos Castro 21/10/2018

    Espartaco fue traicionado y derrotado en la batalla en el Sur de Roma en donde seconcentraba la mayor parte de legiones romanas, ya que habia pactado con piratas del Mediterraneo que el resto de tropas de Espartaco desembarcarían en la retaguardia de las tropas romanaspara aplicarles la estrategia de «yunque y martillo y dejarlas expuestas a dos frentes de ataque. Los romanos se enteraron de esta maniobra de Espartaco y le ofrecieron a los piratas el doble de lo que Espartaco les había pagado si no transportaban al resto del ejército de esclavos. La batalla fue perdida porque Espartaco no fue asistido por el resto de su ejército y el ejército de esclavos fue derrotado y los que fueron capturados (en cuenta Espartaco) fueron crucificados en un trayecto de mas de cinco kilometros hasta la entrada dela via Apia en Roma en donde los últimos dos crucificados eran Espartaco a la par de Antonino El poeta.

    ANTONINO, EL POETA

    Cuando Espartaco

    se levantó

    contra los poderosos

    patricios de la Roma

    imperial,

    se llegó hasta él,

    según dicen las crónicas,

    un hombre llamado

    simplemente Antonino,

    poeta de la más honda

    estirpe,

    y le dijo que quería luchar

    también por los esclavos.

    Viendo el atardecer

    desde la falda callada

    del Vesubio,

    Espartaco

    dijo el joven Antonino:

    “Enseñanos mejor tu canto,

    Antonino,

    luchar lo puede hacer

    cualquiera,

    pero nadie como tú,

    para hacer de las palabras

    las alondras azules

    que tanto necesitan

    aún nuestros hermanos.”

    Y Antonino respondió:

    “Las aves de más dulce canto,

    Espartaco,

    defienden su libertad

    también con garras.”

    Aquel día,

    a lo lejos,

    la tierra romana

    recibía en estupenda

    madurez

    al más bello verano

    de aquel tiempo.

    Y el viento

    ya pasaba, entonces,

    por aquellos lugares

    y seguiría pasando

    todo la vida.

    El cielo, ancho y celeste,

    estaba todo lleno de ojos,

    que leían en él una sola

    y colosal palabra: esperanza.

    Y los árboles, verdes aún,

    quizás oían, por primera vez

    en su vida romana

    que los desamparados del mundo

    le ponían un no rotundo

    al sistema del hambre y el odio,

    y exigían, guerrilleros que eran,

    también su libertad con armas.

    Espartaco, dicen, volvió su rostro

    hacia la más lejana lejanía

    y nadie supo jamás

    lo que aconteció en su corazón

    aquella tarde, cuando hablara

    con poeta Antonino.

    Pero cuando Espartaco

    fue crucificado,

    informan las crónicas

    más antiguas,

    junto a miles de los

    suyos,

    que también fueron

    crucificados como él,

    Antonino, el poeta,

    le decía

    que había sido hermoso

    luchar,

    porque un día serian libres

    los esclavos en el mundo.

    Espartaco no dijo nada

    la ultima tarde de su vida,

    pero el viento, dicen,

    se llevo en sus manos aéreas

    el ultimo gesto gallardo

    de sus labios: esperanza

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